URGENTE |
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Mejor pel�cula, guión adaptado, canción original ('We Belong Together'), montaje de sonido, película de animación. [ + INFO ]
por Virginia Hernández
A Lee Unkrich, director de 'Toy Story 3', John Lasseter le puso delante una montaña de retos el día que le tomó aparte y le dijo que iba a ser él el responsable de reabrir el cuarto de Andy. Y no un pico cualquiera, sino un 'ochomil' sin nada que envidiar al Everest o al K2. La primera y la segunda parte habían roto moldes y él debía unir los pedazos sin que se notara el pegamento. «Debía ser una 'Toy Story'», nos explicaba en la sede de Pixar poco antes del estreno de su criatura. Es decir, podría aprovechar los avances tecnológicos, a años luz de 1995, pero nadie debería extrañar al Woody y al Buzz de siempre. Además, la trilogía debía suponer un todo que se viese de corrido.
El equipo (entre los que estaban los 'popes' Lasseter, Unkrich, Docter o Stanton) se reunió en la cabaña donde nació el universo juguetero para parir propuestas. Pero se dieron cuenta de que era inútil. La historia, clave en todas las películas de Pixar, cojeaba. ¿Deberían tirar la toalla? Barruntaban esta tercera parte desde la primera época y no podía ser la opción. Alguien pensó en poner los DVD anteriores para buscar la inspiración. Y ahí estaba. ¿Qué es lo peor que le puede pasar a un juguete? Que dejen de usarlo. Enviaron a Andy a la universidad y todos recordaron lo que había pasado en sus propias casas: «Hace 10 años, mis hijos eran pequeños. No podía imaginarme cuántos sentimientos supondría que dejaran la casa para ir a la universidad. Y, sin esa experiencia, no podría comprender las sensaciones de Woody y Buzz al ver cómo había crecido Andy», explica John Lasseter.
La deuda con los fieles, que fuera el 'juguete' del gran jefe («el coche de Lasseter», bromea Unkrich), que tuviese que ser tan buena como sus predecesoras... el director iba ascendiendo la montaña con una presión para la que necesitaba bombonas de oxígeno: «Es lo más difícil que he hecho y puede que sea lo más difícil que haga en mi vida», reconoce Unkrich, quien, a pesar de haber trabajado en otras cintas (incluidas las dos partes anteriores; fue editor de la primera con 25 años), se enfrentaba a la dirección a solas. «No había nadie más a quien señalar y decir: 'que lo arregle éste'. Muchas mañanas me levantaba y deseaba estar enfermo. No sólo porque dirigir es una responsabilidad enorme, sino porque se me pidió que hiciera una secuela de dos de las películas de animación más queridas por el público y más aclamadas por la crítica». El público respondió (se convirtió en la más taquillera de Pixar) y la crítica aplaudió a rabiar. Alcanzada la cima de este particular 'ochomil', ahora se puede disfrutar de las tres como si fueran una sola.