El 9 de diciembre de 1774 el sultán marroquí Sidi Mohamed Ben Abdalah, miembro de la dinastía alauí que reinaba con el nombre de Mohamed III, lanzaba un agresivo ataque contra la ciudad española de Melilla. Apoyados por una sólida artillería pesada, 40.000 hombres a las órdenes del sultán hacían efectivas las intenciones no demasiado ocultas de iniciar un nuevo ataque contra las ciudades españoles en el norte de África. Poco antes, Mohamed III había advertido a Carlos III, que reinaba en España desde 1759, que estaba dispuesto a mantener los términos del Tratado de Perpetua Paz, firmado en 1768 por el primer ministro marroquí y el embajador español Jorge Juan Santacilia (capitán de navío), pero que se sentía "esclavo de la obligación religiosa" de expulsar a los habitantes cristianos instalados en un territorio que consideraba suyo. "Los Mahometanos de nuestro domino y del de Argelia", se podía leer en la carta, "se han unido de acuerdo, diciendo que no quieren permitir que haya en las costas de los países mahometanos, desde Ceuta hasta Orán, cristiano alguno, y quieren que se recupere el poder de ellos". La misiva termina anunciando el plazo en el que se iniciará el ataque ("cuatro meses") y concluye aludiendo a la inevitabilidad de la ofensiva, pese al pacto firmado años antes: "Es de nuestra obligación y no tenemos modo de excusarlo".
Como explica el historiador y geógrafo Ramiro Feijoo, autor, entre otros, de Corsarios Berberiscos (Belacqua), Melilla es una ciudad española desde 1497, gracias a los acuerdos entre los principales comerciantes de la zona, que conspiraron contra el entonces Reino de Fez (muy debilitado internamente en esos años) y a favor de los reinos de Castilla y Aragón, ofreciéndoles su vasallaje. Los contactos se habían iniciado en el mismo año de 1492, cuando se puso fin a la presencia musulmán en la Península, y para el 13 de febrero de 1495, Alejandro VI emitió una Bula ineffabilisa los Reyes Católicos que legitimaba la posesión de la plaza y admitía la "concesión pontificia de los territorios que conquistaren en África".
Según escribió Feijoo en La Aventura de la Historia, "antes de que la costa de Granada se convirtiera en frontera de un previsible enfrentamiento, convenía llevar el frente a la otra orilla. Pero es que, además de las necesidades defensivas, en la historia castellana también ocupaba lugar la lógica expansiva. Al menos desde Mío Cid encontramos referencias a la idea de continuar el avance cristiano más allá del Estrecho, deseo que expresan también reyes como Fernando III o Alfonso X en las mismas Cantigas. La concepción, por tanto, de que la Reconquista se acababa en Algeciras o Granada es una proyección contemporánea que no compartían ninguno de los actores implicados".
El sultán advirtió a Carlos III: "No queremos que haya en las costas de los países mahometanos, desde Ceuta hasta Orán, cristiano alguno"
Un mes después de la conquista española, las tropas musulmanas contraatacan, pero ya es demasiado tarde. Desde entonces, y especialmente desde que a finales del siglo XVII los alauíes toman el poder y centralizan el Estado, se sucedieron numerosos ataques a los enclaves españoles en el norte de África, pero ninguno tuvo el alcance del que comenzó el 9 de diciembre de 1774 y concluyó el 19 de marzo de 1775, conocido como el asedio de los 100 días. En todo ese tiempo, sin embargo, las tropas de Mohamed III fueron incapaces de rendir la plaza, pese a que cuando comienza el ataque, Melilla sólo contaba con 700 efectivos y unas catorce piezas de artillería. Pronto, sin embargo, llegaron refuerzos desde Málaga y, ante todo, desembarcó en la ciudad el enviado del Rey, el mariscal John Sherlock, miembro del Ejército español, para ponerse al frente de la defensa de la fortaleza, que logró conservarla gracias sobre todo al papel de la Armada.
Carlos Echeverría Jesús, director del Observatorio de Ceuta y Melilla, perteneciente al Instituto de Seguridad y Cultura, "los españoles habían resistido heroicamente, a pesar de que las tropas del sultán habían lanzado contra la ciudad 11.200 proyectiles de artillería (8.200 bombas y 3.000 balas rasas). Con un coste de 117 muertosy 509 heridos, el principal legado a destacar es que Melilla nunca más volvió a sufrir otro sitio, sirviendo por tanto la heroica resistencia española de efecto disuasorio en relación con tan ambiciosa forma de ataque. El Tratado de Aranjuez, firmado el 30 de mayo de 1780 abrió un periodo de aparente concordia que permitió a España recuperar Menorca [en manos de los británicos, que habían colaborado con el sultán en el acoso a España], el 6 de enero de 1782 y llevar adelante el mismo año el denominado Gran Ataque a Gibraltar, sometido a bloqueo por España desde junio de 1779, después de declarar la guerra a Inglaterra".
DEL ACOSO MILITAR A LA ASFIXIA ECONÓMICA
Aquel asedio del que se cumplen ahora 250 años ha pasado a la historia como el de mayor envergadura llevado a cabo por Marruecos contra la ciudad española, pero ni fue el único, ni parece que vaya a ser el último. Para Carlos Echeverría, en conversación con La Lectura, "Mohamed III, en la línea de tirantez con España propia de los alauitas, quería expandir su influencia en el norte desalojando la presencia cristiana, mientras contenía la presión de otro adversario, esta vez musulmán, un Imperio otomano aún bien asentado entonces en Argelia. Dicha actitud de permanente insatisfacción, normalizada en la práctica del liderazgo de Marruecos antes y después de existir como Estado moderno, ha sido una constante hasta la actualidad".
Desde que los alauíes tomaron el poder en el siglo XVII, el acoso a Ceuta y Melilla ha sido una constante de su relación con España
De la misma opinión es el periodista de El Confidencial, Ignacio Cembrero, ex corresponsal en Marruecos durante años, antes de ser expulsado por el régimen autoritario marroquí, uno de los principales conocedores de la situación de las ciudades españolas en el norte de África y autor, entre otros, de La España de Alá: cinco siglos después de la Reconquista (La Esfera de los Libros). Afirma Cembrero a este periódico que, "desde 2018, el actual rey de Marruecos ha puesto en marcha una estrategia de asfixia económica a las dos ciudades españolas, especialmente a Melilla, desde el cierre de la aduana en ese año". Un hecho que, afirma, no suscitó, "pese a la gravedad que supone, ninguna protesta por parte del Gobierno de España, al tratarse del cierre de una aduana que llevaba funcionando más de siglo y medio y que además que fue reconfirmada en 1956 por las autoridades de Marruecos cuando el país accede a la independencia y el rey Mohamed V pide a Franco que la mantenga abierta para poder exportar a través de Melilla los minerales del RIF, ya que era el único puerto que había en aquel momento". Cembrero establece también un paralelismo con el asedio de 1775. "La gran diferencia es que Melilla entonces se defendió con todos los medios a su alcance y hoy en día no se defiende. No hablo evidentemente de medios militares, no se trata de entrar en guerra ni muchísimo menos, pero hay otras formas que tanto el gobierno central, el autonómico y el de la propia ciudad autónoma e incluso la sociedad civil y los empresarios de Melilla no han sido capaces de utilizar en su defensa".
Y se explica Cembrero: "Melilla no forma parte de la unión aduanera. Ceuta tampoco, porque no quisieron entrar o porque nadie se lo propuso, en 1986, cuando España ingresó en la entonces Comunidad Económica Europea, pero las dos ciudades son territorio de la actual Unión Europea. En ese sentido, yo creo que se podría haber denunciado a Marruecos por incumplir el acuerdo de asociación, primero ante la Comisión Europea, obligándola a pronunciarse mediante escritos jurídicos o a través de preguntas de eurodiputados. Si eso no diera resultado, se podría llevar a la Comisión Europea ante el Tribunal de Justicia porque la Comisión Europea es la guardiana de la que custodia los tratados, y al permitir que Marruecos cierre esa aduana está incumpliendo su papel. Es una vía larga de años, pero yo creo que hubiese resultado. Es sólo un ejemplo de lo que se podría hacer. Por eso digo que los melillenses a veces son de mucho ladrar y nada de morder".
Desde el Observatorio de Ceuta y Melilla, Carlos Echeverría defiende también la importancia de recordar que los cinco territorios en el norte de África no son sólo parte del Estado español, sino de Europa, por lo que "resulta inaceptable, en relación con el Derecho Internacional, la presión marroquí sobre ellos". De todas, formas, añade, "para conseguir atraer la atención y el compromiso del resto de países comunitarios, el Gobierno debería demostrar que tiene las ideas muy claras y que le interesa mucho el futuro de ese rincón de España. Y en ese sentido, desde el Observatorio sabemos que tenemos que hacer un gran trabajo de pedagogía primero en casa, ya que Marruecos sí que hace el suyo y trata de convencer a todo el mundo de que las situación de Ceuta y Melilla es algo anormal, que no tiene razón de ser que al otro lado del Estrecho haya un territorio español cuando se supone que todo tendría que ser territorio marroquí. Y esas maniobras lamentablemente tienen eco entre algunos círculos de nuestros compatriotas que, dado que Marruecos se está convirtiendo en un dragón económico en la zona, ven una ventana de oportunidades. Y para aprovecharla, temas como el de Ceuta, Melilla o incluso el del Sáhara Occidental, es preferible que sean marginales o incluso inexistentes".
A partir de 2018, el actual rey de Marruecos puso en marcha una estrategia de asfixia económica a las dos ciudades españolas
Pero además del trabajo propagandístico, Echeverría recuerda que Marruecos cuenta con un amplio abanico de instrumentos para presionar a las ciudades autónomas. "Hay quien considera que decir esto es incorrecto políticamente, pero no lo es. El signo de madurez de un país serio es asumir que efectivamente es una vecindad complicada. Otros prefieren decir que es una vecindad excelente y plagada de oportunidades, pero no olvidemos que es la frontera económica más dramática del mundo, que Marruecos ha utilizado y puede seguir utilizando la herramienta de los flujos migratorios irregulares, la cuestión de la droga y el narcotráfico, el tema de la radicalización yihadista... porque ellos sí que tienen las ideas claras. Y eso es lo importante. Además, no podemos olvidar que se trata de un régimen autoritario que blinda las corrientes internas y que en un país democrático como España las cuestiones de seguridad y defensa no son muy populares. Por último, que por haber sido durante algunos años potencia colonial, aún le debemos algo a Marruecos. Y esa expresión lo resume todo. Por eso, tenemos que dar a entender, primero a nuestros compatriotas y luego al resto de los europeos, que Ceuta y Melilla son tan importantes como Amsterdam, Dublín o Madrid, es decir, que son territorio español y comunitario, una zona de aplicación del derecho de la UE y de los derechos humanos". Y sin embargo, como apunta Cembrero, "Marruecos no reconoce las actas notariales hechas en Ceuta y Melilla, ni las sentencias de sus tribunales ni los visados especiales que está otorgando España para las marroquíes que pasan a diario a trabajar en los hogares ceutíes".
UNA NUEVA SALIDA ECONÓMICA
Después del cierre de la aduana en 2018, se produjo tras el covid el cierre de las fronteras de Ceuta y Melilla, lo que ha supuesto un grave perjuicio para los habitantes de las dos ciudades y, probablemente, aunque poco se sabe sobre eso, de quienes vivían del comercio con ambas en Marruecos. La excusa para eso fue cortar el mercado ilegal que se producía en ambos pasos fronterizos. "Desde mi punto de vista", explica Cembrero, «Marruecos tiene derecho a acabar con el porteo, el contrabando, el comercio atípico, o como lo quieras llamar, porque entre otras cosas es algo indigno para las mujeres porteadoras. Ahora bien, hay que tener en cuenta que ese comercio probablemente en el pico más alto con Ceuta llegó a mover unos 700 millones de euros al año. Y eso no se puede cortar de la noche a la mañana".
El cierre de las fronteras ha demostrado que no hay un programa para no hacer depender la viabilidad de las mismas del comercio casi en exclusiva con Marruecos
Echeverría resalta también que fruto de ese abandono por parte del Estado a sus dos ciudades en el norte de África, que es algo que se ha venido dando históricamente desde la Transición, independientemente del gobierno que estuviese en el poder, es el hecho de que el cierre de las fronteras ha demostrado que no hay un programa para no hacer depender la viabilidad de las mismas del comercio casi en exclusiva con Marruecos. "Ambas ciudades tienen que reinventarse, pero una cosa está clara, y es que a pesar de las dificultades y de que la vecindad marroquí está plagada de trampas y obstáculos, no hay que rendirse, porque son dos ciudades plenamente españolas que tienen muchas oportunidades de crecimiento y que deben interactuar más con el resto de la Península y con la UE".
Han pasado ya 250 años desde aquel asedio del sultán, pero lo cierto es que Ceuta y Melilla están aún en el objetivo de Marruecos. Y no es sólo una animadversión contra España. "Desde su independencia", concluye Echeverría, "es un país incómodo con sus todos sus vecinos. Reclaman buena parte del territorio argelino y durante diez años no reconocieron a Mauritania, por considerarla una zona de influencia del sultanato». Igual que Ceuta y Melilla.