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Un nuevo episodio de la novela en marcha de Valérie Mréjen

La escritora y creadora visual viaja a los años de su juventud, cuando era una torpe y tímida, pero esforzada y decidida aprendiz, en 'La joven artista', nueva pieza del puzle de su obra en construcción

Un nuevo episodio de la novela en marcha de Valérie Mréjen
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Valérie Mréjen (París, 1969) entró en la literatura con Mi abuelo (Periférica, 2007), una memoria familiar que descubría a una escritora con gracia y talento para retratar a los excéntricos miembros de su familia y convertirlos en personajes de tragicomedia. A esa primera pieza se han ido añadiendo otras -El agrio, Selva negra o Tercera persona, entre otras- para completar el puzle que está construyendo, un poco sobre la marcha, y que tiene inspiración autobiográfica.

La joven artista

Traducción de Vanesa García Cazorla. Periférica. 144 páginas. 17 ¤ Ebook: 11,99 ¤
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Ahora se añade un nuevo elemento, La joven artista, donde Mréjen vuelve a sus años de estudiante de la Escuela de Artes en Cergy-Préfecture, cuando era una torpe y tímida, pero esforzada y decidida aprendiz de artista. Cuenta cómo se decidió por el vídeo: la pieza de Martha Rosler "Semióticas de la cocina" le mostró que era fácil colocar un trípode. Y esa fue la primera dedicación de Mréjen: videoartista, disciplina que no ha abandonado, y a la que ha añadido no solo la de escritora, también la de cineasta (en su web pueden verse algunas piezas, además de información sobre muestras y exposiciones).

En La joven artista, Mréjen abre la ventana al pasado para mirarse acudiendo por primera vez a las pruebas de acceso para la escuela de arte y fracasando, acudiendo por segunda vez, ahora sí, con éxito. La joven artista es Mréjen, tímida, un poco torpe, se mueve como pez fuera del agua entre estudiantes de distinto tipo y pelaje, todos parecen saber que lo que importa es tener una personalidad marcada, ella es un poco inocente aún. Disfruta de los trayectos en cercanías, se traslada de barrio, de ambiente, y lleva todo eso de vuelta a la casa paterna, donde nadie comprende bien qué salidas tiene eso que estudia. Aquí está la entrada en el mundo real, pero también la salida del confortable y limitante nido familiar.

Aparecen personajes y episodios de la órbita Mréjen (el padre, la mujer del padre, la muerte temprana de la madre), y también reconocemos sus marcas de estilo: cuando se pone ácida es divertida y certera, sin resultar cínica. La plegaria, inspirada en la de Jenny Holter en 1982 ("protect me from what I want"), que escribe aquí es tan emocionante como ineficaz: sobre todo porque es la Mréjen adulta la que la hace, no la joven artista. Están también las referencias, los descubrimientos de lo que será su mundo artístico y de lo que será su mirada y hay una celebración del entusiasmo artístico y la entrada en el mundo adulto.

La joven artista puede parecer menor, y no tiene la fuerza de otros de los libros de la escritora, pero es una valiosa pieza de su novela en marcha.