URGENTE |
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BARCELONA.- Quiz� el Espanyol le haya hecho caso a Fausto y haya decidido venderle el alma a Mefist�feles. Cuando uno mora en el infierno, cualquier treta es buena para recuperar el esplendor perdido. Todo vale cuando uno se juega la ca�da a las alcantatillas de Segunda. El caso es que los blanquiazules, en una curiosa pirueta del destino y tras 27 a�os de lamentos, asaltaron el Camp Nou y dejaron al Barcelona desnudo ante sus demonios. El Real Madrid ya le avista a siete puntos, y los de Guardiola, en ese momento de la temporada en el que pesa demasiado la psicolog�a, caminan hacia atr�s. [Narraci�n y estad�sticas]
No esperaban los azulgrana que platillos, guitarras y pitos tronaron en un Camp Nou que acogi� el S�bado de Carnaval al ritmo de burlona chirigota. Ya sab�a el Barcelona que las opciones del desahuciado Espanyol pasaban por montar una mascarada que despersonalizara al rival. Lo que quiz� no esperaban los blanquiazules es que el colegiado del encuentro, Delgado Ferreiro, estar�a dispuesto a agarrar el g�iro para sumarse con �mpetu a esa comparsa en la que depar� el derbi barcelon�s.
Calificar la primera parte del encuentro de espect�culo deportivo ser�a poco menos que una broma de mal gusto. Como ya sucediera en el �ltimo partido de Copa del Rey, Mauricio Pochettino, con su higi�nico 4-1-4-1, logr� que el Barcelona exhibiera su porte m�s grotesco. Cerrado el centro del campo merced en buena medida al tit�nico trabajo de Mois�s en el pivote defensivo, el equipo de Guardiola comenz� a vagabundear sobre arenas movedizas. Incomprensiblemente, sin �nimo de jugar por las bandas, los azulgrana se obcecaron en profundizar demasiado r�pido y por el centro. Como los principiantes. Y as� les fue.
La clar�sima ocasi�n errada por Henry cuando a�n no se hab�a cumplido el primer cuarto de hora –remat� alto con la testa un preciso centro de Messi– apenas fue un espejismo provocado por la sed y la desesperaci�n. Por si fuera poco, el colegiado se encarg� de arrebatarle a los azulgrana la cantimplora. Una dura entrada de Keita sobre Mois�s, que deber�a haber quedado resuelta con una amarilla, mut� en roja ante la indignaci�n de un Camp Nou que minutos antes ya protest� con sa�a que Delgado Ferreiro errara –y rectificara despu�s– al amonestar a Sergio Busquets por bramar desde el banquillo. La tarjeta al final se la llev� un miembro del cuerpo t�cnico azulgrana.
Sin f�tbol, con un expulsado y otros dos lesionados –Abidal y �ngel se cayeron del partido tras sendas acciones fortuitas–, todas las aristas parec�an converger en un desenlace fatal para el Barcelona.
Por primera vez esta temporada, la plantilla banquiazul no fue ese cart�n arrugado bajo el que han pernoctado ya tres t�cnicos y un director deportivo. Bajo el influjo de la doctrina alborotadora de Pochettino, los jugadores del Espanyol dieron el decisivo paso adelante. Algo que quiz� hubiera sido imposible sin la presencia de Iv�n de la Pe�a, futbolista que a duras penas pasa de la decena de partidos por temporada, pero m�s que capacitado para deshacer entuertos gracias a su f�tbol prodigioso.
Qui�n iba a decir que el primer tanto del c�ntabro en el presente campeonato llegar�a despu�s de golpear con su reluciente cabeza un gran centro de Nen�, quien instantes antes hab�a dejado embobado a Piqu� con histri�nico baile de botas.
Tan espeso como desquiciado, el Barcelona toc� fondo despu�s de un clamoroso error de Vald�s, que De la Pe�a aprovech� con un soberbio toque con el interior para colocar el 0-2 en el marcador. Por entonces, el Camp Nou ya hab�a perdido la paciencia y no vacil� a la hora de silbar a un portero que sigue liderando con holgura el trofeo Zamora.
Pocas opciones le quedaban ya a Guardiola para levantar a los suyos. Si acaso, colocar a Sergio Busquets de ariete como ya hab�a hecho en sus tiempos con el filial azulgrana, y sacar del campo a un Eto’o que se fue del terreno de juego renegando, como en los viejos tiempos. En su lugar entr� Gudjohnsen, que lejos de mejorar al camerun�s marr� dos claras ocasiones que hubieran concedido a los azulgrana el empate. Con un f�tbol discontinuo y rampl�n, de poco sirvi� que Tour� recortara distancias. Nada iba a fastidiar a Tamudo, que entr� en el ocaso para besar su escudo ante un Camp Nou ya depresivo.
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