El Hombre de Herques fue un varón tinerfeño, momificado entre los años 1154 y 1260, hallado en 1763 en el barranco que le da nombre, 30 kilómetros al sur de la actual Santa Cruz, y enviado a la Península como regalo para los reyes de España en 1764. El cuerpo cruzó en barco el Atlántico, envuelto en algodón, pasó por la Biblioteca del Palacio Real, por el Real Gabinete de Ciencias, por el Museo de Ciencias Naturales y por el Museo Anatómico-Antropológico, hasta llegar al Museo Arqueológico Nacional.
Pese a todo ese trasiego, el Hombre de Herques llegó al siglo XXI en condiciones de conservación extraordinarias que demostraban la sofisticadísima técnica de la momificación de los guanches. Los pobladores prehispánicos de Tenerife, pese a vivir suspendidos entre el neolítico y el paleolítico, conservaban a sus muertos con técnicas tan complejas o más que las de los egipcios. Por eso fue posible saber que el Hombre de Herques midió 1,70 metros (los castellanos de la conquista anotaron que los canarios eran muy altos, a menudo rubios y de cráneos grandes) que no tuvo una sola caries ni heridas significativas en sus huesos, que tenía de 35 a 40 años cuando murió y que era, sin duda, un hombre poderoso. En la última década, investigadores de Madrid y Canarias iniciaron una nueva campaña de estudio de la momia y hubo una película película que retrató su historia, Las momias guanches, de Regis Francisco.
En adelante, quedará la película porque el acceso al Hombre de Herques estará exclusivamente reservado a los investigadores académicos, lejos de la mirada del público. La momia guanche del Museo Arqueológico Nacional es la gran protagonista del anuncio de hoy del Ministerio de Cultura del Gobierno de España: los Museos Estatales gestionados por la Dirección General de Patrimonio Cultural y Bellas Artes han retirado ya todos los restos humanos que se alojaban en sus salas, de acuerdo con un «documento deontológico de buenas prácticas» al que se refirió Europa Press en una información. El nuevo código responde a una instrucción del ministro Ernest Urtasun y sigue la doctrina del Consejo Internacional de Museos (ICOM) y la política de descolonización de los museos que fue una de las primeras líneas anunciadas por Urtasun cuando llegó al Gobierno.
De los 16 museos dirigidos por el Ministerio, el caso más significativo es el del Museo Nacional de Antropología, que cuenta con más de 4.452 restos humanos inventariados y que está construido sobre la colección anatómica de su fundador, el médico Pedro González Velasco. En julio pasado, el Museo Nacional de Antropología publicó una comunicación en la que anunciaba la nueva política: «En los últimos años, se ha producido un cambio en la consideración de los restos humanos en los museos. Su estatus dentro de las colecciones es único, ya que no son simples bienes culturales, son los restos de una persona fallecida y deben ser tratados con dignidad y respeto».
La comunicación del museo se comprometía a no exponer «restos humanos cuando la comunidad de origen de los restos esté en contra de su exposición pública. Este es el caso del pueblo atacameño lickanantay (norte de Chile) que se opone a la exposición de los restos humanos de sus antepasados, conocidos localmente como abuelos, gentiles o antiguos. También se tendrán en cuenta las tradiciones y creencias de la comunidad de origen a la hora de exponer los restos humanos. Solo se expondrán restos humanos cuando sea imprescindible para entender el discurso que el museo pretenda transmitir y no se pueda realizar de otra manera con la misma eficacia».
En otras palabras: el documento del Museo Nacional de Antropología demuestra que la desaparición de las momias y esqueletos en los museos del Estado no es tanto una cuestión de decoro hacia los espectadores sino de respeto histórico. El problema de los cuerpos no es su condición humana sino el pecado original de su llegada hasta los museos después de expolios y victorias militares y su empleo histórico en favor de teorías racistas.
En el mundo anglosajón, ese debate ha sido relevante desde hace años. Varios libros han documentado la lleada de las momias egipcias y americanas a Londres y Washington en el siglo XIXy su tratamiento circense. Y en Nueva York, el American Museum of Natural History anunció en noviembre de 2023 que retiraría de la exposición pública los cuerpos humanos que estaban hasta entonces en sus salas. El museo aclaró que conservaría, apartada de las miradas, su colección de 12.000 cuerpos.
¿Es posible considerar que el Hombre de Herques fue lesionado en su dignidad en el trasiego que lo llevó desde Tenerife hasta el Museo Arqueológico Nacional en el siglo XVIII? ¿Existe una comunidad en las islas que pueda reclamar que la exposición de su cuerpo es un acto ofensivo? De todos los museos que en España muestran restos humanos, el más impactante es el Museo Canario de Las Palmas de Gran Canaria, una institución privada que tiene una sala dedicada a los cráneos de los pobladores prehispánicos, aunque aparecen contextualizados como un anacronismo académico.