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El inesperado renacer de Carl Schmitt, el jurista del nazismo que ahora seduce a los populismos, desde Podemos hasta Donald Trump

Las ideas de Carl Schmitt, arquitecto legal del Tercer Reich, resuenan hoy en espacios políticos tan dispares como los populismos de izquierdas o la derecha por encima de la ley que impulsa el presidente de EEUU. "El mundo está en crisis y él fue un maestro en pensar la política en tiempos de excepción", dicen los estudiosos del controvertido jurista.

Carl Schmitt, en en el discurso de apertura del Día de la Industria y el Comercio Alemán en la Ópera Kroll de Berlín, en 1930.
Carl Schmitt, en en el discurso de apertura del Día de la Industria y el Comercio Alemán en la Ópera Kroll de Berlín, en 1930.GETTY
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Circula por la Red un vídeo de Juan Carlos Monedero en el que quedan registradas (y comentadas de manera sarcástica) algunas de las intervenciones del profesor de la Complutense, la universidad que le ha abierto un expediente para investigar las acusaciones de acoso sexual de alumnas suyas. «Carl Schmitt... Es que era más listo el cabrón», manifiesta en un momento de la grabación. «Es que era 'mu' listo», reincide. En otro vídeo, en este caso en su programa televisivo 'La Tuerka', su compañero y cofundador junto a él de Podemos, Pablo Iglesias, admite su debilidad por «los planteamientos 'schmittianos'» y reproduce uno: «El enemigo sólo entiende el lenguaje de la fuerza».

Un rápido barrido por las hemerotecas dará otros resultados similares entre los componentes o herederos de la formación izquierdista, incluido el propio Iglesias exhibiendo un ejemplar de la 'Teoría del partisano' en el Congreso junto a un sonriente Íñigo Errejón. Una auténtica devoción... hacia el principal teórico jurídico del nazismo: Carl Schmitt (Plettenberg, 1888 - 1985) participó activamente en la arquitectura legal del Tercer Reich y, tras su derrota en la Segunda Guerra Mundial, no se sometió al proceso de desnazificación. Siguió, aun así, desarrollando las teorías que había dejado por escrito antes del ascenso al poder de Adolf Hitler, entre las que destaca su feroz crítica al parlamentarismo de las llamadas «democracias liberales». «Soberano es quien decide sobre la situación excepcional», arranca su libro 'Teología política' (1922). De hecho, hay que atribuirle la expresión «Estado de excepción», dentro de sus teorías que cimentan sus ideas en defensa de la autoridad y que han servido para políticos de uno y otro signo. Así, en la España franquista fue uno de los bastiones del pensamiento 'schmittiano', gracias al apoyo, entre otros, de Manuel Fraga.

Con el paso del tiempo, el rango de influencia de Schmitt se ha ido ampliando hasta alcanzar los populismos de izquierdas hispanoamericanos. Ahora, incluso, ha llegado a EEUU, en este caso a través del tecnomagnate Peter Thiel, declarado admirador de los postulados del pensador y líder intelectual del trumpismo más alérgico al gobierno tradicional. «Aquel que salva a su país no viola ninguna ley», dijo recientemente Donald Trump, en un guiño 'schmittiano' que provocó un aluvión de artículos en su contra.

"El principio democrático sólo posee sentido y justificación si cumple la voluntad unitaria del pueblo, no es compatible con el pluralismo"

Pero, ¿qué tiene Carl Schmitt que enardece y 'sulibeya' a políticos tan dispares? Responde Pedro Lomba, profesor en el Departamento de Filosofía y Sociedad de la Universidad Complutense de Madrid: «La respuesta más sencilla es que es un gran teórico del pensamiento reaccionario, del pensamiento antiliberal en el sentido clásico del término». Lomba subraya que Schmitt se posiciona como un crítico feroz del parlamentarismo, del liberalismo y del Estado de Derecho, proponiendo en cambio una política fuerte, centrada en la figura de un líder o caudillo. «Al margen de que es un pensador muy potente, que escribe con una prosa magnífica, es utilizado tanto por la derecha más radical como por la izquierda», añade.

Este atractivo trasciende ideologías porque Schmitt ofrece una herramienta intelectual para quienes rechazan los ideales ilustrados. En España, su influencia se hizo patente durante el franquismo, con figuras como Manuel Fraga y discípulos como Francisco Javier Conde, quienes lo acogieron como un referente. «Sin embargo, en los últimos años toda la gente de Podemos ha hecho una reivindicación» de su figura», dice Lomba. «La izquierda populista ha encontrado en Schmitt un eco para su idea de la política como confrontación».

José Luis Villacañas, historiador, catedrático de Filosofía en la Complutense y autor de libros como 'Poder y conflicto: ensayos sobre Carl Schmitt' (Biblioteca nueva, 2008) y 'El lento aprendizaje de Podemos' (La catarata, 2017), aporta una perspectiva complementaria: «Schmitt está de vuelta porque el mundo en el que vivimos es un mundo en crisis. Y si hay algo en lo que Schmitt fue un maestro fue en pensar la política en momentos de excepción. De ahí su esfuerzo por ofrecer, desde muy joven, una alternativa real, profunda y poderosa a Lenin».

Schmitt leyó con precisión al líder bolchevique, sostiene Villacañas, y buscó demostrar que las fuerzas conservadoras también podían tener su propia revolución y su dictadura, disputando así a la izquierda el monopolio de la política como lucha. «Naturalmente, los defensores de Lenin lo ven como un reflejo de Lenin, porque ambos son teóricos de la dictadura», explica.

Sin embargo, el historiador matiza que el Schmitt más actual para la izquierda contemporánea no es el jurista nazi, sino el de 'El nomos de la tierra' y 'Teoría del partisano', donde elogia a Mao y Fidel Castro como productores de un orden antiimperialista, especialmente contra Estados Unidos. «Es esta impugnación del imperio norteamericano, del vencedor de Alemania finalmente, lo que hace que Schmitt caiga bien a la izquierda», asegura.

Javier Redondo, profesor de Política y Gobierno de la Universidad Francisco de Vitoria de Madrid, coincide en la vigencia de Schmitt, pero pone el foco en el contexto histórico y en la polarización actual: «Está muy vigente porque está muy vigente el periodo de Entreguerras». Aunque rechaza analogías directas entre ese tiempo y el presente -«las características de la política de Entreguerras no son las de hoy»-, reconoce que la polarización actual evoca ciertas dinámicas que Schmitt supo interpretar. «Él entiende que la constitución es una cuestión de voluntad, de aplicación», sostiene Redondo. Es decir, la decisión como expresión de poder: «Más que norma, es una voluntad, y es la voluntad de interpretarla en un sentido u otro». Esta idea resuena hoy en frases como la citada de Donald Trump, pero también en otras de Pedro Sánchez: «Es constitucional lo que diga el Tribunal Constitucional».

Líderes fuertes frente al caos

En su prólogo de uno de los libros más conocidos del teórico alemán, 'El concepto de lo político' (1932), Rafael de Agapito resume algunos de sus puntos más conflictivos. «Para Schmitt, el principio democrático sólo posee sentido y justificación en tanto que hace posible una voluntad unitaria del pueblo», dice. «No es, en consecuencia, compatible con el pluralismo».

Por eso, el concepto de democracia tiene que entenderse exclusivamente desde la idea de la igualdad. «La libertad no se corresponde con la democracia; es un principio propio de la concepción liberal-burguesa, que se basa en una orientación moral según ideas humanitarias e individualistas, y que obviamente carece de fundamento democrático», sostiene Rafael de Agapito. «La democracia, por el contrario, tiene como contenido la homogeneidad del pueblo, su igualdad, anclada en la decisión fundamental en favor de una determinada idea directriz, que vale por igual para todos. Y en este sentido esta igualdad sustancial no impide que pueda excluirse de ella a una parte del pueblo... Con ello, zanja el problema de conciliar ambas nociones, y lo hace en favor de la unidad, de la homogeneidad, dejando al margen la diversidad, la diferencia que procede del reconocimiento de la libertad»

Lomba retoma el hilo histórico para explicar por qué Schmitt sigue seduciendo a los extremos: «En los años 30 llega a decir que el verdadero soberano es el Führer, el guía, el Duce en Italia». Esta exaltación del caudillismo, combinada con su rechazo al Estado de Derecho, aumenta su atractivo entre quienes buscan legitimar liderazgos fuertes, ya sean de derecha o izquierda. «El Estado de Derecho es la soberanía de la ley, que no hay nadie por encima de ella para derogarla o modificarla. Pero Schmitt piensa que el soberano no puede ser un sistema jurídico, sino una persona», insiste Lomba.

"Schmitt piensa que el soberano no puede ser un sistema jurídico, sino una persona"

Así, esta crítica al liberalismo encuentra eco en el populismo de izquierdas del argentino Ernesto Laclau o en la derecha reaccionaria que ve en Schmitt una defensa de la autoridad frente al caos. Villacañas profundiza en el atractivo internacional de Schmitt: «Su teoría del nomos de la tierra es una teoría profundamente antiimperialista, en el sentido de resistir la posibilidad de un solo poder hegemónico». En un mundo donde la hegemonía norteamericana se resquebraja, Schmitt propone un «pluriverso político» de grandes espacios que definan sus propias reglas. «Cada gran espacio debe identificar la cultura política en la que se ubique», sostiene Villacañas, rechazando que Schmitt implique necesariamente autoritarismo en cada uno de esos espacios.

Redondo, por su parte, habla de las «tentaciones iliberales» actuales: «Esa idea de que la democracia no es eficaz, y el punto de arranque más expresivo es la pandemia». La gestión autoritaria de crisis como la del COVID-19, según él, refuerza la idea 'schmittiana' de que la eficacia y la dirección son clave en política. «Si tienes un Ejecutivo fuerte, plebiscitario, que emana del pueblo, cualquier limitación resta soberanía», explica. Este razonamiento seduce tanto a la extrema derecha, con su dictadura soberana, como a la extrema izquierda, con su dictadura comisionada por el pueblo. «Lo importante es la dirección, la unidad y la eficacia», concluye Redondo.

Europa frente a EEUU

Lomba señala un giro curioso en España: «Paradójicamente, aquí quien está intentando ponerse por encima del Estado de Derecho es el actual gobierno». Lejos de Vox o el PP, ve en Podemos y sus socios una manipulación del lenguaje que recuerda a George Orwell: «Están cambiando la semántica, creando una neolengua delirante». Esto, dice, refleja una estrategia 'schmittiana' de imponer la voluntad sobre la norma, aunque no siempre se cite al jurista directamente.

Villacañas, en cambio, ve en Schmitt una figura de utilidad para Europa: «Nos puede ayudar a configurar un gran espacio europeo de decisión, un gran espacio geopolítico». Una conciencia continental, planteamiento que le hace coincidir en último extremo con Ortega y Gasset: «La única manera que tenemos de intervenir en el mundo que viene es generando un gran espacio europeo geopolítico. Sin eso, nuestra forma de vida, que está enraizada en un sentido poderoso de la libertad, está en peligro».

Frente a la amenaza de una libertad desordenada, como la que Trump representa -«Si el fascismo triunfa en Estados Unidos, lo hará en nombre de la libertad», cita a Thomas Mann-, Schmitt invita a defender formas de vida concretas basadas en la libertad responsable, no en la imposición. Para Villacañas, esta bandera de la libertad que se ondea desde la derecha es «una expresividad carente completamente de norma y de orden, que es lo que sucede en las redes sociales y en las plataformas virtuales». Algo que, a la postre, «destruye el sentido de la libertad que tenemos en Europa, que siempre es un sentido de una libertad social, una libertad que tiene mundos de la vida compartidos, una libertad que se basa en suposiciones de que el otro va a respetar tu libertad».

"Hay que estar a la altura del diablo y mirarlo cara a cara para conocerlo bien, porque el mundo es un lugar peligroso"

En cualquier caso, en este renacer de Schmitt la academia ha desempeñado un papel fundamental. «Los profesorcillos de Podemos lo han utilizado a base de chascarrillos, pero para entender a Schmitt hay que escuchar a los profesores de filosofía del derecho», critica Redondo, quien también denuncia «el uso instrumental» que ha realizado Monedero.

Un uso que, en algunos casos, bordea o pasa por alto la oscuridad de su capítulo nazi. Villacañas justifica así las aproximaciones a su obra: «Hace muchísimo tiempo que digo que hay que estar a la altura del diablo y mirarlo cara a cara para conocerlo bien. Y no tiene el más mínimo sentido ignorar a este tipo de teóricos que, efectivamente, han sido peligrosos, han sido aventureros políticos y han pensado lo peligroso. Tenemos que conocerlo porque el mundo es peligroso y porque hay que estar a su altura».

Como un espejo donde se reflejan las ansias de poder y las crisis de nuestro tiempo, Schmitt es también una fuente de inspiración para luchar contra las tinieblas que plantea su figura. Así, Lomba propone contrarrestar los muy 'schmittianos' ataques al Estado de Derecho que vemos continuamente con «una resistencia intelectual»: «No puede dejar de haber un ejército de sombras, como decía Albert Camus, que trabaje por aclarar las tinieblas que nos están invadiendo a marchas forzadas».

Car Schmitt basó buena parte de su análisis de la realidad política en el antagonismo entre amigo y enemigo. Si, dándole la razón a Juan Carlos Monedero, hay que reconocer su inteligencia para ver el actual dominio de la 'realpolitik' más descarnada, también habrá que admitir que quienes más han abogado por ella han terminado en los márgenes del camino.