La última frase de las más de 3.600 páginas que abarca Mi lucha, la hexalogía autobiográfica que convirtió al noruego Karl Ove Knausgård(Tromøya, 1968) en un autor de fama mundial, dice: "Estoy tan feliz de haber dejado de ser escritor". "No fue una broma ni un detalle efectista, iba muy en serio. Después de terminar esa serie, que fue una especie de suicidio literario, ya no quería ser novelista. Pensé que tal vez podría escribir ensayos, reportajes periodísticos y cosas así, pero no duré mucho", confiesa riéndose, con una timidez casi culpable, en conversación telefónica con La Lectura.
Paradójicamente, como ya sabrán muchos lectores, Knausgård comenzó a escribir este proyecto autobiográfico, que se publicó en Noruega, donde vendió 500.000 ejemplares, entre 2009 y 2011, como una forma de superar su bloqueo de escritor: "Cuando tenía veintitantos años, lo único que quería era publicar un libro, era increíblemente consciente de mí mismo y autocrítico. De alguna manera conseguí publicar dos novelas, pero luego estuve cinco años sin poder escribir. Tenía tacos enteros de páginas que eran solo comienzos, comienzos, comienzos... Con Mi lucha, aprendí a escribir con disciplina, a aceptar lo que viniera y a seguir narrando, todos los días, sin despreciar ningún material", defiende. "Acababa de cumplir cuarenta años, estaba casado, tenía dos niños pequeños y una carrera literaria prometedora. Pero me sentía profundamente infeliz, de modo que decidí hablar conmigo mismo sin pudor, desnudándome y mirando hacia mi interior con una lucidez total. Quería libertad", recuerda sobre aquella época.
Sin embargo, la crudeza descarnada y la hiriente sinceridad de Mi lucha, le trajo mucho más que el éxito literario. Cuando Knausgård envió copias del primer manuscrito a su familia, la parte de su padre, protagonista de un volumen, cortó toda relación, y su tío trató de detener la publicación, amenazó con demandarlo y atacó el libro en la prensa noruega. "No he tenido contacto con ellos desde entonces, y hoy lo veo como un conflicto comprensible, pero no es agradable hablar de ello", admite escueto. "Escribí sobre mi padre porque lo necesitaba, a ellos no les ha gustado, así que es un conflicto irresoluble...".
Por su parte Tonje Aursland, la primera ex esposa de Knausgård, grabó un programa de radio sobre la experiencia de que su vida privada fuera expuesta en la novela. Se enteró por los libros de que el noruego le había sido infiel con la escritora sueca Linda Boström, quien se convirtió en su segunda mujer y madre de los primeros cuatro hijos del autor, de quien se divorciaría en 2016.
Ahora Knausgård vive en Londres con su tercera esposa, Michal Shavit, editora de su hexalogía en Reino Unido, con quien tiene un hijo, además de con sus otros cuatro y dos de ella. "La brecha entre escribir Mi lucha y todo lo que pasó fue tan grande que es imposible salvarla. Pero han sido todas esas experiencias las que me han llevado a vivir de lo que escribo y a seguir publicando, lo único que quiero hacer en mi vida, tras años de ser rechazado. Así que si pienso en eso, me siento muy afortunado", explica.
Un diabólico salto a la ficción
En 2020, casi una década después de concluir Mi lucha y tras publicar el Cuarteto de las estaciones, una especie de enciclopedia donde se proponía explicar el mundo a su cuarta hija, que entonces iba a nacer, Knausgård comenzó un proyecto de ficción pura que ha acometido a un ritmo extraordinario e implacable. "No soy realmente un escritor táctico, sólo escribo, así que la vuelta a la ficción no fue algo planificado. Sentía que ya me había explotado demasiado, que seguir escribiendo sobre mí sería la muerte de mi literatura, así que decidí buscar algo desconocido", explica. "Quería una historia diferente, muchas voces, personas de distintos ámbitos que narraran el mismo suceso. Al principio fue un desafío crear todos esos personajes, aunque, en el fondo, la escritura es la misma, sólo te pones en un lugar diferente. Hay tantas cosas que me interesan...".
"Tras 'Mi Lucha' sentía que ya me había explotado demasiado, que seguir escribiendo sobre mí sería la muerte de mi literatura, así que decidí cambiar"
Así nació La estrella de la mañana, que inicia una historia que en principio iba a contarse en una sola novela y que, finalmente ocupará seis: la última se publicará el año que viene en Noruega. "Soy increíblemente lento contando una historia. Escribo del tirón, sin hacer apenas retoques, pero describo todo constantemente, escribo 100 páginas y no ha pasado nada. Se necesitan muchas páginas para hacer avanzar las cosas un poco", se disculpa sonriente Knausgård. En esta novela coral, cuyo título se inspira en el nombre latino de Lucifer, el diablo, se cuenta cómo varios sucesos sobrenaturales asustan a la población un después de que un rayo celestial violentamente brillante apareció de pronto en el cielo, provocando una gran inquietud en todo el mundo.
"Toda la trama nace de una vieja idea que en realidad es un poco vergonzosa", afirma el escritor. "Cuando estaba estudiando en Bergen en los años 90 ocurrió el auge del black y el death metal, y surgió un grupo de gente extremadamente violenta que quemaba iglesias y cometía asesinatos, que decía rendir culto al diablo", cuenta Knausgård. "En su momento no le presté atención a todo eso, pero años después me hice una pregunta: ¿qué hubiera pasado si esta gente tenía éxito y el diablo aparecía en Bergen en 1990? Ese fue el punto de partida, todo lo demás es historia de fondo".
Pero con Knausgård nada es tan sencillo. Que nadie espere que en esta primera novela, o en la segunda, Los lobos del bosque de la eternidad (que Anagrama acaba de publicar en español) la trama discurra veloz y Lucifer haga acto de presencia. Si bien esa estrella de la mañana aparece al final de las más de 900 páginas, este libro comprende, al igual que su predecesor, una variedad de narraciones en primera persona, pero centrada en dos polos.
Por un lado, está Syvert, a quien conocemos en 1986, un joven de 19 años huérfano de padre que vive con su madre y su hermano Joar cerca de Bergen y acaba de licenciarse de la mili; y por otro, Alevtina, una profesora universitaria de Biología que vive en Moscú, cuyo principal interés académico es el estudio de la conciencia de las plantas, y que se mueve en los círculos más intelectuales de la Rusia de Putin tres décadas después.
De lo cotidiano a la filosofía
Ambas tramas de la novela combinan temas clásicos de Knausgård, como el interés por la muerte, el papel del arte en nuestra vida o las reflexiones sobre la familia en la que uno nace y la que no elige. "Ciertamente un escritor siempre está preso de sus obsesiones. No importa desde qué ángulo empiece a escribir ni lo diferente que sea a otra cosa, tarde o temprano me adentraré en lo que me interesa. No puedes escapar de ninguna manera", opina. Cuando Syvert es el narrador de la novela, especialmente en las primeras 400 y pico páginas, el libro es completamente knausgårdiano: hay luchas familiares, dificultades con las chicas y extensas digresiones sobre el fútbol, paseos en canoas y los muchos diferentes tipos de fritura de pescado.
"Esa parte ambientada en la Noruega de mi infancia y juventud fue muy emocionante, porque el personaje es muy diferente a mí. Sigurd, es extrovertido, sociable y despreocupado, la verdad es que no piensa mucho. Así que empecé a escribir sobre él y fue agradable revisitar una vida similar a la mía con un tono diferente, por así decirlo", reflexiona el escritor. "Además, vivir en Londres me ha dado un impulso creativo para escribir sobre paisajes que sólo recuerdo. La escritura y la memoria están interconectadas de alguna manera, así que se siente muy natural este mundo imaginario, creado en Londres, pero que está en algún lugar de mi mente, que recuerdo de mi infancia".
Pero además de esta bucólica vida, aunque Knausgård no se priva de hacer críticas políticas y sociales a esa Noruega de los 80, Syvert sueña con su padre, muerto en un accidente automovilístico nueve años atrás, un sueño que provoca una conversación con su madre. Esto, a su vez, conduce a unas cartas de una mujer de la que su padre había estado enamorado antes de morir, y a la revelación de que tenía una hija con ella: Alevtina, que narra la mayor parte de la segunda mitad del libro. "Sabía que tenía que ir a Rusia de alguna manera, así que la trama fue naciendo de forma natural".
"La magia y el misterio del mundo no son abstractos, por eso en mis novelas siempre intento equilibrar la vida cotidiana y las grandes ideas"
El interés del noruego por Rusia viene de un viaje que realizó en 2017 para escribir un reportaje para la revista literaria del New York Times. "Estuve allí nueve días, viajé por el país conocí gente y entrevisté a escritores, pero en el periodismo no tienes libertad para contar ciertas cosas, la autocensura puede aparecer, no como en la ficción", defiende. "Ahora todo ha cambiado mucho tras la invasión de Ucrania, pero ya entonces había oscuridad y violencia y sentí el impulso de ambientar alguna novela allí. Fui testigo de una manifestación, vi los coches de policía y la sensación de opresión. No llegó a ser una situación extrema, pero fue desagradable, así que esa sensación de violencia y opresión se filtró en la novela".
"Además de eso, la literatura rusa y sus eternos debates existenciales y místicos siempre me han fascinado", confiesa Knausgård, que tomó este título de un verso de Marina Tsvietáieva y que en libro dedica un ensayo -escrito, claro, por un personaje- a la figura de Nikolái Fiódorovich Fiódorov, gran amigo de Tolstói y filósofo fundador del cosmismo un movimiento ruso del siglo XIX que pretendía abolir la muerte y sobre el que se reflexiona en la novela, con fuerte carga de reflexión existencial y religiosa que se añade a esa descripción minuciosa y exhaustiva de la cotidianidad que caracteriza la prosa del noruego.
"Siempre he tenido la sensación de que la filosofía y las novelas de ideas se desarrollan un poco fuera del mundo, pero yo creo que la magia y el misterio del mundo no son abstractos, son muy concretos, están en los pequeños y anodinos detalles", explica. "Por eso en mis novelas siempre intento encontrar el equilibrio entre la vida cotidiana, con todas sus ocupaciones y aspectos prácticos, y esas grandes ideas".
Los límites de la tecnología
Entre estas especulaciones metafísicas la que predomina en Los lobos del bosque de la eternidad es la idea de deshacer la muerte, que de ese sueño cosmista de hace dos siglos ha mutado hoy a las fantasías transhumanistas de los magnates tecnológicos. "Quería escribir sobre esto, que me parece una absoluta locura, pero decidí que un enfoque histórico revelaría lo descabellados e irracionales que son esos sueños en el presente", argumenta Knausgård, que considera la deriva de la tecnología algo "interesante, pero aterrador. Muchas cosas están cambiando ahora mismo. No hace mucho, algo como la IA era simplemente una utopía, algo de ciencia ficción, y luego llegó, y en cuestión de tres o cuatro semanas nos acostumbramos y ya es parte de nuestras vidas".
"Lo aterrador de la tecnología y la ciencia actuales es que han escapado completamente del control político. Por eso debería haber unos límites éticos"
No obstante, previene, "los avances tecnológicos como el transhumanismo o la inteligencia artificial no deberían gozar de una libertad radical, sino tener un contexto moral, unos límites. Máxime cuando el panorama político ha cambiado de la noche a la mañana", aduce. "Lo aterrador de la tecnología y la ciencia es, precisamente, que no son asuntos democráticos, simplemente ocurren los avances y ya están aquí. Claro que hay cosas buenas, pero son decisiones tomadas completamente fuera del control político. Como novelista no podría soñar con mejores tiempos para escribir, pero como ser humano es un tanto aterrador pensar en el futuro".
Este análisis complejo y profundo del presente continúa en las novelas de esta nueva serie, de las que Knausgård ofrece unas pinceladas. "El tercero es más similar a La estrella de la mañana, muy coral, pero narrando cada historia de ese libro desde el punto de vista de otro personaje, casi como un espejo. El cuarto es muy diferente, muy oscuro: trata sobre el ascenso y la caída de un artista, y el diablo, un poco como en el mito de Fausto, está implicado", desvela. "En el quinto vuelvo a Syvert, pero para contar la historia de su padre y su gran amor adúltero. Y el último, que estoy escribiendo ahora mismo, trata sobre su hermano Joar, y es el que cierra todo. Espero poder terminarlo este año, pero será difícil, porque hay tantos cabos sueltos que no sé cómo encajarlos", asegura despreocupado.
¿Y después? "Después no sé qué vendrá, pero seguiré escribiendo. No puedo imaginarme sin escribir, y me parece extraño, ¿por qué no escribe todo el mundo? ¿Cómo pueden ser felices si no escriben?", se pregunta. "He tenido frustraciones como escritor, pero no hay nada comparable, una satisfacción mayor a crear algo, crear algo perdurable de la nada", concluye.
Los lobos del bosque de la eternidad
Traducción de Kirsti Baggethun y Asunción Lorenzo. Anagrama. 928 páginas. 29,90 ¤ Ebook: 16,90 ¤
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