
Reacciones al álbum El 40 aniversario de la Constitución, en seis imágenes: así hemos cambiado. Bajo el epígrafe La mujer se contraponen dos fotografías. Una antigua, fechada en 1978, está compuesta por dos ancianos. El hombre aparece sentado en la puerta de lo que parece su casa. La mujer mira al exterior a través de una ventana de rejas. Escribe rosamaria.mg: "Como bisnieta (...) me parece inaceptable que se utilice una imagen para dar a entender algo con lo que la mayoría de sus familiares no están de acuerdo (...) ¿Cuándo se ha pedido permiso para esta comparación o incluso para publicar la foto de Cristina García? (...) ¿Se quiere insinuar que esta mujer vivía entre rejas? (...) ¿Maltratada? Pues antes de nada deberíamos conocer el carácter que tenían estas personas y después juzgar".
La fotografía es un arte impreciso: cada uno ve en ella lo que quiere, cree o le invitan. Al tratar de interpretarla, y analizar el impacto que puede dejar en uno, influyen multitud de factores. Algunos escapan a nuestra comprensión, otros son de sencilla identificación: los referentes personales, por ejemplo. Lo describió Roland Barthes en una obra que huye del estudio científico, La cámara lúcida. Tras la muerte de su madre, el semiólogo se enfrenta al luto y al paso del tiempo reviviendo instantáneas: "La fotografía repite mecánicamente lo que nunca más podrá repetirse existencialmente", escribe. ¿Quién si no un hijo puede resucitar a su madre fallecida al contemplar su fotografía? La reacción de la lectora resulta comprensible, pero por la misma razón, excluyente.
La tarde, la fotografía de Cristina García Rodero, es parte de la exposición La España oculta, una colección de gran valor antropológico para la que la distinguida artista recorrió pueblos y ciudades para captar aspectos recónditos de la geografía humana y tradiciones del siglo XX. En ningún momento identificó a sus protagonistas. Cuando el jefe de Fotografía de EL MUNDO adquiere la imagen no ve en ella a sus dos bisabuelos. Sino una composición que le brinda una interpretación de la realidad. No juzga a la pareja de ancianos. Pone al lector frente al espejo de una de las muchas realidades que ofrece: el papel de la mujer en una época en la que la inmensa mayoría no era libre. La libertad entendida desde 2018.
La composición de la foto tiene una carga simbólica enorme. Al contraponerla con una imagen actual (una mujer hablando por su teléfono móvil) quizá se alcanza aquel paroxismo de Joan Fontcuberta: "Toda fotografía es una ficción con pretensiones de realidad". ¿Quién sabe si la mujer que habla por teléfono en pleno siglo XXI sufre maltrato y si aquel suponemos matrimonio de 1978 era feliz? Pero el imaginario colectivo funciona y no exactamente en esa dirección.
La intencionalidad de la comparación es clara: sacudir la conciencia del lector. Y para ello hay que entender que, volviendo a Fontcuberta, las fotografías, más allá de lo que puedan representar, son interpretaciones, no un reflejo fidedigno, son formas de ver absolutamente subjetivas.
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