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Mi�rcoles, 22 de noviembre de 2006. Actualizado a las 21:30 (CET)
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Escapada
Los japoneses desembarcan en Salamanca
La 'Japan Week' acerca la cultura nipona a la ciudad del Tormes con un maratoniano carrusel de exposiciones y muestras variopintas
Pepo Paz Saz

[foto de la noticia]

Una vez al a�o, y ya son 30 las ediciones, la cultura japonesa se asoma al mundo a trav�s de un complejo programa de representaciones teatrales, conciertos de m�sica y percusi�n tradicionales, exhibiciones de quimonos y artes marciales, talleres art�sticos, presentaciones florales, pintura y gastronom�a, entre otras propuestas, que tienen como intenci�n dar a conocer la idiosincrasia y maneras de ver la vida cotidiana de tan lejanos vecinos planetarios.

Cada a�o una ciudad y un pa�s. La 'Japan Week' ha desfilado as� por medio mundo: Estados Unidos, los Pa�ses Bajos, Italia, Alemania, Francia, el Reino Unido, B�lgica, Austria, Canad�, Cuba, Hungr�a, la Rep�blica Checa, Portugal y Turqu�a. Y ahora le toca el turno a Espa�a, con el tel�n de fondo de la que fuera, hace cuatro a�os, Capital Europea de la Cultura: Salamanca.

La urbe castellano-leonesa espera recibir hasta el pr�ximo domingo 26 de noviembre la visita de una nutrida representaci�n de la comunidad japonesa: 1.500 nativos que apoyar�n el intenso intercambio cultural entre ambos pa�ses participando en un apretado programa de actos, de acceso gratuito, que se est� desarrollando en los lugares m�s representativos de la ciudad: la Plaza Mayor, el Teatro del Liceo y el Palacio de Congresos.

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Mientras, el Museo de Arte Oriental (San Pablo, 26) acoge una muestra del arte japon�s a trav�s del grabado heroico y guerrero Musha-e. El broche de oro a esta semana de inmersi�n cultural lo pondr� la fiesta Espa�a y Jap�n, Danza, que comenzar� a las 12 h. del domingo en la Plaza Mayor, con la participaci�n de siete compa��as y grupos de ambos pa�ses.

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EL TORMES Y LA CIUDAD.La Japan Week es un espejo con dos caras, ya que tambi�n servir� para presentar a Castilla y Le�n ante los ojos del p�blico japon�s, un mercado creciente que, en 2005, llev� hasta la regi�n aproximadamente un 10% del total de visitantes nipones que desembarcaron en Espa�a. Un potencial al que las autoridades de la Junta de Castilla y Le�n, el Ayuntamiento salmantino y la International Friendship Foundation, organizadores de los actos, no le quitan ojo desde que se reunieron para firmar el compromiso oficial, hace ya m�s de un a�o, en el que probablemente sea el restaurante m�s puntero de la ciudad, dirigido con sabidur�a por el chef V�ctor Guti�rrez que le da nombre al local.

Est� situado en el 68 de la calle San Pablo, frente al pasaje ajardinado de la calle Buenaventura, una alineaci�n de puntiagudos cipreses que compite -en inferioridad de condiciones, claro- con la magn�fica estampa del convento de los Dominicos (San Esteban, para ser m�s exactos), lugar donde Col�n recibiera el benepl�cito real para emprender la aventura del Nuevo Mundo.

San Pablo es una v�a adoquinada por la que los autom�viles transitan cuesta abajo, amortiguando el sonido de sus neum�ticos en el irregular empedrado.

Junto a la alameda del r�o, el oto�o salmantino se hace presente sin excusas. Descansan las grullas en las aguas poco profundas de su orilla, discurre el agua como cansina desde la antigua represa, se adormecen los sauces entre un innegable olor a fango. El Ayuntamiento, metido en otros menesteres m�s populares, ha dejado echarse a perder el Bosque de Olmos de Agust�n Ibarrola, situado junto a la iglesia del Arrabal, uno de los emblemas de la capitalidad cultural.

De su desva�da imagen se pasa, de un salto, al vetusto puente romano por donde la milenaria V�a de la Plata ganaba la ciudad que am� Unamuno. Como escribi� Carmen Mart�n Gaite, "a Salamanca se la empieza a querer por el otro lado del Tormes", junto a las campas de este puente romano, hoy convertidas en espacios deportivos. Es ah� donde la ciudad se transmuta definitivamente en Macondo, y el viajero puede comenzar su paseo por un tiempo en el que parecer�a que nunca pasa nada.

LA RANA EMBOSCADA. Desde el puente hay que llegar hasta la plaza de Santiago y la calle de Los Libreros. Tiene la ciudad los ritmos muy marcados. A la ma�ana, con el mundo universitario en ebullici�n, el casco antiguo vuelve a la vida. Por Libreros arriba se llega a uno de los lugares m�s concurridos: la fachada plateresca de la Universidad, creada en 1218 por Alfonso IX, donde hay que buscar la rana emboscada, y el Patio de Escuelas, g�tico, sencillo y emblem�tico, uno de los rincones preferidos por los reci�n casados para dejarse inmortalizar, con los japoneses a la cabeza. Muy cerca queda la Casa Rectoral, lugar en el que vivi� 14 a�os Unamuno y que ahora alberga el museo del escritor.

Es Salamanca una ciudad que obliga a mirar hacia lo alto, las torres de la Clerec�a, el cielo. El oto�o la convierte, tambi�n, en una ciudad de sombras rotundas y rectil�neas donde, a mediod�a, las gentes se dan al gusto de andar y conversar buscando la tenue caricia solar. Se ofrece as� un mundo pol�glota donde el viajero se ver� asaltado, sucesivamente, por un oc�ano de lenguas propias y extra�as. S�lo hay que sentarse en la escalinata que hay frente a la Casa de las Conchas y comprobarlo.

LA PLAZA MAYOR. Trae el oto�o, tambi�n, el gusto por los caf�s y la tertulia: emboscarse tras una taza humeante, mirando pasar la vida al otro lado del ventanal, es uno de los ejercicios preferidos en la ciudad. Uno de sus m�s ilustres vecinos, Torrente Ballester, queda inmortalizado con su escultura de bronce entre las mesas del 'Novelty', en la Plaza Mayor.

Como queri�ndose vengar del desaforado crecimiento urban�stico que ahoga los centros urbanos, la Plaza Mayor salmantina parece ejercer una invisible fuerza centr�peta que hace a las gentes converger, de manera ineludible, bajo la mirada de sus soportales y medallones. Aqu� se chocan las manos encontradizos vecinos y se recuentan la vida viejos amigos. La Plaza Mayor, centro de liturgias insalvables, es uno de los rincones hacia los que invariablemente retorna el viajero.

Como lo son el solitario patio Chico, con el �bside y la torre del Gallo de la catedral Vieja y sus tejados de escamas, el recoleto jard�n de Calisto y Melibea (desde donde avistarle las verg�enzas a la muralla), la Casa Lis, refugio modernista para el 'art nouveau' y el 'art d�co' asomado sobre el paseo del Rector Esperab�, el delirio renacentista del palacio de La Salina o el ir y venir de los estudiantes por la R�a Mayor hacia el Palacio de Anaya, Facultad de Letras, y la catedral Nueva. Un traj�n que dibuja en el Palacio de Congresos, con su perfil vanguardista, un perfecto punto de fuga.

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