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La memoria 'plástica' de las tiendas de discos a través de sus bolsas

El coleccionista Manuel Celso Puñonrostro recopila en 'Plásticos' 25 años de la historia gráfica y sentimental de estos locales, hoy en vías de extinción

La memoria 'plástica' de las tiendas de discos a través de sus bolsas
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Hubo un tiempo en que la música que escuchábamos estaba hecha, en su mayor parte, de plástico. El de los vinilos, los casetes y los cedés que servían de soporte a las novedades de la industria, pero también el de las (hoy denostadas y hasta prohibidas) bolsas de los establecimientos donde se vendía toda esta mercancía organizada por géneros. «De las 1.500 tiendas de discos que debía de haber en España en los años 80, ya no quedará ni el 10%», sostiene Manuel Celso Puñonrostro (Madrid, 1978), artífice de Plásticos(LaFonoteca), un recorrido gráfico por estos puntos de encuentro que servían tanto de escaparate a las tendencias del momento como de plataforma de apoyo a artistas del underground. «Más que una oda a la nostalgia, el recopilatorio de este libro nace con la intención de rendir homenaje y documentar la importancia de estos locales y sus coloridos emblemas derivados del petróleo».

Su afán coleccionista se remonta a 2002, en Cambridge, cuando era camarero de un hotelucho no muy lejos de la universidad. «Las primeras bolsas las guardé a modo de suvenir alternativo a la postal o el imán de nevera», evoca. «De regreso a Madrid, me traje en la maleta una veintena larga a la que decidí dar continuidad en el transcurso de otros viajes y con encargos puntuales a amigos que vivían fuera». Hace 10 años, Raúl Alonso (cofundador de LaFonoteca) se enteró de la rara afición de Puñonrostro (el seudónimo que utiliza como DJ en las noches del Weirdo!, el Fun House y el Mongo, entre otras salas emblemáticas de la capital) y juntos organizaron una exposición en el Café Molar. «Un poco como los rótulos de comercios antiguos que se vio hace poco en CentroCentro de Madrid, pero dedicada al mapa de los sonidos de tres generaciones de oyentes». También aquí aflora una España vacía: «Frente al poder de concentración de Madrid, Barcelona y Valencia, Discos Keramidas de Cáceres es la única tienda en 300 kilómetros a la redonda», revela. «Y en todo Aragón sólo quedan dos».

LUGARES DE FORMACIÓN

Esta última y más completa recopilación de más de 200 bolsas (sólo una veintena son préstamos) funciona como hilo conductor de un recorrido por diversos lugares y épocas de la geografía española: tiendas míticas (MF Discos, BCore, La Metralleta...), grandes cadenas (Madrid Rock, DiscoPlay), negocios independientes (FlexiDiscos, UltraLocal), algunos extintos, otros de reciente «y temeraria» creación. «No eran sitios a los que fueras solo a comprar, sino a formarte, a educar el oído, a crear tu propia identidad, incluso a perder el tiempo, que es la mejor forma de descubrir sonidos nuevos», prosigue. «Creo que entonces la música te definía más que ahora. Si veías por la calle a alguien con una bolsa de Del Sur sabías de inmediato dónde ubicarlo y cuáles eran sus gustos».

Tiene algo de ironía del destino que Puñonrostro, que hace dos décadas empezó a coleccionar bolsas de tiendas de discos, «a ser posible de plástico, derivadas del petróleo», haya terminado trabajando como abogado del Ministerio de Medio Ambiente. «Debido a la lógica y necesaria lucha contra el calentamiento global las bolsas de plástico son cada vez más difíciles de encontrar y terminarán desapareciendo», asevera. «Lo que, por supuesto, no quiere decir que nuestro pasado cultural deba ser olvidado o eliminado». Su tesoro, de momento, no cotiza al alza. «Ha pasado sólo un cuarto de siglo y muchas de estas bolsas están al alcance de cualquiera a golpe de clic». En Wallapop y Todocolección no piden más de tres o cuatro euros por alguna de estas rarezas. «Quién sabe si algún día mi lote podrá tener alguna salida honorable en Sotheby's...», bromea. «En cualquier caso, esa nunca fue mi motivación».

"Como por arte de magia, estos logos y tipografías que creías olvidadas te devuelve a otra época", dice Puñonrostro

Para Puñonrostro, sus bolsas no sólo definen una época, sino también una forma de escucha. «Antes todo era más arriesgado, pues te jugabas la pagaba de dos semanas en un disco que comprabas guiándote por lo que leías o te recomendaban», reflexiona el pinchadiscos, ex bajista suplente, mánager circunstancial y «casi retirado gig-goer», tal y como él mismo se define. «Ponías toda tu atención en lo que salía de los altavoces, sin saltarte jamás el orden de las pistas e interiorizando las letras. Y, si te gustaba, lo quemabas de tanto ponerlo». Por eso, dice, nunca ha recurrido a Spotify. «A veces tiro de Bandcamp [una plataforma de lanzamiento y de promoción para artistas independientes], pero si un grupo me gusta procuro comprar en formato físico». La última adquisición: dos vinilos (Sterntaler y FlammendeHerzen) del músico alemán de rock experimental Michael Rother en bolsa de Ritmo Discos de Castellón, que cerró poco después de su visita. «Pasa mucho y al final uno casi que se acostumbra», lamenta.

No le ha costado convencer a los dueños de La Negra, tienda de discos de vinilo nuevos y de segunda mano del madrileño barrio de Prosperidad, para esparcir algunas de sus bolsas (Elepé, Multidiscos, Record Runner, Potencial Hard Core...) por el suelo del local antes de la entrevista. «Son buena gente y un ejemplo perfecto de adaptación». Y no sólo porque ahora, además de bolsas, ofrezcan tote bags a sus clientes. «Sobre todo porque dominan el catálogo y saben muy bien qué recomendarte». En eso ha consistido, asegura, la educación musical de los jóvenes de su generación. «Muchas de las fotografías originales de Plásticos [entre cuyas páginas encontramos textos de Eric Jiménez, de Los Planetas; Rodrigo Caamaño e Isa Cea, de Triángulo de Amor Bizarro; Mar Álvarez, de Pauline en la Playa, y Manu Sánchez de Los Punsetes, entre otros ilustres colaboradores] tienen un valor histórico, pero sobre todo sentimental». Hay bolsas que son auténticas joyas del diseño («a veces involuntariamente», reconoce su propietario) y otras, sin resultar tan vistosas, provocan el mismo efecto que la magdalena de Proust. «Como por arte de magia, estos logos y tipografías que creías olvidadas te devuelven de pronto a otra época».