La voracidad del periodismo despacha desgracias como el futbolero devora pipas. Pelamos una, tiramos la c�scara, comemos el tito y cogemos otra. Pelamos una, tiramos la c�scara, comemos el tito y cogemos otra. Pelamos una, tiramos la c�scara, comemos el tito y cogemos otra.
�Las v�ctimas de la crisis tienen ya algo de polvorones a los que estrujamos para darles forma antes de hincarles el diente a la hora de las noticias. Un "alc�nzame esa sal", un aperitivo de domingo, un "ponme otra ronda que �sta ya se termin�". Por eso al rato de irnos de all� y lavarnos las manos, como con las pipas, nos escuecen los labios.�
Escuecen los labios y m�s. A veces hasta que sentimos la sangre en la boca. Se llamaba Amparo, viv�a en Carabanchel y un martes como hoy se suicid� tom�ndose un bote de barbit�ricos. Aqu�, cerca de casa, apurando el vaso analg�sico como la que se inyecta morfina. La historia de una madre con seis hijos y dos nietos a su cargo a la que le lleg� una comunicaci�n por una deuda de 900 euros. Ella antes ten�a hasta para salir a cenar y aquel martes no ten�a ni para quedarse a comer. Un derrotista dir� que era una parada m�s. Un hombre de negro, que hay una parada menos.
Hoy hace tres meses que Amparo muri�. Y hoy los hijos hacen plastilina con la crisis. Hacemos pirotecnia con los efectos de la Gran Depresi�n, pero ni una cerilla le arrimamos a las causas m�s �ntimas. No vaya a estallarnos el polvor�n que somos nosotros mismos: nuestra autocomplacencia con un sistema que condena a la pobreza, nuestro pasar de largo comiendo pipas, nuestra inacci�n, lo medio muertos que estamos.
Sucede en la Espa�a cada vez m�s enhiesta de Montoro y a la que le entra "el dinero por todas partes" (sin especificar por las partes de qui�n). Me cuentan que ya son m�s de 25 los brotes negros de los suicidios en 2013, desde la mujer que se quem� a lo bonzo en una entidad bancaria de Castell�n hasta los dos jubilados que se quitaron de en medio cogidos de la mano en Calvi�, nada m�s recibir el aviso de desahucio. Me cuentan que a muchos est� dejando viudos la raz�n. Y que Amparo ten�a 45 a�os y ya era vieja. �
El que pregunta una vez es tonto una vez, pero el que no pregunta nunca es tonto toda su vida. As� que podemos elegir entre el m�s sensato de los silencios o la m�s inc�moda de las preguntas. H�lder C�mara contaba que si le daba de comer a los pobres, la gente le llamaba santo. Y que si preguntaba por qu� pasaban hambre, la gente le llamaba revolucionario.
No s� ustedes, yo en los patrones de los imposibles no creo. Pero en las interrogantes todav�a s�: ser�a inhumano no preguntarse por qu�, por qu� habr�n muerto Amparo, Mar�a, Juan, Javier, Carmen, F�lix, Ram�n, Sara, Luisa, Carlos, qu� habr�a pasado si los recortes fuesen con otras tijeras, qu� tipo de marca es Espa�a en deportes� como �ste. Y si detr�s de estos nuevos muertos de hambre habr� alguien muerto de verg�enza o un se�or comiendo pipas.