LITERATURA
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El mayor experto en Leonardo da Vinci: "Quiso irse a Constantinopla, si el sultán turco hubiese aceptado tal vez hoy tendríamos la Mona Lisa con velo"

Tras descubrir la identidad de su madre, una esclava del Cáucaso, Carlo Vecce publica la monumental 'Vida de Leonardo' (Alfaguara), de 680 páginas. "El objetivo es recuperar su humanidad más allá del mito de Hollywood", dice

La sonrisa de la Gioconda en una exposición inmersiva de Da Vinci.
La sonrisa de la Gioconda en una exposición inmersiva de Da Vinci.NICOLAS TUCAT / AFP
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«Esta es la historia de un chico de campo, así empieza Carlo Vecce su monumental Vida de Leonardo (Alfaguara). Un chico bastardo, hijo de un notario florentino, ser Piero, y de Caterina, una esclava circasiana, uno de los pueblos más salvajes del Cáucaso, sin escritura, con sus propios mitos y lejanas sagas. Hace dos años, Vecce revolucionó la Historia del Arte con un descubrimiento inédito: la identidad de la madre de Leonardo, a la que dedicó una novela, Caterina (Alfaguara), que inmediatamente se convirtió en un best seller en Italia. Y en su magna biografía de 680 páginas arroja una nueva luz sobre el hombre tras el artista, aquel niño asilvestrado que no fue a la escuela, que creció entre las colinas y los campos de Vinci con una madre que le cantaba nanas en una lengua antigua, que no se parecía a ninguna otra en Europa.

«Documentar los orígenes de Leonardo tal vez sea el descubrimiento más importante de los últimos 500 años, incluso más que encontrar un nuevo cuadro o atribución. Como el famoso Salvator Mundi... ¿Puede decirnos algo más sobre las imágenes o la imaginación de Leonardo? No. Pero sus orígenes, que siempre habían sido oscuros y misteriosos nos aportan muchas claves de interpretación», explica Vecce, uno de los mayores expertos en Da Vinci. Hace referencia al cuadro más caro del mundo, que se vendió en 2017 por 450 millones de dólares en Christie's Nueva York y desde entonces permanece en el yate Serenne del príncipe saudí Mohamed bin Salman. Pero la autoría del Salvator Mundi sigue cuestionada y varios historiadores del Louvre la etiquetaron como una pieza de taller.

«No he visto el cuadro original y no puedo juzgarlo exactamente, pero tengo la impresión de que no es una obra totalmente original. Debió realizarse en el taller de Leonardo, quizás él intervino pero se completó por otros. Es como la Mona Lisa del Prado, que es una obra estupenda, preciosa, y seguramente desde el punto de vista comunicativo es mejor que la Gioconda de París. Tiene pinturas de protección y la última restauración es excelente: nos permite ver los colores originales, cómo era este cuadro en el taller de Leonardo», dice Vecce. Profesor en la Universidad de Nápoles (antes en la Sorbona de París o en Los Ángeles), lleva décadas analizando y publicando varios escritos de Leonardo, como su Libro de Pintura o el Códice Arundel, junto al canónico experto Carlo Pedretti -fallecido en 2018- y Paolo Galluzzi, ex director de la Biblioteca Leonardiana y responsable de la digitalización de sus archivos.

«Leonardo es hoy un icono pop y de masas, pero se le conoce más por aspectos que no tienen mucho que ver con la realidad de su vida. Existe el mito de un Leonardo enigmático, oscuro, esta idea del genio sobrehumano... Es una imagen muy popular en Estados Unidos, pensemos en El código de Da Vinci o Da Vinci's Demon. Su último biógrafo fueWalter Isaacson,que después escribió la biografía de Elon Musk... [inflexión irónica en su voz y sonrisa a lo Gioconda] El objetivo de mi libro es recuperar la humanidad de Leonardo más allá del mito americano y de Hollywood», resalta Vecce.

La 'Mona Lisa' del Prado tras su exquisita restauración.
La 'Mona Lisa' del Prado tras su exquisita restauración.

A diferencia de la biografía que le dedicó hace más de 20 años, ahora el protagonismo recae en Caterina, la joven que creció en libertad entre los manantiales y las tierras altas del Cáucaso, hasta que fue raptada para ser esclava en la floreciente -y convulsa- Italia del Renacimiento. Como las torturas que imagina Margaret Atwooden El cuento de la criada (todas inspiradas en hechos reales ocurridos en distintas épocas históricas), a las esclavas que daban a luz en la Europa del siglo XV se les arrebataba el bebé -que crecería en un orfanato u hospicio- para que ellas pudieran amamantar a los hijos de nobles y aristócratas. Ese debió ser el destino del pequeño Lionardo, un nombre poco común en la época, que evoca la fuerza del león y el ardor del fuego, y que probablemente escogiera Caterina. Aunque su padre, el notario Piero, no le reconoció como hijo legítimo sí intervino para conseguir la libertad de Caterina -que entonces tenía 25 años- y casarla con un campesino local. Siempre desde la distancia, ser Piero ayudó a Leonardo (que no sería su único vástago ilegítimo): le hizo entrar en el taller de Andrea Verrocchio e intermedió para conseguirle encargos como la Mona Lisa. Pero es la madre a quien Leonardo venera en sus cuadros de vírgenes, santas y madonnas.

«Caterina fue una inmigrante, sufrió mucho: pasó por Constantinopla, Venecia y Florencia, aprendió el idioma de los lugares donde se encontraba con gran esfuerzo. Seguramente no llegó a hablar bien el italiano antiguo y se comunicaba con Leonardo sobre todo con el cuerpo, los gestos, la sonrisa y los ojos. Es decir, de una forma muy directa y carnal», apunta Vecce. Su hipótesis, que cambia la interpretación de la obra leonardiana, es que tras la sonrisa de la Mona Lisa, la dulzura protectora de La virgen de las rocas o la fuerza de La dama del armiño late su madre, el recuerdo de sus gestos, el intento de retener su imagen.

'La virgen de las rocas'.
'La virgen de las rocas'.MUSEO DEL LOUVRE

«En casi todas las obras de Leonardo el tema dominante es la mujer y, normalmente, son madres[con 24 años, la Gioconda ya tenía cinco niños]. Estoy convencido de que Leonardo quería proyectar en estas figuras la historia de su propia vida e infancia, esos momentos de felicidad, los primeros años que vivió junto a su madre y que perdió para siempre», reivindica Vecce. Su madre forma parte de cierto paraíso perdido, una Vinci llena de flores y pájaros, de la que Leonardo sería arrancado a los 10 años para ir a Florencia, tras la muerte de su abuelo Antonio, erigido en una suerte de tutor.

Si Caterina subyace tras sus vírgenes y retratos femeninos, Vecce ve en ciertos paisajes de Leonardo -que otros han querido identificar con la Toscana- una representación de una naturaleza ideal y orientalizada. «A veces la gente quiere reconocer detrás de la Mona Lisa o de Santa Ana detalles de geografías reales. Pero es imposible porque son parajes fantásticos e imaginarios sobre todo en la Anunciación, el primer cuadro de Leonardo: apreciamos una montaña muy alta a lo lejos y, a los pies, un paisaje marino que evoca un puerto con barcos en Oriente». ¿El mar negro y las altísimas cumbres del Cáucaso donde había nacido su madre?

Otro apunte sorprendente es el sueño oriental de Leonardo, que en el verano de 1498 escribió una carta al sultán Bayezid II para ofrecerle sus servicios como ingeniero, científico y arquitecto, proponiéndole la visionaria idea de construir un puente móvil sobre el Bósforo para conectar Asia con Europa. «Era demasiado audaz. Probablemente, el sultán pensó que el infiel llamado Leonardo estaba loco o era un timador», ríe Vecce. «Este es un episodio increíble de la vida de Leonardo, que nos costaría creer si no tuviéramos la carta, descubierta hace unos 70 años en el Archivo de los Sultanes de Estambul», añade.

Carlo Vecce, biógrafo de Leonardo da Vinci.
Carlo Vecce, biógrafo de Leonardo da Vinci.Archivio Giunti

¿Qué habría pasado si el sultán hubiese requerido a Leonardo? ¿Cómo habría cambiado la Historia en general, y la del arte en particular? «Tal vez no tendríamos la Mona Lisa, o sí, pero con un velo. La historia sería completamente distinta si Leonardo hubiese puesto su mente al servicio de los turcos», responde Vecce. «Lo que nos enseña este episodio es que Leonardo no conocía fronteras, estaba preparado para marcharse de Europa y abandonar el mundo occidental porque le parecía que estaba en crisis, siempre con guerras constantes entre reyes, príncipes, ducados... Él buscaba nuevos espacios de libertad. He aquí otro elemento fundamental de la vida y la personalidad de Leonardo: la libertad».

Una libertad que le llevó a trabajar para todopoderosos mecenas como los Médici, los Borgia, los Sforza y varias órdenes religiosas. Pero cuando Leonardo no estaba a gusto en un lugar simplemente se marchaba, dejando múltiples encargos a medias y obras inacabadas, que llevaría consigo durante largos años, como la Mona Lisa, Santa Ana, San Juan o Leda, hoy perdida. Al final de su vida, cuando llegó a Francia bajo la protección del rey Francisco I, que le cedió la mansión de Clos Lucé, cerca del Castillo Real de Amboise, Leonardo las dispuso todas en caballetes en su atelier. «Pertenecen a su mundo privado e ideal. Su realción con estas obras se ha vuelto íntima, personal, casi como un diálogo con personas, o fantasmas, que lo miran desde las tablas inacabadas y a las que él va añadiendo, lentamente, día tras día, detalles infinitesimales, matices, velos de pintura transparente», escribe Vecce en su libro, donde no hay nada que no esté documentado.

«¡Aún queda mucho por descubrir de Leonardo! Olvidamos que en las bibliotecas y en los archivos hay millones de papeles y documentos. Es un patrimonio cultural desconocido», se entusiasma. Y pone España como ejemplo: en Barcelona se conservan algunos documentos de la familia Da Vinci (el abuelo Antonio vivió al lado de Santa María del Mar en plena construcción de la catedral), en la Biblioteca Nacional de Madrid hay dos manuscritos originales de Leonardo y lo más desconocido está en Valencia... «Allí encontramos la imagen más antigua de Mona Lisa, pintada por un alumno antes de que Leonardo terminara el cuadro. ¡Y nadie lo sabe!», dice Vecce. Aunque hoy en el Louvre casi nadie mira la Gioconda («¡se están haciendo selfies, le dan la espalda!», lamenta), ella sigue sonriendo. Como la madre de Leonardo.