LA LECTURA
Historia

María Josefa Amalia de Sajonia, primera reina constitucional y poeta del absolutismo

Mujer culta, políglota, poeta y cronista de los convulsos sucesos que le tocó vivir desde su llegada a España en 1819, de las cuatro esposas de Fernando VII fue la que más tiempo pasó a su lado, razón por la cual, como él, ha sufrido la incomprensión y el olvido

Escrito político de la reina María Josefa de 1822, en contestación al periódico liberal 'El Zurriago', que no se hizo público.
Escrito político de la reina María Josefa de 1822, en contestación al periódico liberal 'El Zurriago', que no se hizo público.AGP, REPRODUCIDO EN 'MARÍA JOSEFA AMALIA DE SAJONIA, REINADE ESPAÑA'. F.BANCO SANTANDER.
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No siempre la historia la escriben los vencedores. Y si en el caso del Rey Fernando VII, los clichés y lugares comunes que perfiló la historiografía liberal han consolidado la convencional imagen de un monarca felón, traidor y sanguinario represor de políticos partidarios de la Constitución de 1812, no ha sido más favorable el oscuro lugar en que la Historia ha dejado a su tercera esposa, María Josefa Amalia de Sajonia. A su caso, además, contribuyó una, en apariencia, insignificante carta que Prosper Merimée envío a Stendhal en el verano de 1830, la primera vez que el escritor visitaba nuestro país, cuando trabó amistad con la condesa de Montijo, Manuela Kirkpatrick, madre de la futura emperatriz Eugenia de Montijo. Ella fue la que le dio a conocer algunos relatos y leyendas con los cuales elaboraría en 1845 su famosa Carmen. Pero también le contó algunos cotilleos de la corte que habían ocurrido hacía casi 10 años, cuando la jovencísima hija menor de Maximiliano de Sajonia llegó a Madrid para contraer matrimonio con Fernando VII, cuya segunda esposa, María Isabel de Braganza y Borbón, había muerto sin darle descendencia en diciembre de 1818. La anécdota que relataba Merimée hacía referencia a la primera noche de bodas entre un hombre de 35 años, casado por tercera vez y una mujer de apenas 15 años, virgen, que acababa de conocer a su esposo. "La reina sajona con la que se casó Fernando", escribía el francés, "era un princesa tan devotamente devota y tan cristianamente educada que ignoraba hasta las cosas más sencillas de este mundo, que en España saben las niñas de 8 años".

Y pasaba enseguida a la supuesta descripción de aquel primer encuentro: "Entra Su Majestad. Imagina a un hombre gordo con aspecto de sátiro, muy negro, con el labio inferior colgando. Según la señora que me contó la historia, su miembro viril es tan delgado como una barra de acero en la base y tan grande como un puño en la punta, y tan largo como un taco de billar. También es el más grosero y desvergonzado de su tiempo. La reina creyó que iba a desmayarse ante tan horrible espectáculo (...) La reina escapó de la cama y corrió por la habitación dando un fuerte grito". El rey, continúa su relato, montó en cólera y exigió a las camareras de la reina que la devolviesen al lecho. Pero estas "asustaron a la reina, hasta el punto de que se le alteró la digestión. Cuando el rey volvió para reanudar la conversación donde la había dejado, no encontró más resistencia, pero a su primer esfuerzo por abrir una puerta, la de al lado se abrió de forma natural y manchó las sábanas de un color muy distinto al esperado tras una primera noche de bodas. Un olor espantoso, ya que las reinas no tienen las mismas propiedades que las civetas".

Todo esto no son más que "bulos", afirma, en conversación con La Lectura, la historiadora y novelista María José Rubio, que tras más de 10 años de estudio y de duro trabajo en numerosos archivos, en especial los del Palacio Real, que tan bien conoce, acaba de publicar la primera biografía de la tercera esposa de Fernando VII, una figura desacreditada por la historiografía y arrojada a la cuneta del olvido quizá de forma interesada. Para Rubio, autora de dos exhaustivos volúmenes sobre las Reinas de España y una esclarecedora biografía de la Infanta Isabel de Borbón, La Chata (todos ellos en La Esfera de los Libros), esta omisión es imperdonable y supone "un fracaso del deber de los historiadores, porque no se ha querido investigar para desmontar esos bulos y se ha hecho lo más cómodo, que es quedarse con las imágenes estereotipadas de un reinado que fue más importante y alcanzó más logros de los que se quieren reconocer".

El resultado puede leerse en María Josefa Amalia de Sajonia, reina de España. Política, poeta y mística, que acaba de publicar la Fundación Santander y con la que se inaugura la nueva Colección Biografías de Historia Fundamental. Hasta ahora, explica Rubio, lo único que había escrito sobre ella es la repetición de "los típicos clichés que todo el mundo replica, desde los que expande Merimée, acerca de su educación religiosa y su supuesta estancia en un convento del que no salió sino para llegar a la traumática noche de bodas, hasta una carta que Fernando VII habría enviado al Papa para que este obligase a la reina a tener relaciones sexuales". La imagen que dibuja Rubio tiene poco que ver con todo eso. Estamos ante la primera reina constitucional y la primera en toda la historia de España que es escritora y poeta, y que llegó a publicar algunas obras en vida, si bien la mayor parte de su producción quedó prudentemente oculta y si la conocemos, al menos toda su poesía, es porque tras su muerte en 1829 (por una pulmonía, cuando contaba con 25 años) Fernando VII las copió todas a mano para que se conservasen. Además de los poemas, la mayor parte de ellos de corte político, antiliberales y encendidamente absolutistas, en los archivos se conservan otros escritos, también sobre los acontecimientos políticos, en alemán y en francés, los otros idiomas en los que escribía con soltura.

Porque ese es otro de los tópicos que desmonta Rubio. Frente a la imagen de una "ñoña" que estuvo casi toda su vida en un convento, la realidad, explica la también novelista, autora de El cerrajero del Rey, recibió una educación exquisita. Los siete hijos del matrimonio entre Maximiliano de Sajonia y Carolina de Borbón-Parma recibieron una completa formación. "Los niños", escribe María José Rubio, "crecen hablando varios idiomas: el alemán en la intimidad familiar, el italiano por ser la lengua de su madre, y el francés, por ser el idioma diplomático. Su madre, antes de morir, había preparado una sala en la que cada niño tenía su escritorio y su cajón con su nombre. Allí, aprenden juntos a leer, escribir y las diferentes materias que el padre supervisa directamente. Él mismo imparte las primeras lecciones de lectura, escritura, aritmética, historia y religión". Cuando llega a España, ella, que es una gran lectora, se trae su propia biblioteca y cuida de todos sus ejemplares. Son muchos los testimonios que certifican la vasta cultura de la reina.

LAS AMENAZAS DEL TRIENIO LIBERAL

A los pocos meses de llegar a España, el 1 de enero de 1820, triunfa el golpe de Rafael Riego con el que se da inicio al Trienio Liberal, un régimen que instaura de nuevo la Constitución de 1812 y que durante sus tres años de duración estará bajo la atenta mirada de las potencias internacionales, que tras la caída de Napoleón y la celebración del Congreso de Viena habían vuelto a instaurar el absolutismo. En esa isla de liberalismo pasará María Josefa, de fuertes convicciones absolutistas y de profunda fe católica, sus tres primeros años en España. Y el primer susto lo tendrá ya en marzo de ese mismo 1820, cuando se produce el primer intento de asalto al Palacio Real. Sufrirá luego dos más, y el tremendo shock que le produjeron la hicieron enfermar. Llegó a temer por su vida y pensaría que su cabeza acabaría en un cesto como el de María Antonieta durante la Revolución francesa. Nada más lejos de la realidad. Pese a que tanto ella como su marido se vieron amenazados por los sectores más radicales del liberalismo, que los insultaban y los amenazaban constantemente, el nuevo régimen no era republicano, ya que contemplaba la figura del rey, si bien con muy pocas atribuciones. Así, el 9 de julio de 1820, cuando se abren las nuevas Cortes y el rey se dirige al salón principal para jurar la Constitución, "entre las grandes novedades del día figura la presencia de María Josefa Amalia, primera reina constitucional de España y primera soberana en pisar el salón del Congreso y atender allí al discurso del rey y las intervenciones de los diputados".

Si embargo, la reina era muy consciente de la situación que está viviendo. Y, pese a la enfermedad que sufría, no quiso quedarse callada y comenzó a escribir sus vivencias, tanto de forma narrativa como poética. Después de un altercado sufrido a la salida de las Cortes el 5 de febrero de 1821, donde ella y Fernando VII recibieron insultos de unos agitadores, "tomó la pluma y escribió uno de sus primeros poemas políticos para expresar su inquietud ante este evento de violencia impredecible: ¡Día terrible! ¡Día sin gloria!/ mas no sin sangre ni sin horror/ siempre te ocultas a la memoria/ de los que tienen patria y honor». Poco después, cuando se inaugura la segunda legislatura de las Cortes, en marzo de ese mismo año, vuelve a escribir. "Lejos de pensar los diputados que María Josefa Amalia lleva en su pensamiento un espíritu muy distinto al que manifiestan sus protocolarias formas constitucionales", escribe Rubio, su pensamiento era otro: "Ya llegó el feliz momento/ ya el Eterno nos salvó,/ y nuestro llanto trocó/ en alegría y contento./ Se desbarató el intento,/ que tramó la irreligión;/ con alegra corazón,/ puedo decir sin temor:/ Viva mi esposo y Señor, viva el Rey nuestro Señor./ Muera la Constitución". O esta otra canción: "Españoles, corred a las armas/ Muera, muera la Constitución,/ ¿Dónde está ese valor tan invicto/ Que mostrasteis en todo conflicto/ Por la Patria y por la Religión".

'María Josefa Amalia de Sajonia', por Vicente López Portaña, hacia 1828, un año antes de su muerte.
'María Josefa Amalia de Sajonia', por Vicente López Portaña, hacia 1828, un año antes de su muerte.MUSEO DEL PRADO

Además de los poemas, María José Rubio ha encontrado varios textos narrativos que demuestran las firmes convicciones de la reina y su interés por los sucesos de los que en parte era protagonista. Uno de los ensayos lleva el expresivo título de Constitución impolítica de la Monarquía española integrada por la escoria de la Nación durante la ausencia y cautividad de Fernando VII, donde denuncia el clima de violencia impuesto por los radicales exaltados que incumplen de facto la Constitución que dicen defender. El segundo lleva también un explícito encabezado: El grito Viva Riego es criminal, injusto, antipatriota y anticonstitucional, que es una reacción a un discurso en una tertulia patriótica de Murcia, publicado en Madrid en 1822. El tercero es una respuesta al periódico liberal aragonés El Zurriago, en cuyas páginas, que ella tildaba de "infames", podían leerse insultos a la reina del tipo "Pepita, carita de azúcar".

Todos estos textos demuestran el interés con el que la reina leía y seguía la prensa liberal de toda España. Y confirman, concluye Rubio, "la ocupación política de María Josefa Amalia, su capacidad para el pensamiento ideológico, y la evidencia de que el rey trató de ocultar y proteger su obra literaria por miedo a que sus escritos políticos salieran a relucir y fueran susceptibles de provocar un escándalo como el que pudo ocurrir en el mes de abril de 1822 con una publicación que se le adjudicó falsamente".

UNA SINCERA RELACIÓN AMOROSA

El texto al que se refiere María José Rubio es Cartas de la Reina Witinia a su hermana la princesa Fernandina. "Gracias a la documentación diplomática que he consultado de Sajonia y del Vaticano he demostrado que ese texto no es suyo". La hipótesis de Rubio es que lo escribió alguien cercano a ella, que la traicionó, "alguien de su entorno próximo aún sin descubrir, que, además de conocer sus detalles íntimos, también sabía que la reina estaba escribiendo, por sí misma y en aquel mismo tiempo, poesía y ensayos políticos. El objetivo era lanzar un ideario político que impactara en el desarrollo del Trienio Liberal".

En cuanto al relato con el que Merimée intentó ridiculizar la relación entre Fernando VII y su joven esposa, Rubio se muestra tajante: "La noche de bodas realmente ocurrida paree muy distinta de lo que relata Merimée, puesto que María Josefa Amalia, su protagonista, conservará con veneración el ajuar de la cama de aquella noche hasta su muerte en 1829, formando parte esencial de su testamentaría, donde figura la partida inventariada de su ropa de cama". Además, la numerosa correspondencia entre ambos y la que la reina mantuvo con su familia "expresan, sin lugar a dudas, su felicidad conyugal. María Josefa Amalia no sólo se gana plenamente su afecto, sino también su entera confianza. Ejerce sobre él una influencia sosegada, no buscada ni deseada, pero que se impone por la admiración que Fernando tiene a la educación, la modestia y la refinada dignidad que desprende siempre su esposa. La furia política contra él distorsionará también su imagen privada, convirtiendo su relación con María Josefa Amalia en una caricatura de lo que realmente fue".

Él, además, según se desprende de su correspondencia diplomática, demuestra una enorme complicidad con su esposa. Y pese a que no pudo darle hijos, María José Rubio descarta que sea fidedigna una carta de Fernando VII supuestamente enviada al Papa pidiendo que instase a su esposa a mantener relaciones sexuales con él. Ese borrador, que no está escrito ni firmado por Fernando VII, ni lleva fecha, es uno de los misterios que quedan sin resolver, pero en cualquier caso, afirma la historiadora, "queda descartada la tergiversación historiográfica de que esa carta fuera escrita al inicio de su matrimonio por supuestas dificultades en su consumación". Se suele hacer alusión a la religiosidad de la reina para mantener esa versión, que carece de fundamento, según Rubio. No obstante, sí es cierto que María Josefa Amalia fue muy coherente en la forma de vivir su religiosidad, escribió textos religiosos de gran profundidad teológica y poemas de naturaleza mística. Como este, uno de los últimos. "Pero cuando cada cual/ coja de su vida el fruto,/ cien siglos de gozo o luto/ pasarán, y muchos más,/ sin que se diga jamás/ que ha pasado ni un minuto".