- Cine La defensa de la tauromaquia de Albert Serra: "El toreo no es un entretenimiento, es algo trascendente y poético"
- Toros La razón última de la ruptura de Roberto Domínguez con Roca Rey pasa por el documental de Albert Serra "Tardes de soledad"
Asistí este fin de semana a la proyección de Tardes de Soledad, de Albert Serra, en el cine Doré. Ya había escrito sobre la película (sin verla), el discurso y las entrevistas de Serra a propósito de la ruptura de Roberto Domínguez y Roca Rey: "Es colocar de verdad el toreo en la vanguardia, guste más o menos el contenido que expone el cineasta catalán. Porque es su discurso, la trama de sus entrevistas, su valiente posicionamiento desde la modernidad hacia este arte ancestral que es el nuestro -"transcendente", "poético", también violento, sí, y crudo, no un mero "entretenimiento"-, lo que ha llegado al mundo. Y esto alcanza a muchísima más gente de la que probablemente vaya a ver Tardes de Soledad, si es que este es el temor de los taurinos".
Esos paños de que "guste más o menos" el contenido del documental no dejaban de ser vendas antes de la posible herida, y por esto acudí al Doré con una cierta congoja y un nerviosismo manifiesto. A los 30 minutos de la proyección, aún tenso, pues en tensión te mantiene el filme entero, con algunos planos jodidos del toro y las terroríficas cogidas de RR, respiré una satisfacción inmensa: es brutal, en todos los sentidos. La tauromaquia no sale mal parada, sale como es, desnuda, a pelo, sin el celofán del arte. Y Roca Rey, digan lo que digan, o lo que le hayan dicho o habite en su cabeza, sale como un puto héroe. Otra cosa es que se esperase, personalmente, otro tratamiento "artístico" o una hagiografía sobre su figura.
Algo de esto dejó caer el cineasta en el coloquio posterior, cuando todavía me hice más partidario suyo. Un gachó con coleta tribal le lanzó una pregunta afilada como una lanza, que más o menos decía esto: "Si un toro hubiera matado a Roca Rey durante el rodaje, ¿lo habrías incluido del mismo modo que la muerte de los toros?". Albert Serra fue directo a la femoral del pensamiento antiespecista con su marcado acento catalán: "Ah, que tú eres de esos que pone al animal y al hombre en el mismo plano. Yo no".
El espectáculo continuó en una intervención que fue desde una valiente manifestación sobre la belleza de la muerte del toro al rechazo del folclore que envuelve la fiesta. Dijo también que había escogido las imágenes de Roca Rey en las plazas grandes con toros grandes porque su estatura (1 metro 86 centímetros) dejaba "pequeños" a los toros de las otras plazas; concluyó el amor por la cuadrilla del astro peruano -"los quiero a un 55%"; y se negó a colocar la tauromaquia en el lugar de la "extinción" al que le empujaba otra pregunta: "Ellos han sido tremendamente generosos conmigo, y no les voy a pagar poniéndolos en ese lugar". Y todo con el acento cerrado de catalán, contaminado, el acento, digo, por el francés de un país (Francia) que lo idolatra. Un tipo neutral respecto a la fiesta de los toros con una idea formidable de la libertad, la tolerancia y la sangre. De todo lo que va la tauromaquia y, también, Tardes de soledad. Quien vaya a verla con ojos de taurino, se equivocará. No es Currito de la Cruz.
A la Concha de Oro debería acompañarle el Premio Nacional de Tauromaquia si lo resucitan. Esto pienso y esto le escribí a Luis Ferrón, uno de los productores, antes de abandonar el cine Doré: "Me ha parecido una película extraordinaria. La verdad sin filtros. Cruda, real, violenta. Expone el sentido último y a la vez primigenio de la tauromaquia: la lucha atávica entre el hombre y la bestia. Pues en origen esto era antes de que fuera arte, y eso es antes del arte. Y también después. El frágil equilibrio entre la vida y la muerte. Siempre presentes. Enhorabuena. Es lo mejor que he visto sobre toros en mi vida. Muy importante. Goya y Serra. Muchas gracias".