Cuando un artista se sube al escenario tiene la oportunidad de ser otro. A Dayna Kurtz nunca le ha interesado aprovecharla y quiz�s por eso se ha convertido en protagonista de una extra�a paradoja.
su tierra, EEUU, es considerada una cantante minoritaria que cuece la tradici�n folk y luego la enriquece con ex�ticas especies como la chanson, la tarantella o los ritmos latinos. En Holanda, sede de la distribuidora que, comenzando por 'Postcards From Downtown' (2003), comercializa sus discos, est�n convencidos de cobijar a la prima hermana de Jeff Buckley. El p�blico alem�n, por su parte, at� cabos tras la colaboraci�n de Norah Jones en 'Beautiful Yesterday' (2004) y la recibe de tiros largos en clubes y festivales de jazz.
Todos, incluidos quienes aqu�, en Espa�a, descubrieron en el homenaje a Nueva Orle�ns de 'Another Black Feather' (2006) un cruce casi perfecto entre Rickie Lee Jones y Mary Gauthier, han de saber que la de New Jersey se encuentra c�moda en su piel. "La disparidad de mi p�blico responde m�s a cuestiones relativas a la ubicaci�n o a la edad que a un determinada promoci�n, lo que demuestra cu�n rid�culas son las etiquetas. A veces pienso que un poco de �xito en EEUU no me vendr�a mal, pero me retracto al comprobar que algunos de mis colegas famosos no disfrutan de tanto tiempo libre ni de una vida as� de confortable. Por otro lado, conozco una infinidad de m�sicos extraordinarios que a duras penas llegan a fin de mes, mientras yo puedo permitirme el lujo de parar seis meses, dedicarme a escribir y a recibir clases de poes�a".
Esa fortuna por la que dice sentirse culpable no es sino la l�gica consecuencia de una excepcional combinaci�n de aptitud y actitud, pasaporte para su regreso a nuestro pa�s en compa��a de su teclista habitual, Pete Vitalone. Viene sin un nuevo �lbum que presentar, ni siquiera esa anunciada revisi�n de su antiguo repertorio que pensaba titular 'Re-treads and Hand Me Downs'. "Los temas est�n ah� pero no s� qu� hacer con ellos y sus extra�as afinaciones".
Aunque le cueste reconocerlo, no deja de ejercitar su garganta, un ed�n donde caben el polvo y la miel, el Par�s de entreguerras y el blues de Memphis, Bill Withers y Johnny Cash. "La m�sica es una perra maravillosa y, si no le hago regalos con frecuencia y le beso los pies, no logro llev�rmela al catre. Por desgracia, si desespero en mis atenciones, tambi�n me da la espalda. Aunque no la entienda, quiero hacerla feliz; cuando lo consigo, el universo entero estalla".
As� es su relaci�n con la creaci�n, escenas de un matrimonio con los roles cambiados. "Adem�s -a�ade-, existen diferencias gen�ricas en la manera de tocar que nada tienen que ver con el sexo del instrumentista. El ensayo obsesivo es masculino y la improvisaci�n, femenina. Los genios como Miles Davis, John Coltrane o Nina Simone conjugaban ambas pero yo me inclino hacia lo femenino: t�cnicamente, solo progreso si una canci�n me lo exige".
