LA LECTURA
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Adonis: "Cualquier escritor del mundo entero y del rincón más recóndito es aplaudido, menos los árabes. Es una actitud indigna de Occidente"

El gran poeta árabe, con las huellas del exilio en sus versos, une la tradición oriental y la occidental. Este otoño recibe el Premio Joan Margarit mientras su nombre sigue sonando para el Nobel

El poeta Adonis durante una visita en Madrid
El poeta Adonis durante una visita en Madrid
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En la remota aldea de Al-Qassabin, al noroeste de Siria, los niños no iban a la escuela, no había ninguna en los años 30. Al pequeño Alí Ahmad Said Esber le enseñó a leer y a escribir su padre, que le recitaba antiguos poemas árabes, versos que el niño iba memorizando y repitiendo. Bajo los árboles, instintivamente, Alí empezó a componer sus propios poemas. Un día de 1943, el flamante presidente de la recién creada República de Siria, Shukri al-Quwatli, visitó el pueblo y un niño de 13 años, con su gastada chilaba de campesino, se le acercó para leerle un poema de bienvenida. Al presidente le gustó tanto que le preguntó al niño qué quería. «Ir a la escuela», respondió Alí. Y le mandó al Liceo francés, el último que quedaba en el país.

El Alí adolescente siguió escribiendo y mandando sus versos a revistas y periódicos, aunque nadie los publicaba. A los 17 años descubrió con fascinación un mito babilónico sobre un héroe trágico, Adonis, que se enamora profundamente de la poderosa Ishtar, diosa del amor y de la guerra; pero cuando sale a cazar un jabalí como ofrenda para su amada, el animal le mata a él y de su sangre brota una amapola (en la versión griega Adonis es el más bello de los efebos y el amante de Afrodita).Conmovido, Alí firmó un poema como Adonis y, esta vez sí, una revista lo publicó: se titulaba Los desplazados y ya hablaba de éxodos.

Podría parecer una leyenda o uno de los cuentos que Sherezade inventó durante mil y una noches para que el sultán no le cortara la cabeza, pero es la vida de Adonis, al que la poesía llevó a la escuela y le dio el nombre de un héroe, de un arcaico mito fenicio que se volvería griego. Adonis no tardaría en experimentar el éxodo: tras estudiar Filosofía en Damasco se marchó al Líbano, donde pasaría seis meses en la cárcel acusado de «actividades subversivas»(aunque sólo era miembro del Partido Social Nacionalista Sirio).

Hoy, Adonis tiene 94 años y la misma mirada limpia, inocente, audaz, de aquel niño que se atreve a plantarse delante de un presidente para leer un poema. Desde aquellos precoces versos, el poeta ha construido una obra monumental, premiada y reconocida en todo el globo, pero también ha rescatado a los escritores más desconocidos de la tradición árabe, algunos olvidados durante siglos.

Como el Adonis que pasa de la mitología babilónica a la griega, el poeta ha cruzado Oriente y Occidente en sus versos, en los que laten los ecos de una belleza clásica y una modernidad lírica, sin artificios. Lo vemos en sus obras tempranas, la hermosa Canciones de Mihyar el de Damasco (Ed del Oriente y del Mediterráneo) y en las más recientes, como la magna Adoniada (Vaso Roto), una epopeya radical y simbolista en la que sintetiza la esencia de París (donde vive desde los años 80) y Damasco, de Nueva York y Beirut, el espíritu de Baudelaire y de Al-Ma'arri, el gran filósofo y poeta del siglo X, que ya luchó contra los dogmas más integristas del islamismo, como ha hecho el propio Adonis en su ensayo Violencia e Islam (Ariel).

Este otoño, Adonis recibirá un premio especial en Madrid, con nombre de otro gran poeta español: Joan Margarit, que falleció en 2021. Otorgado por el Instituto Cervantes, en su segunda edición el galardón internacional destaca la «obra lírica de calidad indiscutible» de Adonis y su «diálogo cultural entre civilizaciones, entre Oriente y Occidente».

Parausted, a quien le han dado tantos premios, ¿qué supone el Joan Margarit?
¡Estoy muy feliz!Es un premio simbólico en muchos planos, tanto en el interior, como en lo que supone España para mí. También representa la conexión del Mediterráneo con la cultura árabe. Conozco España y su poesía, es un gran país y me siento muy próximo de sus creadores. ¡Yo también soy español! (ríe, pero lo dice en serio)
En cierto modo, como Margarit, que escribía en catalán y castellano, usted también tiene dos lenguas: su árabe natal y el francés que aprendió de niño y ya es su lengua de adopción.
¡Pero Margarit escribía en dos lenguas! Eso es un caso extraordinario, excepcional: como si tuviera dos madres. No conozco ningún poeta en el mundo que haya escrito en dos lenguas. Rilke lo hizo un poco, pero esencialmente utilizaba el alemán. Vuestro poeta es un fenómeno aparte. La lengua es como la piel del ser humano. Para mí no se pueden tener dos pieles, es muy difícil de concebir. Por eso me asombra el caso de Margarit.
Pero usted sí forma parte de dos culturas. De hecho en su poesía las une. ¿Se siente un puente entre Oriente y Occidente?
Eso espero. Pero hay que ver exactamente qué son ese Oriente y ese Occidente. Yo sé qué es mi Oriente y qué es mi Occidente: representa una unidad en lo que es humano, lo que es la creación. En mi visión sobrepasa el racismo y las ideologías antihumanas. Tengo mi propio Oriente y mi propio Occidente, que desafortunadamente no coinciden con los políticos.
Habla de unidad y lo vemos sobre todo en 'Adoniada', una epopeya moderna, con su propio nombre, en la que funde dos mundos en uno solo.
Voilà! Porque en poesía, como en el amor, no hay fronteras. Es como la luz, como el espacio, como el aire... Y esa es la fuerza de la creación, que es tan fuerte como la del amor. El mundo se une en la creación. Cuando digo que España, que la cultura española y la cultura árabe son una, me refiero a este sentido de creación compartida.
Aquí tenemos el riquísimo legado artístico de Al-Andalus, pero en realidad no se considera como definitorio de 'lo español'. Lo mismo ocurre en Europa: viene de la antigua Grecia, pero también de Persia... ¿Por qué tendemos a invisibilizar las raíces orientales o árabes de Occidente?
Lamentablemente, es así... (suspira). Todo lo árabese aparta. Pero yo tengo la esperanza de que Europa vaya más allá y pueda superar esta visión, porque al fin y al cabo el hombre es uno y sus problemas son los mismos en todas partes. El yo sin el otro forma parte de una existencia muy ambigua, limitada. Porque el yo necesita al otro. En el siglo IV a. C. Aristóteles ya lo expresó magníficamente en su Ética a Nicómaco: 'El amigo es otro yo'. Hay una necesidad del otro. Yo siento que el otro soy yo. Y viceversa.
Es un mensaje muy humanista pero después de las elecciones europeas y francesas... ¿Le preocupa el ascenso de la extrema derecha y, precisamente, la negación de los 'otros'?
Hay que ser muy consciente de este mensaje contra el otro, que es muy peligroso. Pero también hay que comprender la situación en toda su complejidad. Y tenemos que actuar para superarla. El auge de la derecha tal vez es culpa de la izquierda. Creo que la izquierda debe repensar sus políticas y su ideología. Este ascenso prolongado de los últimos años se debe a los errores de la izquierda.
Usted es una voz muy crítica con...
¡No soy crítico! Sólo digo lo que pienso. ¿Por qué súbitamente la derecha ha subido tanto en todas partes? No es mi culpa ni la de los ciudadanos, es de la izquierda. Hace falta que desde el espectro de la izquierda europea, en general, se analice todo lo que se ha hecho y se haga autocrítica para corregir sus derivas...
En estos tiempos de 'wokismo' y corrección política, no es fácil decir públicamente lo que uno piensa.
No, no es fácil. Ni siquiera en Europa. Lamentablemente, la ideología nos ha llevado a esto. Los conflictos políticos en el seno de Europa y la política americana en general... No estoy nada de acuerdo con Estados Unidos. No creo en un régimen, en este caso el estadounidense, fundado sobre el exterminio de todo un pueblo, a saber, los indígenas nativos. Eso no puede ser un régimen ideal. La política americana está minada desde el principio y no podemos tener confianza en ella.
En su libro de conversaciones 'Violencia e Islam' denuncia la «guerra ideológica» y define el Islam como un régimen político, no religioso. De la primavera árabe dice que «no fue una revolución sino una guerra y en lugar de rebelarse contra la tiranía se convirtió en otra tiranía». ¿Cree que todavía vivimos en una era oscurantista?
Absolutamente. Y próximamente publicaremos otro volumen en este sentido. No critico el texto sagrado [el Corán] ni a los creyentes. Discuto sus ideas e ideologías, no sus creencias. Todo individuo tiene el derecho a tener una fe y una religión. Pero el uso de la religión como un medio político me parece aberrante. Estoy totalmente en contra. Y lo repito. El Islam viste toda la sociedad árabe: la estructura religiosa, que es su base general, pero también la estructura política y social, que es la forma organizativa. Y la estructura cultural, que determina la forma de su expresión.
También alerta de que esa confusión actual entre política e Islam no es nueva, que se remonta a muchos siglos atrás...
¡Al nacimiento mismo de la religión! El régimen y el poder se fundaron sobre el Islam. Hay que separar la religión de la política urgentemente y dar la libertad a cada uno para creer en lo que quiera, pero en su ámbito privado. La religión es una cuestión personal, como el amor. No tiene nada que ver con las instituciones ni con la vida social. Lo social es común y tiene que basarse en los derechos, libertades y deberes comunes. La religión no debe ser institucionalizada ni en las escuelas ni en el Estado. Es una experiencia íntima e individual. Antes del Islam la poesía era la ciencia más exacta. Sin embargo, con el advenimiento de la religión este lugar se le concedió al Corán, poseedor del saber perfecto.
Usted presentó mucha batalla cuando Arabia Saudí condenó a muerte al poeta Ashraf Fayadh precisamente por sus poemas. Tras la presión internacional, se redujo la condena a 'sólo' ocho años de prisión y 800 latigazos. ¿Qué opina de que Arabia Saudí siga la estrategia de Emiratos Árabes, con el Mundial de Qatar, por ejemplo, para blanquear el régimen con la complicidad de muchas instituciones europeas? Hasta el Pompidou de París abrirá nueva sede saudí...
En algunos lugares provoca polémica, pero hay que aceptar que es una forma de apertura al mundo. En los últimos años, Arabia Saudí ha dado muchos pasos hacia esa apertura y el progreso. Ahora la mujer es libre de llevar el velo o no. Hay muchas cosas que se han conseguido y hay que apoyarlas. Por supuesto, queda mucho camino por recorrer. Arabia Saudí es un gran país, un continente extraordinario, con una gran historia detrás. En los tiempos de los wahabíes [una rama ortodoxa y ultraconservadora del islam sunita] la situación era horrible. Pero lo que se ha conseguido en los últimos años resulta esperanzador.
Su nombre siempre suena en las quinielas para ganar el Premio Nobel...
Oh (ríe), no pienso nunca en eso.
Sin embargo, sorprende que desde que se fundó el premio en 1901 la única vez que un escritor en lengua árabe lo haya recibido fuera el egipcio Naguib Mahfuz. Y fue en 1988... ¿Se puede hacer una interpretación política?
Desgraciadamente, la política juega un papel importante. A lo largo de la historia han existido, y existen hoy, muchos grandes escritores y poetas árabes que son merecedores de un Nobel. No sé por qué en más de un siglo solo aparece Mahfuz en lengua árabe. Y ya hace casi 40 años... Bueno, sí sé el porqué pero es un tema del que no suelo hablar porque es delicado.
El premio a Mahfuz provocó una ola de traducciones, no sólo de su obra, sino de literatura árabe. Pero no parece que ocurra hoy...
Hay que aproximarse de nuevo a la realidad de la creación en árabe, que es riquísima, compleja y muy extensa. Pero siempre ha estado marginada y subanalizada. Mal vista, en definitiva. Y eso no es bueno para Occidente, ni para la crítica ni para la cultura occidentales. Hoy, cualquier escritor o poeta del mundo entero, del rincón más remoto y recóndito, es aplaudido, menos los árabes. Siempre es así. Es algo que revela una posición antiárabe y eso no es digno de la cultura occidental, ni de sus escritores ni de sus instituciones. La creación árabe forma parte integral de la creación universal, no sólo del pasado, también del presente. A día de hoy esa creatividad no se ha apreciado ni valorado lo suficiente, como si no fuera digna del pensamiento occidental, y eso es un error.
¿Y usted, en su condición de exiliado, primero en Beirut y después en París, de dónde se siente?
(Ríe) Francamente, es un tema que no me interesa para nada. Es una cuestión en la que no pienso. Tampoco he pensado nunca en premios, pero puedo decir que me los han dado en el mundo entero, hasta en China. Mi único impulso es el de crear, el de escribir algo bueno para el mundo.
¿La poesía le ha salvado? Gracias a ella pudo estudiar, ha marcado su vida desde niño...
Considero que tengo dos madres. Mi madre que me ha dado la vida. Y, además, otra madre: un poema, que me ha abierto al mundo, que me ha llevado a la escuela y gracias al que he podido aprender. La poesía es mi otra madre, me ha criado y me ha creado. Voilà!
Este año ha publicado en Francia 'El Louvre, espacio del alfabeto por venir', en el que también aborda mitos fundacionales, como el de Gilgamesh y otros de Mesopotamia. Es la primera vez que dedica un libro a un museo. ¿Cómo fue su experiencia deambulando en el departamento de antigüedades orientales? ¿Qué pueden mostrarnos estas antigüedades sobre nuestro mundo moderno?
Cuando entras en el Louvre ves la humanidad entera. Tienes a todos los grandes creadores en una misma sala. Hay una unión, una unidad sorprendente entre los pueblos del mundo entero que va más allá de las religiones, las razas y las divisiones geográficas. Esa es la importancia del Louvre. Te das cuenta de que no hay diferencias entre la humanidad. Cuando ves una escultura sumeria al lado de una griega o una egipcia... No hay razas ni lenguas ni ideologías ni guerras: solo la creación. Lo repito siempre: la creación es la unificación de los pueblos, de las civilizaciones... Y crear es siempre ser moderno. Por eso me gusta tanto el Louvre. Yo escribo para hacer eso mismo.
Su poesía también une.
Lo intento (ríe). No escribo cada día, pero sí que tomo notas... Para mí escribir es como amar. Hace falta algo, un destello, alguna cosa extraordinaria... Tanto para escribir como para amar.

Al despedirse, Adonis se entusiasma y lanza un mensaje que podría ser el eslogan de una librería o un brindis: Merci, merci et amitié à la poésie! (¡Gracias, gracias y amistad a la poesía!).