ESPAÑA
Libre de marca

Sánchez huye de su sombra

Pedro Sánchez comparece en La Moncloa, el pasado 23 de diciembre, para hacer balance del curso político.
Pedro Sánchez comparece en La Moncloa, el pasado 23 de diciembre, para hacer balance del curso político.Alejandro Martínez VélezEuropa Press
PREMIUM
Actualizado

En 2025, Sánchez pretende celebrar por todo lo alto los 50 años sin Franco. Aunque en realidad festeje sus siete agitados años de duración. De triquiñuela en ardid, dura: aupado por la borrosa moción, en 2018 aseguró convocar elecciones prontamente; aguantó y se demoró casi un año; otro más en funciones -recuerden que inicialmente llamó "viernes sociales" a gobernar por decreto-; por fin, durante la festividad de los Reyes Magos de 2020, consiguió su ansiada investidura, con la trama corrupta en torno a su segundo a pleno rendimiento; casi a la par, con la pandemia como pretexto, inauguró un periodo de "dictadura constitucional", con un dilatado, impreciso e innecesario estado de alarma que acompañó de cierres parciales del Parlamento, caprichosas "desescaladas" y una obsesiva y sintomática furia desatada contra Ayuso.

En su año V consiguió dos hitos, decisivos en su derrotero: su investidura como perdedor y el apoyo de Junts -que había votado en su contra en 2020-. De modo que otorgó al separatismo la narrativa hegemónica del proceso de secesión. Su año VI fue el corolario del anterior. Con su espantá de abril y el 41º Congreso socialista consiguió hacer cómplice de su cruzada contra la Justicia a todo el partido, concedió carta de naturaleza a la expresión lawfare, remachó su relato victimista y se atornilló a la Secretaría General del PSOE, celebrando la corrupción de los ERE y animando a jalear a su esposa.

Todo de modo para que su año VII no parezca el del final de su escapada. Lo de los 50 años sin Franco también tiene truco. Burdo. No tanto por no esperar a 2026 para conmemorar la Ley de Reforma Política que sus partisanos no sabrían explicar, sino por el marco mental, basado en otro aparatoso sofisma, que producciones Moncloa aspira a construir: Sánchez y su mermada y achatada media España quieren conmemorar, en nombre del progreso, los 50 años sin Franco; A Sánchez le acosa la otra media España, mediante la acción de sus arietes, la derecha judicial, mediática y política; de modo que esta media España, si se niega a la celebración, es porque es franquista. En el fondo, en su delirio, quiere hacernos creer que el franquismo le persigue -recuerden también el reciente hallazgo: la Justicia "no ha completado la Transición"-, no que la Justicia investiga a su número dos, a su mujer, a su hermano y que hay seis de sus ministerios que han operado con la "organización criminal" montada en torno a contratos y licitaciones públicas.

Incluso entre los simpatizantes de Sánchez cunde cierta percepción de "fin de ciclo". Sánchez se atrinchera entre jubilados y jóvenes. Su nuevo artilugio, DIANA [Departamento de Innovación, Análisis y Nuevas Audiencias], a cuyos mandos ha situado a varios bacterios, le proporciona los soundbites que debe emplear en sus intervenciones públicas para micro audiencias, audiencias segmentadas y públicos específicos. DIANA rastrea inquietudes y conversaciones públicas y producciones Moncloa ahorma, junto con la prensa orgánica, un argumentario. Por otra parte, para Sánchez resulta anecdótico que una amplia mayoría de españoles -también muchos de sus votantes- rechace el pacto y privilegios fiscales para Cataluña -el pago por Illa-. Piensa que lo mismo ocurrió con los indultos y la sedición y, como proclama en su año VII, la alternativa es el franquismo. Tosco, pero divisivo. Sánchez coge aliento en cada recoveco mientras huye de su sombra.