Como suele ocurrir con las grandes historias, la última novela de Jesmyn Ward (DeLisle, Mississippi, 1977) llegó de forma improvisada. Hace ya unos nueve años, la escritora conducía desde su pequeño pueblo de unos 1.700 habitantes hasta Nueva Orleans, donde es profesora de Escritura Creativa en la Universidad de Tulane, e iba escuchando en la radio local un programa dedicado al tricentenario de la fundación de la ciudad.
"Era un serial que exploraba historias poco conocidas de la historia de Nueva Orleans. Este programa en particular trataba sobre la esclavitud y detallaba el hecho de que, aunque había docenas de mercados y corrales de esclavos en la Nueva Orleans del siglo XIX, en la actualidad sólo había dos placas conmemorativas de este hecho, y una de ellas estaba mal colocada", rememora la autora para La Lectura. "Eso me rompió el corazón. De hecho, comencé a llorar mientras conducía. Me parecía terrible que millones de personas hubieran soportado semejante dolor y luego esa experiencia se hubiera borrado de la memoria colectiva".
Orgullosa escritora sureña y estudiosa apasionada del Sur profundo, Ward creció visitando con frecuencia a sus familiares en Nueva Orleans, y su padre vivió allí durante varios años cuando ella era adolescente. "Reflexionando con más profundidad, me sorprendió no saber nada de la historia que estaban contando, descubrir que todo ese terrible pasado estuviera tan olvidado y enterrado que había pasado años de mi vida en ese lugar y no había ninguna huella", abunda. Después, el horror dio paso a una idea: "Inmediatamente me pregunté si podría escribir una historia sobre una joven esclavizada que tiene que pasar por esos mismos mercados. ¿Qué pasaría si escribiera sobre eso? ¿Ayudaría una novela a que esa realidad volviera a la conciencia pública, al recuerdo colectivo?".
Este mundo ciego
Traducción de Magdalena Palmer. Sexto Piso. 256 páginas. 19,90 ¤ Ebook: 11,99 ¤
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Así nació Este mundo ciego (Sexto Piso), una ficción histórica vívida y conmovedora, ambientada a principios del siglo XIX, que cuenta la desgarradora y angustiosa historia de Annis, una joven esclava que es separada de su madre, vendida por su amo -quien también es su padre- a un hombre del Sur y obligada a descender de los arrozales de Carolina a los mercados de esclavos de Nueva Orleans donde, de nuevo vendida, se ve condenada una existencia brutal en una plantación de azúcar de Luisiana.
La literatura del Sur
Narrado en una potente primera persona, con envolvente lirismo y tintes de realismo mágico, este viaje real y metafórico a un pasado no tan remoto se convierte en un descenso a los infiernos para Annis, para quien la vida se torna una huida. "La novela nace de la voz de Annis, el personaje vino a verme. En mis primeros borradores, ella vino a mí en el momento en que estaban vendiendo a su madre. Tiene pánico, miedo y está llena de rabia y amor por su madre. En otras palabras, los grandes rasgos de su humanidad estaban claros para mí desde el principio, pero tuve que escribir en la novela para descubrir los aspectos más pequeños de su personaje: su amor por las palabras, su orgullo por adquirir conocimientos, su hambre de amor...", explica Ward, que incide en lo complejo que fue para ella adentrarse en una vida tan dura.
"Siento responsabilidad al escribir sobra la gente pobre y negra del Sur. Debo ser honesta sobre su vida aunque haya realidades incómodas"
"Fue muy difícil. En esencia, esta es una historia sobre una joven que sufre un gran abuso, pena, pérdida, aburrimiento y dolor. Fue difícil aceptar todo esto porque, pensada desde el presente, esta realidad tan brutal no tiene sentido. Pero el ingenio, la ternura, la fiereza y la resistencia de Annis me permitieron escribir sobre las experiencias más oscuras". Entre ellas la traumática separación de su madre, la violación de su amante con ella presente, los intentos de acostarse con ella de su padre/amo, la extenuante marcha hacia el sur, en la que centenares de personas morían y el encierro sin agua ni comida en un pozo excavado en la tierra como castigo inmerecido al que la somete su nueva ama.
Esta oscuridad es una de las señas de identidad de la obra de Ward, la primera mujer y la primera afroamericana en ganar en dos ocasiones el National Book Award. El primero le llegaría en 2011 por Quedan los huesos (Siruela, 2013), donde narraba, a través de los ojos de una adolescente negra embarazada, la historia real de cómo su familia sobrevivió al huracán Katrina. El segundo en 2017 por La canción de los vivos y los muertos (Sexto Piso, 2018), una oscura epopeya familiar ambientada en el Mississippi contemporáneo que lidia con la raza, la pobreza y las secuelas de la violencia pasada. Antes, en 2008, la escritora debutó con Where the Line Bleeds, la historia de unos hermanos gemelos negros pobres criados por su abuela ciega que se las arreglan para vivir en circunstancias imposibles.
Las tres primeras novelas de Ward, ambientadas en Bois Sauvage, un pueblo ficticio del Golfo de Mississippi trasunto de su hogar, exploran temas habituales de la narrativa del Sur: pobreza, opresión, racismo y dolor; familia, fuerza, comunidad y esperanza. Ward, la primera persona de su familia en asistir a la universidad, se graduó en Stanford en 1999. Poco después, su hermano Joshua fue atropellado y asesinado por un conductor ebrio en su casa en Mississippi. El conductor, que era blanco, sólo fue acusado de abandonar la escena del accidente, no por la muerte de su hermano, y finalmente cumplió solo dos años de una sentencia de cinco. Ward transmutó su dolor en sus memorias, Men We Reaped, tratan sobre la pérdida de cinco hombres jóvenes en su vida.
El peso del pasado
"Salvo este libro tan personal, mi ficción no es autobiográfica, pero describo lo que me rodea. Las personas que viven en el Mississippi rural y forman mi comunidad, gente pobre y negra del Sur. Ellos son mi inspiración. Quiero decir la verdad sobre este lugar, sobre esta gente que ha sido invisible durante tanto tiempo. Es un honor para mí escribir sobre ellos", asegura Ward, muy consciente de que todo acerca de quién es como escritora "ha sido conformado por crecer y vivir en el Sur. Veo la desigualdad y la dura realidad de las vidas que las personas que amo viven, y quiero representar eso, para que tenga una presencia. Siento cierta responsabilidad: si elijo escribir sobre estas personas, tengo que ser honesta sobre lo que están viviendo. Ahí entran realidades incómodas, claro, porque muchos de ellos luchan con el dolor, la pérdida y la muerte. Cuando escribo trato de dar dignidad a mis personajes, que los lectores entiendan cómo son sus vidas".
"El pasado no enterrado da forma al presente. Igual que en el siglo pasado, muchos todavía piensan que las vidas negras valen menos"
Unas vidas marcadas, opina Ward, por la historia. El pasado no enterrado da forma al presente es la letanía que recorre, como el estribillo de una canción, toda su obra, afanada en demoler, narrando las cicatrices y la injusticia, cualquier mito residual sobre la existencia de una América posracial. "Una de las cosas más valiosas que puede hacer la ficción histórica es animar a los lectores a sentir empatía por los personajes, que son sólo personas que hacen lo mejor que pueden con lo que tienen. Más empatía siempre es algo bueno. Desenterrar este pasado y escribir esta novela me permitió comprender mejor mi presente. La esclavitud estadounidense era un sistema terrible y sus ecos todavía están con nosotros hoy", sostiene la autora.
El gran problema, asegura, es que en Estados Unidos no sólo existe el racismo interpersonal, sino también el racismo sistémico. "Raramente se reconoce, y por eso es tan difícil de eliminar. Sabemos que los afroamericanos alcanzan los niveles más altos, incluida la presidencia, y que hay una clase media sustancial, pero esto se ve contrarrestado por un racismo sistémico que continúa deshumanizando, marginando y empobreciendo las vidas negras", lamenta Ward. Y no se corta a la hora de poner ejemplos. "Se manifiesta en todo: en la menor esperanza de vida de los negros, en las tasas de mortalidad infantil, en las tasas más altas de condiciones de salud crónicas, en los desiertos alimentarios y en la infraestructura deficiente y la falta de inversión en los vecindarios negros, en la discriminación en el acceso a la vivienda, al empleo y la admisión a la escuela... Está en todas partes".
Una situación que aventura que no irá a mejor en la nueva época de Trump. "Hemos retrocedido a todos los niveles. Es agotador vivir con esto todos los días, pero hago lo que debo hacer. Peleo. Nuestros horrores actuales no me han silenciado todavía. No sé si lo harán. En todo caso, la atmósfera política actual me ha enojado y exasperado aún más, y eso me llevo a mi escritorio, a mi ordenador, a mis libros. Igual que en el siglo pasado, muchos todavía piensan que las vidas negras valen menos", sentencia. Para Ward, los que están en el poder en Estados Unidos "invierten en borrar el pasado, negando su impacto en el presente. Siguen insistiendo en que el racismo no existe, en que todos nacemos con las mismas oportunidades".
Un debate candente
Sin embargo, cree que si las personas escriben y leen sobre esclavitud es porque existe un rechazo a esa narrativa oficial. En su segundo discurso de recepción del NBA la escritora manifestó su esperanza de que este reconocimiento fuera "una señal de que el horizonte de intereses que abarca la literatura se ha ampliado y la definición de universal puede contener historias sobre gente negra, de clase trabajadora o mujeres". No obstante, sabe que el tema es espinoso y está muy polarizado en su país, donde muchos sostienen que es innecesario que los horrores de la esclavitud se representen continuamente en la televisión, el cine y la literatura, tras años de obras muy debatidas como El ferrocarril subterráneo (2016), de Colson Whitehead o El baile del agua (2019), de Ta-Nehisi Coates.
"El duelo es duradero porque es una expresión frustrada del amor que uno siente por la persona fallecida. Mientras sienta amor, sentirá dolor"
"En cierto sentido, temía que los lectores pensaran: 'Otra novela sobre esclavitud no, por favor'. La gente a menudo tiene reacciones instintivas contra las narrativas sobre personas esclavizadas, pues es un tema tan difícil que creo que la gente se resiste a involucrarse emocionalmente y, por lo tanto, es fácil verlos como personas simples y uniformizadas", razona Ward. "Sin embargo, me di cuenta de que cada persona esclavizada tiene una historia que contar. Todos ellos eran personas con deseos, necesidades y anhelos. Y eso es algo que realmente quería plasmar en el libro. Quería que el lector sintiera el dolor de Annis, su hambre, su anhelo por su madre, su ira, su desesperación, su esperanza y su lucha. Sumergirlo en este mundo y revelar que ella es solo una persona que está tratando de hacer lo que puede con lo que se le ha dado, tratando no sólo de sobrevivir a lo que está experimentando, sino también de llegar a un lugar donde tal vez pueda prosperar".
Más allá de estas dudas sociopolíticas, otro elemento, en este caso personal, que marcó la escritura de Este mundo ciego fue el fallecimiento inesperado en 2020 de su marido Brandon Miller, dejando a Ward con dos hijos que cumplen cumplen 13 y 9 años en este 2025. "Todavía hoy [casada de nuevo y con otro hijo nacido en 2022] estoy viviendo con mi dolor. El duelo es duradero porque es una expresión frustrada del amor que uno siente por la persona fallecida. Mientras uno ame a la persona fallecida, sentirá dolor. Tenemos que aprender a vivir con el dolor, a vivir a pesar de él", afirma la autora, que estuvo a punto de dejar de escribir. "En aquel momento sentía ganas de rendirme, porque me sentía realmente desesperanzada y estaba sumida en mi dolor. Tenía esa sensación de que nada mejoraría nunca. Una sensación que ya había sentido antes, dos veces. La primera, cuando murió mi hermano, cuando él tenía 19 años y yo 23, y la segunda tras el Katrina. En ambas ocasiones me pregunté cómo seguir adelante ante tanta devastación, cómo darle sentido a la vida. La respuesta que me vino a la cabeza fue escribir".
En este sentido, Ward reconoce, terminar la novela fue una especie de terapia salvífica. "Annis me enseñó mucho sobre la resistencia, me ayudó a darme cuenta de que elegir despertar, respirar y vivir a pesar de las dificultades y el horror, es resistencia", sintetiza. "En la actualidad, mi dolor es una sombra, siempre presente pero tenue, que me sigue a lo largo del día. Estoy agradecida con Annis porque al escribir su viaje a través del duelo, pude comprender mejor el mío. Al final del libro, ella toma la decisión de vivir a pesar de sus pérdidas, pena y dolor. Escribir esta historia me ayudó a hacer lo mismo".
El antídoto de la empatía
Un poder, el de la literatura, que la autora ha convertido en el centro de su vida. "Aunque probablemente sea ingenuo, sigo creyendo en las posibilidades de la literatura para narrar y combatir la desigualdad. Cuando la gente lee ficción literaria vive una experiencia con los personajes. Siente, sufre y se alegra con ellos, y esto aumenta, insisto, la empatía del lector y lo anima a percibir a los demás como seres humanos complejos con emociones como las suyas. La empatía es un antídoto directo contra el racismo y la desigualdad", sostiene. "En este sentido, no creo que la calidad literaria de una obra diluya su poder para inspirar cambios políticos. Realmente creo que mi trabajo alcanza su mejor momento cuando inspira a los lectores a sentir con y para mis personajes. Esto es lo que planta las semillas de la comprensión, el sentimiento y, en última instancia, el cambio".
Esta actitud militante es para la escritora algo fundamental en Estados Unidos "especialmente estos días en los que hay un esfuerzo deliberado y siniestro por borrar las experiencias vividas por personas pobres, nativas, latinas, negras, LGTBI, discapacitadas... cualquiera que sea visto como otro por quienes históricamente han habitado los pasillos de fuerza. Mi trabajo ha buscado y siempre buscará amplificar las voces de quienes existen en los márgenes", remacha, antes de incidir en que, aunque el mundillo literario suele encasillar tanto a las obras como a los autores, ella no siente que escriba para ningún tipo de público en particular.
"Cuando la gente lee siente, sufre y se alegra con los personajes, y la empatía es un antídoto directo contra el racismo y la desigualdad"
"Para empezar, escribo para mí misma, porque me encanta y alimenta mi alma, pero también para mi familia y mi comunidad, para la gente del Sur, para los negros, para los pobres. Y, por último para personas que están marginadas de alguna manera y no suelen ver sus vidas reflejadas en la cultura popular y en la literatura que consumen. Gente que no tiene por qué parecerse a mí, ni proceder del mismo entorno socioeconómico ni del mismo lugar del mundo, pero que aun así encuentran algo que les resuena en este mundo que estoy escribiendo y en estos personajes", reflexiona Ward. "Toda buena literatura utiliza el poder de lo específico para tener un impacto universal. Si el escritor presenta los personajes de manera tan vívida, con tanto detalle, que se vuelven reales para el lector, sus historias se convertirán en las historias de los lectores. Me esfuerzo por recordar esto en cada pieza que escribo. Además, me gusta pensar que mis libros tienen poder, peso y belleza duradera, sin importar mi color o los colores de mis personajes".
Personajes que Ward considera universales porque "están luchando con cosas con las que todas las personas luchan. La pérdida, las relaciones familiares y románticas o la lucha por superar la desigualdad o los desastres naturales son cosas que mucha gente en el mundo enfrenta, por lo que espero que mi trabajo ayude en parte a la gente a navegar por esas cosas, pues creo sinceramente que vale mucho la pena vivir la vida. Incluso cuando uno se enfrenta a la violencia, la degradación o el colapso. No debemos desesperarnos: debemos vivir", sentencia la escritora, que desvela que es probable que siga escarbando en este pasado para cambiar el futuro. "Tengo otras ideas para historias sobre esta época, otras ideas novedosas merodeando en mi imaginación. Estoy trabajando en una novela para niños y jóvenes ahora mismo, pues serán ellos los que tengan en sus manos los años que vendrán".