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Meloni vs. Sánchez: la líder de la nueva política de Europa frente al "último presidente socialista"

La primera ministra de Italia encarna el innegable cambio que vive la UE mientras el presidente del Ejecutivo de España es "la voz que va a seguir defendiendo" su ideología y forma de gobernar

Pedro Sánchez se reúne con la primera ministra italiana Giorgia Meloni, en Madrid, en 2023.
Pedro Sánchez se reúne con la primera ministra italiana Giorgia Meloni, en Madrid, en 2023.MONCLOA
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Giorgia Meloni y Pedro Sánchez no sólo representan dos posiciones ideológicas muy alejadas, prácticamente opuestas, sino que también encarnan el cambio que se está produciendo en Europa. El giro hacia una nueva política que tiene en la primera ministra de Italia la cara más reconocible y poderosa, y que deja atrás una Comisión Europea, unas instituciones y un liderazgo de los que el presidente de España es ahora uno de los pocos representantes.

"Con [Olaf] Scholz de salida en Alemania, Sánchez es el último presidente socialista. Sí, está [Antonio] Costa en el Consejo Europeo y hay gobiernos como los de Dinamarca y Malta, pero ya es otra cosa. El cambio es evidente", explican fuentes diplomáticas cuando se les pregunta por la situación política en la Unión Europea y el papel de Meloni. En Italia son muy conscientes de la influencia que su primera ministra tiene en Bruselas y recuerdan que esta misma semana, Político, medio de referencia en la burbuja de la capital comunitaria, la ha bautizado como "la mujer más poderosa de Europa".

Su conexión con el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, es evidente y eso eleva de manera sustancial su poder. Pero es que mucho antes de que el líder republicano se impusiese, Meloni ya había conseguido que la máxima responsable de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, abrazase sus "soluciones innovadoras", incluidos los hubs o centros de detención de inmigrantes fuera de la Unión Europea.

En una carta remitida a los presidentes del Gobierno de la UE antes del Consejo de octubre, Von der Leyen les pidió que siguiesen "explorando posibles vías de avance" hacia la "idea de crear centros de retorno fuera de la Unión Europea". Lo hizo, subrayan en la Comisión, porque era el mandato que había recibido por parte de la mayor parte de países. Además, la presidenta acudió a una inaudita suerte de cumbre paralela que fue impulsada por Dinamarca, Países Bajos y, por supuesto, Italia. Especialmente Italia.

Los movimientos de Meloni hicieron que, efectivamente, el documento que se aprobó por unanimidad como conclusiones del Consejo contemplara ese eufemismo de "soluciones innovadoras", no cerró en absoluto la puerta a los hubs y prometió abordar esta cuestión en citas futuras. La próxima, sin ir más lejos, es la siguiente semana. Pero en Bruselas también se pone el acento, y aquí llega el turno del presidente del Gobierno de España, en que ese mismo documento de conclusiones no recogiese expresamente el término "centros de detención". "No se reflejó porque hay líderes que no lo quieren, y el especialmente Sánchez", señalan fuentes comunitarias conocedoras de la negociación.

Las credenciales de Sánchez

"Va a seguir siendo la voz en Europa de su forma de hacer política. Con un profundo espíritu europeísta, siendo incluso capaz de negociar y pactar con líderes que están en una línea política e ideológica muy diferente, porque la historia de la UE demuestra que ese tipo de acuerdos son necesarios. De hecho, eso mismo se puede ver en su capacidad para pactar en España con partidos de muy diferente signo, pero sin ceder en determinados aspectos", explican fuentes del Ejecutivo. Y un ejemplo de esas líneas rojas, añaden, son precisamente los hubs de inmigrantes.

El crédito de Sánchez en Europa, además, es todavía notable. La relación con Von der Leyen sigue siendo buena, como demuestra que la presidenta de la Comisión le haya dado a Teresa Ribera uno de los puestos más relevantes de su nuevo Ejecutivo. Y lo ha hecho, muy importante, a pesar de las presiones del PP español y también de los populares europeos.

Es cierto que ese proceso le ha desgastado, que tuvo que implicarse personalmente para asegurar la vicepresidencia ejecutiva para la Transición Limpia, Justa y Competitiva de la Comisión Europea y que, ya se ha dicho, está en franca minoría. No sólo entre los gobiernos. El propio Ejecutivo de Von der Leyen está claramente escorado a la derecha y lo mismo ocurre con el Parlamento Europeo. Pero sus credenciales siguen siendo respetadas en Bruselas y tiene una baza muy importante a su favor: es uno de los grandes motores económicos de Europa y, sin duda, la potencia económica que más repunta.

Los últimos datos de la OCDE no han hecho más que avalar esta situación. El Producto Interior Bruto (PIB) de España repuntará un 3% este año mientras que la proyección para Alemania contempla un 0%. Además, las elecciones en 2025 no hacen más que elevar la incertidumbre sobre la economía alemana. Francia presenta unos datos algo mejores, con cifras que rozan el 1%, pero su situación interna es casi tan inquietante como la de Alemania mientras que la Italia de Meloni tampoco acumula unos datos muy buenos: el instituto de estadística del propio país ha reducido a la mitad la proyección de crecimiento: del 1% a sólo un 0,5%.

¿Y la relación entre ambos? Pues también girando y adaptándose al nuevo contexto. Porque Meloni se ha encargado de moderar su discurso en los últimos meses. "De blanquearse", susurran algunas voces en Bruselas. Y Sánchez, haciendo gala de su proverbial capacidad para amoldarse a lo que más necesita, ha pasado de permitir que desde su partido se tildase a la primera ministra de Italita de "fascista", a otorgarle una condecoración e incluso remarcar que Italia es un socio determinante. Sin ir más lejos, para defender los intereses comunes en las cuotas de pesca que se cerraron en la madrugada del martes al miércoles.