
He aqu� un texto que llega a mi correo del escritor y viajero Luis Mazarrasa, el autor de Viajero al curry y especialista en Oriente, que se mueve en estos d�as por el estado indio de Guyarat, golpeado por la peste porcina:
"`Oh no, la peste porcina no supone problema alguno en Ahmedabad�(en la foto), no tiene apenas importancia´, me comenta Vivek, un joven que conozco en un autob�s del estado indio de Guyarat. Pero, pese a su afirmaci�n, Vivek no se ha quitado una mascarilla en todo el viaje desde Patan a Ahmedabad. Es una de las contradicciones constantes que uno se encuentra en la India expresadas tambi�n entre lo que un paisano dice y lo que hace. Lo cierto es que la epidemia de peste porcina que se declar� en enero sobrepas� esta semana los 300 muertos en Guyarat -la regi�n m�s afectada- y los mil en todo el centro y oeste del pa�s. Se espera que en breve, con la subida de las temperaturas, el virus empiece a remitir.
Como tambi�n se contradice Salim, el conductor de autorickshaw que me lleva al mausoleo de un santo musulm�n del siglo XV, a la afueras de Ahmedabad, cuando me asegura que aqu� no hay problemas entre hind�es y musulmanes, para, cinco minutos m�s tarde, advertirme que en el barrio que atravesamos `solo pueden vivir musulmanes, si se mezclan hind�es, problem´. As� es la India eterna, siempre incomprensible, ya que casi todo lo que se diga sobre ella, vale tambi�n en contrario.

Ahmedabad, la principal ciudad del Guyarat, un estado semides�rtico fronterizo con Pakist�n, es bastante antigua, aunque eso no es decir mucho en la India, y cuenta con un buen n�mero de monumentos, sobre todo isl�micos de los siglos XV y XVI, mezquitas, mausoleos y capillas suf�es de la �poca del esplendoroso Sultanato de Guyarat, pero tambi�n una serie de fascinantes baolis, unos extra�os pozos que se hunden varios niveles en la tierra y cuyos muros est�n ricamente tallados o repletos de fabulosas im�genes de deidades hind�es.
Los baolis son herencia de las dinast�as hinduistas medievales anteriores a la dominaci�n isl�mica. El de Patan, a tres horas de autob�s al norte de Ahmedabad, es seguramente la joya de estos pozos. Fue constru�do en el siglo X por mandato de la esposa de un rey como regalo a su marido. En la lista del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, el baoli de Patan desciende tres plantas y al llegar a la m�s baja se despliega ante nuestros ojos asombrados toda una explosi�n del pante�n hinduista en los muros del pozo. Parvati sentada en el regazo de su esposo, el dios Shiva, Vishnu enarbolando la concha, el disco afilado -su terrible arma cortante- y otros atributos en sus m�ltiples brazos, gr�ciles ninfas celestiales, algunas totalmente desnudas y con su cuerpo et�reo adornado de preciosas curvas...
De vuelta a la ciudad, el �rbol de la Vida, una imagen tallada en una sola piedra en una ventana de la mezquita de Siddi Sayid, financiada en el siglo XVI por un mercenario abisinio, es de tal belleza que se ha convertido en el s�mbolo de la ciudad. Los monumentos m�s impresionantes de Ahmedabad se deben al fundador de la `ciudad moderna´ en el siglo XV, el sult�n Ahmed Shah, cuyos restos reposan junto a los de Qutubudin Bahadur -su nieto, que perdi� el Sultanato ante al emperador mogol Humayun-, frente a la mezquita principal, la Jama Masjid.
Antes de partir hacia el profundo sur de la India, una noche visito la dargah, la capilla suf� y tumba, del santo Sayid Usman. Es jueves, por lo que cientos de fieles se re�nen para rezar y cantar; hay derviches reverenciados casi como santos, hombres que lloran, mujeres ext�ticas que oran entre movimientos fren�ticos de rostro o girando la cabeza interminablemente y unas cuantas pose�das por alg�n esp�ritu maligno que se retuercen en el suelo y emiten alaridos espeluznantes, pero la mera presencia del santo Sayid Usman deber�a bastar para sanar y vencer a cualquier demonio. Todo alrededor de la majestuosidad del mausoleo y la vecina mezquita, ambos preciosos monumentos del siglo XV.".