Solo ahora, cuando se conmemora el centenario de su nacimiento, ha caído uno en la cuenta de que tenía apenas tres años menos que mi madre. Pero ni se me hubiera pasado por la cabeza pensar que pertenecían a la misma generación. Ni siquiera al mismo país. Aunque entonces le doblara a uno en años, la diferencia nunca fue un problema. Era una más de nosotros.
Andaba entonces terminando su quinta novela y a los amigos de su hija Marta, que íbamos por Doctor Esquerdo 43, nos la iba contando o leyendo. Trabajaba duro, a menudo en el Ateneo; la casa se le venía encima. La tenía consagrada a Ferlosio, tal y como él la había dejado, a pesar de que hacía lo menos siete u ocho años que él ya no vivía allí. Hubieron de transcurrir algunos más hasta que se decidió a quitar de su vista fotos, dibujos y objetos que le traían memorias tristes de los buenos tiempos. Fue cuando comprendió que su marido nunca volvería, ni tampoco su hija, que acababa de morir.
Aseguraba que con esa novela, 'El cuarto de atrás', se le habían "puesto en fila las nueve musas". Lo decía de todos y cada uno de los libros que iba escribiendo. Necesitaba repetírselo porque se sentía bastante sola; tampoco acababa de comprender "cómo Rafael puede vivir con los derechos de un solo libro y yo con ocho o diez no llego a fin de mes". Lo lograba haciendo mil cosas, y en vista de ello le encargamos para una editorial minúscula que empezaba entonces una traducción de los poemas de William Carlos Williams, que ella no conocía y que acabó gustándole mucho. Aquel Viaje hacia el amor fue el primer libro del que me ocupé en la editorial Trieste.
Un año o dos después nos entregó otro en el que venía trabajando desde hacía mucho. Había depositado en él muchas esperanzas y podría habérselo ofrecido a cualquier editor, porque gozaba como ensayista de una gran consideración, más aún que como novelista. Y así, cuando Ferlosio o Benet le decían que su mejor obra era el ensayo sobre Macanaz, el político ilustrado, o 'Usos amorosos del dieciocho en España', en el fondo esos elogios la mortificaban. Pese al proceso de edición (ella se fue a Charlottesville, Virginia), 'El cuento de nunca acabar' acabó siendo un gran libro, uno de los mejores suyos. Ni siquiera nos pidió un adelanto. Lo subtituló Apuntes sobre la narración, el amor y la mentira. Tiene un poco de todo (es Martín Gaite en estado puro: relatos, ensayos, dichos, apuntes y biografía), y trata principalmente de la búsqueda del interlocutor. Una búsqueda desesperada, diría.
"La vida, que le quitó tanto, hizo que conociera el éxito los últimos años y encontró en algunos escritores jóvenes la admiración que no tuvo entre los de su tiempo"
Por ella supe que Liliana Ferlosio conservaba el manuscrito de 'Rosa Krüger', la novela que escribió y leyó por entregas su marido Rafael Sánchez Mazas en el tiempo que estuvo refugiado en la embajada de Chile, durante la guerra civil, y que se daba por perdida.
Acabamos publicándola también en Trieste, como la traducción del libro de CSLewisUna pena observada que le llevé con el único propósito de ayudarla a pasar el duelo, especialmente cruel y devastador, por la muerte de La Torci (Marta).
Ya no recuerdo de dónde venía ese apodo, pero sí que fue esta quien le puso a su madre el de Calila, y con él me están dedicados sus libros. La mayoría la llamaba Carmen, los cercanos, Carmiña, y los amigos de Marta, Calila, y este es el que usó con nosotros, sin duda por recordarla.
La vida, que le quitó tanto, hizo que conociera el éxito los últimos años y encontró en algunos escritores jóvenes la admiración que nunca tuvo de veras entre los de su tiempo.
En A rachas, su libro de poemas, se incluye una de las endechas más hermosas de la poesía española, tan machadiana (de Manuel más que de Antonio): "Escucha lo que te digo,/ compañero, dulce amigo/ de sinsabores y empeños:/ No te dé Dios más castigo/ que tener a otra contigo/ cuando me llames en sueños". Debajo de su sonrisa llevaba ese desgarro. Brava y sentimental.
Han pasado cien años, veinticinco desde que murió. Y sin embargo se diría que el coloquio que empezó hace casi cincuenta sigue donde lo suspendimos. Siempre dejaba la puerta de atrás abierta.