"Pali, ese toro me ha matado", fue todo lo que lleg� a decir Jos� Cubero, Yiyo, el 30 de agosto de 1985, a su pe�n de confianza. �'Burlero' acababa de partirle el coraz�n, literalmente, y el joven matador, de 21 a�os, supo reconocer en un �ltimo fogonazo de lucidez que todo hab�a acabado.
Menos de un a�o antes, Paquirri dirigi� al m�dico que lo atendi� en Pozoblanco las palabras m�s terribles y serenas que pronunci� nunca. "Doctor, la cornada es fuerte. Tiene al menos dos trayectorias, una para ac� y otra para all�. Abra todo lo que tenga que abrir, lo dem�s est� en sus manos. Y tranquilo, doctor", dijo Francisco Rivera, consciente de que se le escapaba la vida por entre los alamares.
En Aire sur l'Adour, al sur de Francia, Iv�n Fandi�o mir� con angustia a su compa�ero de terna Thomas Dufau y le pidi� que los m�dicos se apremiaran: "Daos prisa porque me estoy muriendo".
�Cuando uno no cree en el m�s all� -y en ocasiones le cuesta incluso identificar como aut�ntico el m�s ac�- se pregunta si ser� posible identificar cu�ndo se otea la frontera que separa la vida de la muerte. Con sus �ltimas palabras, los toreros citados, todos fallecidos en el ruedo, confirman que s�. Pasaron tanto tiempo jug�ndose la vida, tratando de burlar a la muerte, ya fuera sobre el albero o recreando el envite en sus cabezas, que se familiarizaron con ella hasta tal punto de que fueron capaces de reconocerla cuando llam� a la puerta. Y a ella se enfrentaron con valor.

Iv�n Fandi�o charla con Juan del �lamo instantes antes de la cogida mortal. | Afp