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Por qué España no se toma en serio a sus humoristas: "Son parias de la sociedad, como los gitanos o los vagabundos"

Renuevan constantemente el idioma, influyen más que nadie en el lenguaje de la calle y hacen reír incluso en los peores momentos. Y, sin embargo, los cómicos son discriminados frente a otros creadores culturales. "Se nos quiere mucho, se nos valora mucho, se nos agradece mucho... y se nos olvida fácilmente", lamenta Eva Hache

El humorista Ignatius Farray, retratado en Madrid.
El humorista Ignatius Farray, retratado en Madrid.
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En la fachada de la Biblioteca Nacional hay once medallones de piedra y seis esculturas. Rinden tributo a algunos de los hombres y mujeres de letras más eminentes de la lengua castellana: Miguel de Cervantes, Teresa de Jesús, Alfonso X El Sabio, Calderón de la Barca, Antonio de Nebrija... Una asamblea insuperable de literatos, gramáticos y pedagogos que da la bienvenida al templo del idioma con un prestigio de siglos.

Parecida enjundia se aprecia en el homenaje de la red de metro de Madrid a otros escritores ilustres. Tirso de Molina, Marcelino Menéndez Pelayo y Miguel Hernández en tres estaciones de la línea 1; Francisco de Quevedo en la 2; Rubén Darío en la 5; Vicente Aleixandre en la 6; Antonio Machado en la 7; Concha Espina en la 9... Almudena Grandes se ha sumado recientemente a la lista amadrinando la estación -de tren- de Atocha.

En cualquier caso, lo de las infraestructuras de transporte de pasajeros con nombre de novelista o poeta no es exclusivo de la capital. Barcelona evoca a Jacint Verdaguer en una de las paradas de su suburbano. Valencia hace lo propio con Ausiàs March. Y el aeropuerto de Santiago de Compostela honra la memoria de Rosalía de Castro igual que la estación de AVE de Málaga la de María Zambrano.

Entonces, ¿por qué diantres a Francisco Ibáñez, que vendió más de 30 millones de álbumes de Mortadelo y Filemón y año tras año provocaba la cola más kilométrica en El Retiro durante la Feria del Libro, apenas le han dedicado un par de semáforos en Barcelona tras su fallecimiento? ¿Acaso el historietista, nominado al premio Princesa de Asturias, no contribuyó al enriquecimiento de nuestro idioma tanto o más que algunas de las celebridades antes mencionadas? ¿No fue su aportación al descojone de varias generaciones tan incuestionable como para dedicarle siquiera un intercambiadorcito en las afueras?

"A los cómicos españoles se nos quiere mucho, se nos valora mucho, se nos agradece mucho... y se nos olvida fácilmente", se lamenta la humorista Eva Hache. "La comedia en este país se da por hecha".

Para saber más

La diferencia de criterio corrobora que, en relación a otros creadores, el cómico es visto por el poder como una figura menor. Resumiéndolo con el tópico, diríase que al humor en España no se le toma en serio. A diferencia de Gran Bretaña o Estados Unidos, donde tiene categoría de monumento nacional, o incluso de países latinoamericanos como Chile o Cuba, en los que sí existe un Premio Nacional del Humor, aquí los hazmerreíres son percibidos como simples albañiles del chiste en lugar de como grandes arquitectos de la cultura. Genios que han influido infinitamente más en el lenguaje coloquial que dramaturgos o columnistas, o que incluso han creado una jerga propia, no han disfrutado tras su muerte de un reconocimiento oficial a la altura de sus méritos.

Pepe Rubianes y Luis García Berlanga tienen calle en Barcelona y Valencia, respectivamente. La Medalla de Oro al Mérito Cultural sobrevuela como premio de consolación. Pero no es esto de lo que hablamos, no. Y si a alguien le cuesta verlo, en el contexto de lo simbólico hay más ejemplos de agravio comparativo. Las caras de Gustavo Adolfo Bécquer, Benito Pérez Galdós y Juan Ramón Jiménez aparecían en los billetes de 100, 1.000 y 2.000 pesetas. Correos lanzó el año pasado la colección de sellos #8MTodoElAño para rendir homenaje a figuras femeninas ejemplares en la lucha por la igualdad en España; entre ellas, Clara Campoamor, Concepción Arenal o Elena Fortún.

En cambio, lo más parecido al Hall of Fame del humor patrio es un anuncio navideño de embutido... Un Hollywood Boulevard con estrellas de chóped.

Millán Salcedo, 50% de los legendarios Martes y Trece.
Millán Salcedo, 50% de los legendarios Martes y Trece.

Y, sin embargo, si se hiciera una encuesta que midiera la contribución de diferentes gremios a la felicidad colectiva, algo así como un referéndum que permitiese saber quiénes de verdad nos han alegrado la vida con sus malabares idiomáticos, es más que probable que Lina Morgan, Martes y Trece, Chiquito de la Calzada (al que han distinguido con ¡otro semáforo! en Málaga), José Mota, los chanantes de Joaquín Reyes o Las Verdunch compitieran seriamente no ya con los candidatos al Cervantes, los superventas de Sant Jordi o los periodistas metidos a todólogos. En ese sondeo popular podrían estar incluso rivalizando con los ídolos de la música o los superhéroes del deporte.

Pruebe a leer de corrido estos latiguillos sin que sus neuronas se aflojen por las cosquillas: "La que quiera coger peces que se moje el tralará"; "Gensanta"; "¿Digamelón?"; "¡Cuidadín, no hagah esah cosah con el cuerpo humano!"; "Si hay que ir se va, pero ir p'a ná es tontería". "¿Dónde vas, tunanteee?", "Estoy muy cansade, la verdunch...". Su éxito se explica con lo que en el argot anglosajón se denomina catchphrases: palabras o expresiones que se verbalizan expresamente con la intención de que la audiencia las haga suyas.

"Lo de Digamelón me salió un día que estaba en casa con mi sobrina, que tenía entonces tres años y ahora va a cumplir 48", relata por teléfono el siempre espontáneo Millán Salcedo. "Me acuerdo de que mi madre me decía que iba a volver tonta a la niña de tantas cosas como le hacía. Y en una de éstas, abriendo un melón, sin haberlo previsto, cogí una raja, me la puse en la oreja y lo dije. Luego pensé en hacerlo en un sketch".

Al 50% de los legendarios Martes y Trece le hacen escasa gracia los epitafios. "A Mingote lo nombraron alcalde honorario del Retiro. Nosotros nos conformaríamos con un sello", concede con ironía. "Josema [Yuste] y yo nos separamos hace 25 años. Sin embargo, en la tele siguen poniéndonos. No hay un sólo día que alguien no se acuerde de nosotros. Esto, que puede sonar pedante, se debe a que hicimos una de las mejores cosas que se pueden hacer en esta profesión: cortar a tiempo".

Eva Hache, cómica y ex presentadora de 'El club de la comedia'.
Eva Hache, cómica y ex presentadora de 'El club de la comedia'.

Retrocedamos hasta el cambio de milenio. Un programa de televisión contribuyó entonces a democratizar la carcajada. Adaptó el género stand-up comedy a la idiosincrasia celtibérica, con su pared de ladrillo visto y todo. Acabó permaneciendo en antena dos décadas y media y fue un excepcional vivero del humor autóctono. De hecho, terminó siendo el mejor escaparate desde el que observar la evolución del monólogo de taburete al posthumor, esa corriente experimental que hoy circula más por TikTok que por los teatros. Ese programa se llamó El club de la comedia. Una de sus presentadoras fue Eva Hache.

"Como filóloga que soy, adoro el habla, es nuestra arma", enfatiza desde Cádiz, la ciudad de las chirigotas y los pasacalles carnavalescos. O lo que es lo mismo, el pueblo que decidió poner el ingenio en un pedestal sin pedir permiso a nadie. En su doble condición de experta en sacarle el máximo partido a las palabras, Hache tiene bastante claro lo que pasa con los "olvidados" bufones contemporáneos en España y echa mano de una analogía recurrente: "Se nos valora menos que a los actores dramáticos, quizá porque ver sufrir da pudor y reírse, en cambio, puede hacerse a la vista de todo el mundo".

"Se piensa que sólo decimos caca-culo-pedo-pis y no se nos tiene en cuenta en los lugares de importancia"

Eva Soriano

Desconcierta saber que en todo el país hay una librería -una sola- especializada en comedia: la barcelonesa La Llama Store, que además opera como tienda oficial de la web satírica El Mundo Today y el pódcast humorístico La Ruina. Por eso hay que ver como un acontecimiento la publicación, con apenas unos meses de diferencia, de un par de ensayos que pasan revista al género humorístico, a la acción psicológica-física hilarante que implica el movimiento de 12 músculos y a grandes hitos de la carcajada universal. Uno es De qué te ríes (Herder), firmado por Daniel Gamper, profesor de Filosofía Moral y Política en la Universidad Autónoma de Barcelona. El otro se titula Hazme reír (Temas de Hoy) y quien responde por él es Daniel Guillén, el divulgador conocido en las redes sociales como @Manuel_De_BCN.

Gamper define en su trabajo a la risa como "reconstituyente salutífero" y terapia no invasiva de efectos colectivos. Pero quienes la desencadenan, a juicio del docente y pese a la terminología de ambulatorio, carecen del prestigio social del médico. Y no digamos ya del cocinero, la nueva estrella del rock. "Me atrevo a afirmar que los humoristas son considerados representantes de un género menor en el mundo del espectáculo", expresa en la misma línea que Eva Hache. "Desde una perspectiva histórica, los comediantes han formado parte de los parias de la sociedad, como los gitanos o los vagabundos. Véanse, por ejemplo, las memorias de Fernando Fernán Gómez".

Guillén, por su parte, hace coincidir en sus páginas a Gila, Eugenio, Les Luthiers y Tricicle con Chaplin, los hermanos Marx, Bill Murray y Richard Pryor. "Lo que da envidia es cómo veneran en otros países a sus dioses del humor. No tanto con biopics, que también, sino con documentales, libros u otras fórmulas. En Argentina, el guionista y productor Adrián Lakerman tiene un pódcast llamado Comedia, en el que charla con lo más granado de los genios de la risa de su país".

Joaquín Reyes, responsable de programas como 'La hora chanante' y 'Muchachada Nui'.
Joaquín Reyes, responsable de programas como 'La hora chanante' y 'Muchachada Nui'.

Tip y Coll se convirtieron en un fenómeno de masas en la década de los 70 con coletillas como Dame la manita, Pepe Lui o ¿Para qué...? Paraguayo. En los años 80 y 90 fueron los humoristas del programa Un dos, tres -de Las Hurtado a Ángel Garó- los que contagiaron con sus chascarrillos al pueblo llano. Martes y Trece, y sus sucesores Cruz y Raya, se volvieron en Nochevieja tan imprescindibles como las 12 uvas. El gran Forges se propuso y logró vivificar el idioma a través de sus viñetas: bocata, tetamen o cultureta se los debemos a él. Ivà, Fer y Azagra hicieron que El jueves fuera el mejor compañero de viaje en la España donde no había móviles. Ibáñez despachó ejemplares de Superhumor como para llegar a la Luna.

Luego arrancaron las emisiones de El club de la comedia. Casi en paralelo, El Gran Wyoming abrió la veda del infotainment con Caiga Quien Caiga, al que siguieron El informal, Estas no son las noticias y El intermedio ("Mañana más, pero no mejor, porque es imposible"). Al margen de la tele, locales como La chocita del loro (Madrid) dieron techo a los nuevos talentos del humorismo.

Ya más recientemente, Pedro Vera empaquetó las ideacas del humor cuñao en su biblia Ranciofacts y Paco Alcázar parodió al treintañero español en el espejo de Silvio José. Javier Cansado y su tocayo Corona volvieron a petar el patio de butacas con Ilustres ignorantes. Miguel Noguera resucitó el humor absurdo en su Ultrashow. Pantomima Full se animó a retratar cada viernes a la estomagante fauna contemporánea. ¿Y lo de la radio y los pódcasts? La vida moderna, Buenismo bien, Las noches de Ortega, Estirando el chicle... Nada explicaría mejor semejante aluvión que un "¿capachao?" de David Broncano.

En fin, que no será ni por cantidad ni por calidad. Existe suficiente sustrato intelectual como para que tantos y diferentes artistas disfrutaran de mejor consideración. Puede que la cuestión sea que en los despachos y en los bares se sigue viendo al cómico como mero entretenedor: alguien que sólo busca hacer reír... y no tanto hacer pensar. Un proveedor de muecas de usar y tirar, en vez de un estimulador del espíritu crítico.

Adam Smith, considerado el padre de la economía moderna, declaró improductivo el trabajo realizado en aquellas ocupaciones relacionadas con la actividad ética y reproductiva. Incluidas las de los "sirvientes" y las de los "sacerdotes, abogados, médicos, hombres de letras de todas las clases, actores, bufones...". Según escribió Smith en La riqueza de las naciones (1776), los proveedores de servicios realizan un trabajo que "perece en el mismo instante de su producción". Esta percepción del bufón fechada en el siglo XVIII sobrevive todavía hoy.

El viñetista Julio Rey cree que la digitalización de la sociedad y, en consecuencia, la desaparición del soporte físico del humor y su mutación en meme, también tiene algo que ver en la precaria valoración de sus colegas. "Este es un país olvidadizo. Y ahora , en un momento en el que las hemerotecas tienen cada vez menos valor, al quedarnos sin papel para recordar a muchos genios, nos estamos olvidando de ellos de forma vertiginosa", subraya el humorista gráfico de EL MUNDO y ex director del Instituto Quevedo de las Artes del Humor (IQH).

"Lo de dedicar un semáforo a Chiquito es la mejor metáfora de nuestra profesión. A la sociedad le va bien que estemos donde estamos"

Andreu Buenafuente

Andreu Buenafuente es el auténtico Land Rover de la comedia española. Cualquiera que no haya vivido en Marte en las cuatro décadas que lleva en activo se ha reído con sus ocurrencias en todo tipo de terrenos: radio, tele, cine, teatro, pódcast... Sólo le ha faltado infiltrarse en el teletexto. Junto a su inseparable Berto Romero, acuñó involuntariamente en Nadie sabe nada uno de esos palabros que por alguna misteriosa razón acaba infectando a la audiencia: samanté.

"Nació de un error mientras bromeábamos sobre el mundo del crecimiento personal y lo hemos convertido casi en un código", admite el showman por mensaje de audio. "Lo del semáforo de Chiquito me parece la mejor metáfora de nuestra profesión. A veces da un poco de envidia ver las galas de los norteamericanos en las que entregan el premio anual de la comedia. Pero hace tiempo que me di cuenta de que ese espejo no sirve para nada y de que cada cultura tiene sus códigos. Hay que apechugar con ello".

Buenafuente recibió el Premio Nacional de Televisión en 2020, cuando conducía su transatlántico nocturno Late motiv. Admite sentirse "muy seguido y muy querido" y dice estar "cansado" de todo lo que suene a reivindicación -léase lloriqueo- por parte de su gremio. Lo de la trascendencia esculpida en mármol le provoca poco menos que alergia: "La posteridad es una proyección del ego a la que no quiero recurrir en ningún momento. Yo, cuando no esté aquí, me importará un poquito todo tres pepinos".

Tampoco muestra interés alguno en suceder al dibujante y humorista Antonio Mingote, quien en 1987 marcó un hito al ingresar en la Real Academia Española de la Lengua y ocupar el sillón r. "No creo que los comediantes debemos estar en sesudas reuniones que intentan dilucidar hacia dónde va el lenguaje. Nuestro papel está en los escenarios, en los bares, en las radios... Volvemos a lo del reconocimiento: a la sociedad española, por algún motivo, le va bien que los cómicos estén donde están".

No siempre es así. Cuenta Buenafuente que, en una ocasión, una señora mayor le soltó en un paso de peatones lo siguiente: "Gracias por traernos la risa. Porque las desgracias vienen solas, pero la risa hay que ir a buscarla". Lo comparte en el prólogo del mencionado Hazme reír.

"Me dejó muy pensativo", prosigue el cómico de las gafas de pasta en el libro. "Me vi como un mayorista de la felicidad. Un tipo de transportista que mueve esa preciada mercancía, la risa, y te la lleva a tu casa a través de la radio, la tele, el teatro o lo que haga falta. Porque la comedia es un estado de ánimo que se escurre por donde sea; una buena réplica en un ascensor o en un comentario que quita hierro en una reunión difícil. Es algo funcional y necesario para una sociedad cada vez más preocupada y que parece perder la esperanza en poder vivir en un mundo mejor y más amable".

Héctor de Miguel, Quequé, ex conductor de 'La vida moderna'.
Héctor de Miguel, Quequé, ex conductor de 'La vida moderna'.

A esa doble habilidad de monologuistas, viñetistas y otros artistas de la comedia para ensanchar el vocabulario callejero y amortiguar de alguna manera el desfondamiento colectivo remite precisamente la lingüista Inés Olza para poner en valor al colectivo. "El humor cumple una importantísima función social de generación de grupo, de identidad social, empatía... Y también a la hora de destensar y regular emociones", hace notar a propósito de estos tiempos de permacrisis y polarización.

Olza es investigadora del Instituto Cultura y Sociedad de la Universidad de Navarra. Admite que los humoristas son expertos en lenguaje creativo. "Forges habría sido un excelente candidato para entrar en la RAE", desliza. Ella invita a poner el foco en la idea de paisaje lingüístico, la intersección de sociología, psicología y lingüística que también explicaría el menosprecio a los cómicos. "Es como si estuviera reservado a las grandes esferas de discurso público, y que o eres político, científico o artista de los serios, o no eres digno de aparecer en él".

"Parece que si haces algo con humor, automáticamente se frivoliza. Yo creo que el humor es un lenguaje, no un fin. Se pueden abordar cosas muy profundas con humor. En el cine y la literatura hay infinidad de ejemplos", señala Joaquín Reyes, el artífice del bum del humor manchego con dos espacios de culto como La hora chanante y Muchachada Nui. Alguien extraordinariamente decisivo para el humor patrio del siglo XXI, como atestiguan sus inolvidables imitaciones de Björk, Robert Smith y Bill Gates o sus doblajes chiripitifláuticos de Mundo viejuno. Y, por encima de cualquier otra consideración, un regenerador del idioma desde la estepa albaceteña.

"El humorista continúa siendo el hermano pobre de los creadores... Y la mujer, además, se enfrenta a un hándicap social dentro del sistema", alerta Natalia Meléndez Malavé, profesora de Periodismo en la Universidad de Málaga, que dedicó su tesis doctoral al humor gráfico. "Se entiende que la mujer ha de comportarse de determinada manera, cuando todo lo relacionado con la comedia es justo lo contrario de lo que se le pide a una chica formal, precisamente por lo que supone de desafío a las normas y convenciones. Hay quienes dicen que las mujeres no tenemos gracia, pero también quienes aseguran que las mujeres están haciendo el humor más interesante ahora mismo", añade la también integrante del Consejo de Dirección del IQH y coorganizadora de la primera edición de Fistrosofía: las jornadas de estudio y reflexión en torno a la figura de Chiquito que se celebrarán el 13 de noviembre en el centro cultural La Térmica (Málaga).

Eva Soriano, representante de la revolución del humor femenino y copresentadora de 'Cuerpos especiales'.
Eva Soriano, representante de la revolución del humor femenino y copresentadora de 'Cuerpos especiales'.

"Se suele pensar que el cómico es alguien poco preparado y que dice caca-culo-pedo-pis. Eso hace que no se nos tenga en cuenta en los lugares de importancia. Pero quienes hacen reír no sólo lo consiguen con cuatro herramientas tontas de humor físico o tirándose por el suelo, sino elaborando discursos que a veces van más allá de la comedia", matiza Eva Soriano. Es la lideresa de la revolución femenina del humor (Susi Caramelo, Henar Álvarez, Martita de Graná, Esty Quesada, Perra de Satán...) con Showriano, el espectáculo total que ha mezclado música, baile y humor durante dos temporadas en Movistar, y con Cuerpos especiales, el programa despertador que copresenta en Europa FM.

"El único tributo a Lina Morgan es el teatro que ella misma se compró... A mí me encantaría que me pusieran en Reus una rotonda para que los coches diesen vueltas sin parar", propone Soriano con ojillos de malicia.

En lo de la rotonda coincide con Héctor de Miguel, Quequé. "Creo que no merezco más. A ser posible, que fuera una de esas rotondas inútiles que están en medio de un polígono o en un PAU", se chotea de sí mismo otra de las voces fundamentales del humor autóctono en el último cuarto de siglo. Alguien que, cuando empezó a girar a rebufo de la moda de los monólogos, tenía que explicarle a los responsables del garito en cuestión que el micro debía funcionar bien y que igual era buena idea cobrar entrada. El mismo falso serio que acabó llenando el Wizink Center o el Palau Sant Jordi al frente de La vida moderna.

-¿Te imaginarías a tu compinche Ignatius Farray en la RAE?

-Tiene un cráneo privilegiado. Si hay alguien con talento y preparación académica para estar ahí, es Nacho. Me gustaría poner una cámara y verle al lado de Arturo Pérez Reverte y participar en esas deliberaciones...

Por alusiones interviene Juan Ignacio Delgado, autor de Meditaciones (Temas de Hoy) y el hombre detrás del profesional que estuvo nominado al Emmy en 2018. "Con los cómicos pasa una cosa que es bonita y sórdida al mismo tiempo", se arranca. "Existe reconocimiento y también reticencia a introducir a la comedia en el epicentro de la cultura, de los premios, del aval institucional... Es algo de lo que yo estoy orgulloso. La comedia siempre debe estar en los márgenes y bajo sospecha".

Ignatius compara la situación actual con la de los cómicos de la legua, faranduleros itinerantes que en el siglo XVII iban por los pueblos representando sus funciones... y a los que las autoridades no permitían pernoctar a menos de una legua del lugar de la representación. Eran artistas, por tanto, que tenían las puertas sólo semiabiertas. "Una muestra de respeto hacia el cómico es tener miedo de que forme parte del sistema, porque dinamita las reglas con las que convivimos. Recuerdo cuando a Dario Fo, que había reivindicado la tradición de los juglares, le dieron el Nobel de Literatura. Todo el mundo se quedó loco, preguntándose cómo le podían dar ese superpremio a un payaso. Por supuesto, tenía todo el sentido del mundo".

En Reino Unido, los Monty Python y Peter Sellers resultan tan venerables como la mismísima BBC. En Estados Unidos no hace falta explicar quién fue Andy Kaufman. En España, el estreno el año pasado de Saben aquell -la aproximación de David Trueba a la vida de Eugenio- y de ¿Es el enemigo? La película de Miguel Gila ahora puede verse como la reapropiación de un legado que hemos considerado ajeno durante demasiado tiempo. O como la prueba de que recibir el aplauso definitivo es simplemente cuestión de tiempo.

"A Gila yo lo pondría al lado de la estatua de Neptuno o en el regazo de la de Cibeles. Para mí fue un dios", piropea Millán Salcedo al primer monologuista de este país, el de la boina y el teléfono de rueda. "Eso sí me interesa mucho. Fueron buenos cronistas de su tiempo, con peripecias vitales interesantes y las películas que les han hecho son muy bonitas", se suma al revival Andreu Buenafuente.

Precisamente estos días que el Ministerio de Cultura entrega el Premio Nacional de Artes Plásticas, de Fotografía, de Poesía, de Ensayo, de Cómic, de Teatro, de Danza, de Literatura Infantil y Juvenil, de Innovación y Diseño, de Circo y de mil disciplinas más, la pregunta es incluso más pertinente: ¿debería entregarse también el de Humor?

"Rotundamente sí", reafirma Joaquín Reyes. "Te lo digo en mayúsculas, en negrita y en Helvética". Y claro, entran ganas de ponerle un piso. O incluso una terminal de cruceros.