Román Collado, sentado en el estribo, esperaba la gloria como quien espera el tren de las 19.53, la hora exacta en que el bravo Orgulloso rodó ya muerto. La faena, en su primera mitad, había sido una exhibición del galope del toro en la larga distancia que el torero le concedía. El fuenteymbro se arrancaba, después de un punto de tardeo, como una locomotora. Y pasaba por allí, por uno y otro pitón, con la emoción de lo incierto -a tantos metros y con el viento...-, una repetición trepidante, menos cuando debía emplearse y perdía las manos, desajustadas las velocidades de los contendientes.
Por eso creo que Román acertó al acortar la distancia, sin que signifique que fuera corta, para apostar, no tanto por lanzar la moneda al aire, sino por torear. Quiero decir: por llevar toreado al toro y hacer del banderazo, muletazo. Y le salió bordado. Orgulloso respondió con su codicioso celo, su escandalosa bravura, más y sobre todo mejor por la izquierda, que era la que tocaba en ese momento. RC armó las dos tandas de naturales clave de la faena con una vibración tremendamente emotiva.Tan entregado y ligado, tan sincero, bravísimo también. La penúltima por la derecha con la misma autenticidad, los larguísimos pases de pecho y la embestida que nunca parecía reducirse -tan entero el toro en el caballo, derribo incluido- voltearon la plaza. Una improvisada poncina con cambio de mano interminable y una estocada a ley explosionaron los entusiasmos. La muerte lenta de Orgulloso -ovacionado el arrastre del toro más importante de los seis- y Román sentado en el estribo. Como quien espera el tren de las 19.53. Para subirse a él con una oreja de peso y esperar al siguiente.
A las 20.56 pasó el siguiente covoy, que no quería parar en la estación de un Román empeñado en subir a vida o muerte: con media Puerta Grande abierta se jugó el todo por el todo con un toro muy mirón, de afiladas intenciones. Un francotirador de venenosa bala. Completó el valenciano un tarde intachable, la más redonda y madura de su carrera en Madrid. De actitud y aptitud, centradísimo. Tragó el ricino con la ambición entre los dientes. «¡Así se viene a Madrid!», le gritaron. Casi se oían los goznes de la puerta que da a Alcalá. Pero, tras la estocada, el toro se amorcilló. Cayeron dos avisos en lugar de la bestia. Un golpe de descabello negó la mayor. Qué injusto. La vuelta al ruedo respondió a la verdad incuestionable de Román, a una parada de la gloria.
Abrió la corrida enteramente cinqueña y muy armada de Fuente Ymbro un toro castaño de aparatosa cabeza y fibroso cuerpo, agalgado, esa línea de muy movido en el campo. Y dotado, como todo el conjunto, de una movilidad bárbara. Una preparación estratosférica. Un espectáculo para el público. Y con sus virtudes pero también con sus defectos para el profesional, ese nexo del toro de Gallardo de embestidas rectas, por dentro, y más pistón que ritmo. Un computo positivo a fin de cuentas por votación popular. El Fandi, con el toro fibroso y con el cuarto, que era un tanque pero que embestía mejor -al menos en los adentros-, desplegó su espectáculo en banderillas y pegó muchos pases.
El mexicano Leo Valadez estuvo de torero macho y bragado con un torazo feísimo -segundo sobrero en Bilbao en 2023, Parrado dixit-, agresivísimo, preñado de genio. Lo cogió una vez con una violencia desatada en una arrucina temeraria -milagrosamente incruenta- y de nuevo al entrar a matar: del trance salió Valadez con el hombro luxado y doblado de dolor. Pero con el objetivo conseguido. No volvió a salir de la enfermería y El Fandi pechó con el último, un torazo con más fachada y voluntad que poder para desarrollarla. Fandila repitió el esquema de su actuación: la variedad capotera, la explosión banderillera y una faena al por mayor.
Ficha
LAS VENTAS. Sábado, 11 de mayo de 2024. Segunda de feria. Tres cuartos largos de entrada (18.497). Toros de Fuente Ymbro, todos cinqueños; serios y cuajados de tremenda movilidad; el bravo 2º fue el mejor; complicados 3º y 5º.
EL FANDI, DE AZUL MARINO Y ORO. Media estocada tendida. Aviso (silencio); estocada baja (silencio); estocada desprendida (silencio)
ROMÁN, DE CELESTE Y ORO. Estocada. Aviso (oreja); estocada y descabello. Dos avisos (vuelta).
LEO VALADEZ, DE VERDE BOTELLA Y ORO. Estocada (saludos). Herido: luxación y posible fractura