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El nombre de Elon Musk no salió de sus labios, pero tampoco hizo falta: con un abrazo al juez Alexandre de Moraes en pleno desfile militar por el Día de la Independencia, Luiz Inácio Lula da Silva ha enviado este sábado el mensaje de que Brasil no cederá ante el multimillonario sudafricano.
"Ningún país es verdaderamente independiente cuando tolera amenazas a su soberanía. Siempre seremos intolerantes con cualquiera, por rico que sea, que desafíe la ley brasileña. Nuestra soberanía no está en venta", dijo el presidente en un mensaje difundido en las redes sociales del Gobierno a última hora del viernes. Ayer, Lula lo completó dándole el efusivo abrazo a De Moraes.
Mientras Lula ponía límites a Musk, Jair Bolsonaro ingresaba brevemente en un hospital de São Paulo con una fuerte gripe y casi sin voz. Eso no le impidió completar su plan original para el día: liderar una manifestación en la mayor ciudad de Occidente mientras llamaba a boicotear el acto de Lula.
"No tiene sentido celebrar nuestra independencia si nos privan de nuestra libertad", lanzó en un vídeo. Miles de manifestantes vestidos de amarillo acudieron a su llamada en São Paulo.
De Moraes, un verdadero súperjuez que desde el Supremo Tribunal Federal (STF) y el Tribunal Superior Electoral (TSE) ha influido decisivamente en la vida política brasileña en los últimos años, es hoy el mayor enemigo de Musk. El juez decidió suspender la actividad de la red social X en Brasil tras el incumplimiento de varias sentencias judiciales por parte de la compañía. Musk reaccionó retirando X de Brasil y denunciando que la novena economía del planeta va "rumbo a una dictadura".
Las celebraciones del 7 de septiembre han sido en los últimos años un escenario clave en la política brasileña. Si en 2022 Bolsonaro convirtió los actos en parte de su campaña por la fallida reelección, en 2023, nueve meses después de la asonada golpista del 8 de enero, Lula buscó un acercamiento con las Fuerzas Armadas. Este año, con el lema Democracia e Independencia, Brasil en el buen camino, el mensaje del palacio de Planalto tiene también destinatarios fuera del país.
Una celebración que llega en medio de una convulsión importante para el Gobierno de izquierdas de Lula: el presidente le pidió la dimisión a Silvio Almeida, ministro de Derechos Humanos, ante la acusación de la organización Me Too de que acosó sexualmente a varias mujeres, entre ellas a la ministra de Igualdad Racial, Anielle Franco, hermana de la concejala Marielle, asesinada en 2018.
En el palco se vio a 30 de los 39 ministros del Gobierno de Lula, pero no a Franco, ni a la primera dama, Janja da Silva, conocida por sus posturas feministas. El acto dedicó un espacio para homenajear a las víctimas de las históricas inundaciones de mediados de año en Río Grande do Sul, y también a la Presidencia brasileña del G20, con la cumbre de presidentes que se celebrará el 18 y 19 de noviembre en Río de Janeiro en la mira.
Mientras, Bolsonaro, inhabilitado políticamente, está insatisfecho por la lentitud en el proceso de recolección de firmas para avanzar con el impeachment contra De Moraes, y confía en uno de sus hijos, el senador Flavio Bolsonaro, para acelerarlo.
El ex presidente debe ser extremadamente prudente: cualquier palabra excesiva suya puede ser considerada antidemocrática y complicarlo judicialmente más de lo que ya está.
Es por eso que esta semana le pidió a De Moraes que "baje un poco la guardia" y "saque de su cara ese corazón de maldad". En paralelo, Bolsonaro promueve en el Parlamento un proyecto para amnistiar a los que están en prisión por el aquelarre golpista del 8 de enero de 2023 en la plaza de los Tres Poderes.