Llegó a «la ciudad del viento y de la lluvia» en otoño de 1891. En contraste con el sol y el calor de Málaga, A Coruña causó un fuerte impacto al Pablo de nueve años, el niño que llamaba «la torre de caramelo» a aquel faro sobre la colina, la Torre de Hércules, que domina el paisaje atlántico. Aunque Pablo Picasso (1881-1973) apenas pasó cinco años en Galicia, aquella etapa -la más desconocida- marcó decisivamente al artista en ciernes. Aquí pintó su primer retrato al óleo (el de su hermana Lola), dibujó su primer desnudo (una muchacha a la que había visto en la playa de Riazor), bosquejó sus primeras -y escasas- marinas, creó su primer periódico... El primer Picasso se forjó en «la ciudad del viento y de la lluvia», como él se refería a A Coruña.
En el marco de la celebración del Año Picasso, que conmemora los 50 años de su muerte, la Xunta de Galicia organiza en el Museo de Bellas Artes de A Coruña la exposición Picasso, blanco en el recuerdo azul cómo se formó la personalidad del adolescente, su conciencia política y su trazo entonces academicista y virtuoso. Galicia sentó las bases de quien luego sería Picasso, tanto creativas (en este periodo temprano firmaba como P. Ruiz) como sentimentales (se enamoró de una niña, Ángeles Méndez, de quien estampaba el nombre en sus libros escolares).
«Queremos reivindicar el papel de A Coruña en la formación artística de Picasso y cómo los cimientos estéticos de ese periodo trascendieron en su futuro en elementos tan importantes como los temas, la iconográfica o el concepto. Todas las cosas que aprendió en A Coruña pervivieron a lo largo de su vida», explica Malén Gual, comisaria de la exposición junto a Antón Castro y Rubén Ventureira. En 2015, el Museo de Bellas Artes ya organizó una exposición seminal, El primer Picasso, en la que descubría la influencia decisiva de su etapa gallega y cómo obras que pintó en aquellos años primerizos serían luego motivos y temas retomados en plena explosión cubista o siendo ya un pintor de más 70 años. En Blanco en el recuerdo azul, un verso del propio Picasso extraído de un poema de 1935 que parece dedicado a la abrupta costa gallega, se muestran algunos de esos paralelismos con obras prestadas por más de 30 instituciones internacionales y colecciones privadas. Por ejemplo, el fauno que un Pablo de 12 años dibujó al carboncillo como ejercicio de la Escuela de Bellas Artes se enfrenta a una Cabeza de fauno gris completamente geométrica, al óleo y al grafito, que un consolidado Picasso pintó en 1946 en la Costa Azul.
Entre las múltiples curiosidades de la exposición (como los dibujos de su perro Clíper), destaca la gaita como símbolo y motivo. Si en sus años coruñeses Picasso dibujó a un gaitero, una romería y también la gaita, en su etapa formalmente cubista la introduce en el bodegón Nature morte aux instruments de musique sur une table (1913), en la que aparece una guitarra, una gralla y... la gaita.
Lola, su primera musa
La etapa coruñesa de Picasso está marcada por sus dos hermanas: Lola, que sería su primera modelo, y la pequeña Conchita. A Lola le dedicó su primer óleo, un retrato realista, según el canon académico, en el que aparece con una mantilla (un elemento que será recurrente en sus posteriores retratos de mujeres). En sus cuadernos también solía dibujarla: la página en la que aparece sentada con una muñeca se confronta con el cuadro Maya à la poupée (1938), que Picasso pintaría para su hija de tres años. Si su hermana Lola fue la primera musa, la última sería su esposa Jacqueline, a la que pintó casi obsesivamente hasta el final de su vida y de la que se expone uno de los cuadros de la célebre serie Le peintre et son modèle (1963).
A pesar de los felices años gallegos, la marcha de la familia Ruiz Picasso se precipitó por la tragedia: la pequeña Conchita murió de difteria a los 7 años. Un golpe terrible para Pablo, que entonces tenía 13 años y había jurado que dejaría de pintar si su hermana se salvaba, una anécdota que él mismo contaría años después a su mujer Françoise Gilot y también a Jacqueline. Conchita fue enterrada en el cementerio municipal, hoy San Amaro, aunque se desconoce el lugar exacto de su tumba. Algo de Picasso quedaría para siempre en la ciudad del viento, con su torre de caramelo.
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