LA LECTURA
Los escenarios

Noveno arte para una novena sinfonía

Frank Marraffino y Brandon Montclaire, guionistas de Marvel y DC, conjugan su talento en 'Beethoven. La sinfonía final', novela gráfica en la que participan una docena de ilustradores para celebrar el 250 aniversario del nacimiento del compositor

Una de las ilustraciones de 'Beethoven. La sinfonía final' realizada por el artista Creees Lee.
Una de las ilustraciones de 'Beethoven. La sinfonía final' realizada por el artista Creees Lee.BAO Bilbao
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Aunque no se ha podido demostrar que la ira transformadora de Hulk esté inspirada en los legendarios ataques de mal humor de Beethoven, algunos personajes ilustres del cómic han encontrado un filón en la música clásica más allá de las preceptivas bandas sonoras de las adaptaciones cinematográficas de los grandes estudios. La intrépida Dazzler, por ejemplo, tiene la capacidad de generar vibraciones sónicas que llegan a su cuerpo en haces de luz. Y Black Canary utiliza el sonido para aturdir letalmente a sus adversarios. Por no hablar del agudo supersónico de Songbird o del destructivo violín del villano Fiddler.

Dentro de la novela gráfica, existe un bien abastecido subgénero dedicado a hacer más digeribles los clásicos (como La Odisea, Macbeth e incluso Ulises en su versión ilustrada) y a convertir en viñetas algunos episodios fundamentales de la historia (véase los 300 valientes de Frank Miller y Maus de Art Spiegelman). Y es ahí donde la música clásica ha empleado no pocos cartuchos en traducir por medio de dibujos la vida de algunos de los compositores e intérpretes más convenientemente atormentados de su catálogo, como el exitoso y aún reciente Glenn Gould: una vida a contratiempo de Sandrine Revel.

Ahora, con motivo del 250 aniversario del nacimiento del músico de Bonn (en 2020), la editorial BAO Bilbao publica Beethoven. La sinfonía final de Frank Marraffino y Brandon Montclaire, afamados guionistas de DC y Marvel. En esta ocasión no han contado con un único ilustrador, sino que han recurrido a una docena de artistas plásticos de un amplio abanico de disciplinas (desde la novela gráfica a la publicidad y el diseño) para plasmar diferentes momentos de la vida del autor de la Novena, que el próximo mes de mayo cumplirá 200 años desde su estreno en Viena. «Noveno arte para una Novena sinfonía», celebra al teléfono el escritor y poeta Luis Alberto de Cuenca, autor del prólogo del libro. «Tipificación esta, por cierto, que no puede ser más oportuna, pues hace sólo unos días que el Diccionario histórico de la RAE ha incluido en su nueva edición la acepción de noveno arte referida al cómic y en la que yo mismo aparezco como auctoritas del término». Del referido volumen, destaca la «variedad de visiones y aproximaciones estéticas al ingente corpus musical de Beethoven», a quien no duda en situar «ligeramente por delante» de Bach y Mozart.

Escucha silenciosa

A través de la escucha silenciosa de su música trasladada al papel, esta Sinfonía final nos propone una visión caleidoscópica y felizmente imprecisa de la biografía del compositor. Está, por supuesto, el padre borracho que azota al pequeño genio, pero esas viñetas duran poco y enseguida el relato se desentiende de las servidumbres hagiográficas. De la mano de sus tres poetas predilectos (Goethe, Klopstock y, por supuesto, Schiller), Marraffino & Montclaire nos adentran en un mundo de elfos y nos hacen partícipes de la batalla del bosque de Teutoburgo, en la que Armonio se enfrenta a las legiones romanas al ritmo de la Heroica.

Tras alguna licencia excesiva (como el encuentro ficticio -nada que objetar- con un Mozart innecesariamente envejecido) y varios giros de guion (uno de los cuales traslada a la diosa Atenea al Budapest de principios del siglo XIX para asistir al estreno de la Marcha turca), a su paso por Heiligenstadt (donde Beethoven redactó un desesperado testamento) el historietista Patricio Delpeche hace que los bocadillos de texto vayan perdiendo nitidez al ritmo de la sordera del compositor hasta casi desaparecer. Sólo el contacto con la naturaleza le devolverá, más adelante, la confianza para seguir modelando notas.

Una 'playlist' al ritmo de las viñetas

Para no perder el hilo de ninguna de las referencias musicales, La sinfonía final cuenta con su propia playlist (donde figuran, además de Max Richter, la pianista Alice Sara Ott y la violinista Ezinma, con sus propios "cameos" en el cómic), a través de código QR y editada asimismo en vinilo por Deutsche Grammophon. Cada uno de estos temas cobra vida gráfica en los dibujos de Luisa Russo, Ryan Kelly, Liana Kangas, Rodrigo Luján, Shane White y Alice Meichi, entre otros ilustradores.

Desfilan también por estas páginas Napoleón Bonaparte (cuyo mefistofélico pacto con el destino se anuncia con las cuatro primeras notas de la Quinta sinfonía), Therese Malfatti (amiga del compositor y posible destinataria de su bagatela Para Elisa) y hasta el noble Florestán encerrado en una cárcel de Sevilla (en una sorprendente recreación anime del argumento de Fidelio a cargo de la ilustradora Miki Tsuji) hasta llegar al esperado estreno de la Novena sinfonía, cuyo crescendo opera en todos los sentidos y hace posible la levitación de Beethoven hasta alcanzar el universo (y fundirse con la sonda Voyager).

«Beethoven se opuso a que la música quedara restringida a las élites de salón y, mediante una rigurosa promoción de la publicación de sus creaciones, la abrió a las masas», explica en el epílogo del cómic Marraffino, autor del superventas Marvel Zombies Destroy! y, en sus ratos libres, proyeccionista del Radio City Music Hall de Nueva York. «Sus trabajos hablan de nuestro tiempo porque hablan de todos los tiempos, o ¿acaso no son atemporales los deseos de igualdad y felicidad?». Y añade: «En su afán de alcanzar la más elevada dimensión de sus expresividad, nos abrió una ventana hacia lo sublime».

Resulta innegable la influencia de Beethoven en la cultura popular (de los Beatles a Kubrick, pasando por Stephen King y las series de Netflix) como lo es también su condición de permanente prescriptor de la modernidad más allá de estilos y de épocas. Así se desprende del apéndice final del libro, donde se reproduce una conversación improbable entre los compositores Max Richter y Luciano Berio, quienes coinciden al considerar que no hay nada más profundo, complejo, novedoso y revolucionario que el tercer movimiento del Cuarteto para cuerdas nº 15 de Beethoven, una de sus últimas partituras. «El cómic hace guiños a los expertos pero sin olvidarse en ningún momento de los neófitos», señala Luis Alberto de Cuenca. «De manera que todo en él es disfrutable».

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