La divina Isabelle Huppert es la estrella más rutilante del cine francés. Hace unas semanas entregó el Léon de Oro a un ufano Pedro Almodóvar por La habitación de al lado como presidenta del jurado de la Mostra de Venecia y esta semana presentará en el Festival de San Sebastián su tercera colaboración con el maestro Hong Sang-soo, Necesidades de una viajera. Mientras tanto, en los cines podemos disfrutar de Sidonie en Japón, una exquisita miniatura dirigida por Élise Girard en donde interpreta a una escritora viuda invitada al país del Sol Naciente con motivo de la reedición de su primera y legendaria novela.
Huppert siempre ha sido una actriz inquieta, también en sentido geográfico. A los 71 años, no sólo acumula más de 150 títulos a sus espaldas, sino que, desde que se fue a Montana a rodar La puerta del cielo (1980), con Michael Cimino, colecciona puntos de todas las aerolíneas. Ha caminado por el Valle de la Muerte con Gérard Depardieu y ha rodado en África con Claire Denis y Bertrand Tavernier.
Además de Necesidades de una viajera, ya había rodado dos películas con Hong Sang-soo, el más prolífico de los cineastas coreanos; se aventuró en la selva filipina con Brillante Mendoza, y voló a Camboya para adaptar a Marguerite Duras a las órdenes de Rithy Panh.
Su último destino ha sido Japón, «un viaje» que, como dice Élise Girard, «no se puede rechazar. Conmigo tenía mucha confianza porque dirigí a a su hija, Lolita Chammah, en mi anterior película y ya nos conocíamos muy bien. Pero, en general, a Isabelle le encanta ponerse al servicio de los cineastas y de la visión que tengan de la película. Hace todo lo que le piden, pueden hacer con ella todo lo que quieras. Como es tan brillante y tan inteligente, siempre profundiza, y va más allá. Cuando le gusta el universo de un director de cine siente una felicidad inmensa al poder formar parte de él, y eso se nota».
Sidonie en Japón también es un viaje literario y, a la vez, tiene mucho de instalación minimalista de arte contemporáneo: cuando los personajes se mueven en automóvil los fondos son de fantasía, como en las películas de Hitchcock. «Esas escenas las rodamos en estudio con pantalla verde, para poder proyectar lo que quisiera al fondo. Es verdad que me siento muy próxima a la pintura, pienso en unos cerezos que pintó Van Gogh, en David Hockney, y por supuesto en la pintura japonesa, cuyos colores han definido formalmente la película».
Sidonie en Japón está espléndidamente fotografiada por Céline Bozon. La escritora a la que encarna Huppert, una mujer que ha enviudado y dejado de escribir, vuela a Japón con un libro de Nathalie Sarraute bajo el brazo. La elección de Infancia, el relato autobiográfico de la estrella del Nouveau Roman, como objeto de atrezo no es casual: «Es un libro que me marcó, y Nathalie es muy amiga de Isabelle. Otra escritora que sin duda me inspiró fue Françoise Sagan, que obtuvo un éxito muy temprano con Buenos días, tristeza».
Al poco de aterrizar, el personaje de Huppert se reencontrará con el fantasma de su marido, que se le aparece de la forma más simpática posible, al estilo de El fantasma de Canterville, porque esta es una comedia minimalista. «los japoneses tienen una relación con la muerte muy distinta a la nuestra. La sensación de pérdida es la misma, pero no es nada inhabitual que convivan con sus fantamas». Igual el aspecto fantástico viene dado por la sensación de irrealidad que todo occidental tiene en Kioto, como si se tratara de otro planeta. «Es la mirada del que acaba de llegar, como yo misma hace unos años o Isabelle en la película. Todo es maravilloso. Sólo ahora, que he vuelto varias veces, empiezo a ver todo lo que no se ve a primera vista, como la situación de la mujer, que es dura».