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Máxima de Holanda (53) tendrá su propia serie. Máxima, que llegara a prime time en Antena 3, tratará sobre la ajetreada vida de la monarca. Desde su infancia en Argentina hasta el trono de Holanda. Con seis capítulos de 50 minutos cada uno, la serie que ha arrasado en los Países Bajos llega a España. ¿Estará tan bien reflejado su personaje?
Máxima siempre camina sonriente, fija su mirada en la cámara, y los fotógrafos siempre obtienen buenas instantáneas de la reina consorte de los Países Bajos. Sabe tratar con la prensa, también con el pueblo, al que ofrece esa imagen de reina de cuento, siempre enjoyada con miles de quilates y vestida con trajes dignos de cualquier palacio. Por eso es el miembro más popular de su monarquía, y la esposa más querida entre el resto de Casa Reales europeas. A Máxima le perdonan deslices, como aquella casa que compraron para veranear en Mozambique por una "cantidad simbólica" y que tuvieron que vender, o que sus hijas y ella se saltaran el confinamiento holandés para marcharse de vacaciones a su residencia griega. Un escándalo que casi empaña la celebración de su 50 cumpleaños.
Pero Máxima siempre cae de pie. La hoy reina es hija del escándalo. Sus padres, Jorge Zorreguieta y María del Carmen Cerruti, se enamoraron cuando él estaba aún casado en un país en el que no se permitía el divorcio. Además, Jorge era 16 años mayor que su novia. Eso no les impidió irse a vivir juntos y tras casarse por papeles en el extranjero, tuvieron a su primera hija: Máxima. Asentados en Buenos Aires, María del Carmen comenzó a frecuentar nuevas amistades y círculos sociales. Entendió la importancia de elegir un buen colegio para su hija. Se decantó por el Northlands, uno de los centros privados y femenino más caros de la ciudad, situado a las afueras, y en el que para entrar los padres necesitan recomendación y un examen de cultura general. Allí, la primogénita aprendió la importancia de las relaciones: "Su objetivo era estar donde había que estar y cumplir su mejor rol, el de ser el centro de la escena. Sabía cómo: era chistosa y se animaba a lo que otras no tanto. Fue de las primeras que aceptó el reto de los varones del Champagnat [un colegio para chicos] que las desafiaron a probar fumar un cigarrillo", desvela el libro.
"Tenía un plan. Se lo dijo a una de sus compañeras de colegio en la entrega de diplomas: 'Yo me voy a casar con un noble'. Máxima sabía muy bien a dónde quería llegar, solo le faltaba trazar el camino. También aseguró que sería 'alguien importante', una premonición que dejó escrita en un anuario ajeno, y que los astros le confirmaron luego, por el día, hora y lugar de nacimiento. Muchas conocidas de Máxima sostienen que parte de esa futurología auspiciosa que hacía sobre sí misma estaba vinculada estrechamente a su etapa esotérica, cuando consultó a una tarotista y astróloga que le auguró una grandeza indescriptible. Fue a través de su carta natal", aseguran en el segundo capítulo de la biografía, el que narra el ascenso social de la chica del Northlands hasta palacio.
Boda de Guillermo y Máxima, en 2002
La búsqueda del marido adecuado pasaba por encontrar la universidad que se prestara a ello. Así, Máxima se inclinó por la Universidad Católica Argentina, un centro donde acude aún hoy en día la clase media alta -aunque la clase media en el país es una utopía-, hay pocos becados y el sistema universitario es una transición del escolar, apenas hay cambios. Su padre accedió a pagarle los estudios, pero se negó a sostener su ajetreada vida social. Máxima, dispuesta a no desviarse de su objetivo, se puso a dar clases particulares a niñas pequeñas para poder costear sus planes de fin de semana.
"Su vida social empezó a demandar un tipo de gasto más elevado. Especialmente cuando comenzó a frecuentar a Federico de Alzaga, uno de los descendientes de Martín de Alzaga, español 29 del Virreinato del Río de la Plata que luchó contra las Invasiones Inglesas, e hijo de Federico de Alzaga Moreno Vivot y Susana María Marino Shóo. Máxima descubrió de cerca lo que era la verdadera clase alta argentina, sus códigos y costumbres. Y aunque el vínculo con Federico empezó como una amistad, al cabo de unos años iniciaron una relación amorosa", cuenta el libro. Fue su primer novio importante y serio.
Gracias a su padre, Máxima obtuvo su primer trabajo en el Mercado Abierto Sociedad Anónima. De ahí pasó a Boston Securities. "Su jefa, María Laura Tramezzani, contó que Máxima 'era una comercial más que vendía acciones y bonos argentinos", afirma el libro. En 1994 llegó el "efecto tequila", la devaluación de la moneda y Máxima vio cómo su trabajo se concentraba en las grandes oficinas de Nueva York. No tenía sentido seguir en Argentina, y dio un ultimátum a su novio: "O nos casamos o me marcho". La respuesta ya la sabe el lector.
Antes de llegar a Nueva York, Máxima llamó a Raúl Sánchez Elía, ex marido de Lucrecia Botín, emparentado pues con la aristocracia cántabra. Él, además de contactos, tenía una casa en los Hamptons a la que invitó a Máxima. El primer contacto de la hoy reina con la clase alta neoyorquina no podía ser más fácil, había llegado al lugar donde veraneaban. "Allí descubrió un mundo inesperado pero fascinante. En los noventa hubo una oleada de jóvenes latinoamericanos vinculados a las finanzas, que llegaban a la Gran Manzana para trabajar en el mercado financiero, y la futura reina consorte era uno de ellos", afirman. "El príncipe Maximiliano Nicolás María de Liechtenstein, miembro de una de las familias más ricas de Europa, era uno de los que estaban en las playas neoyorkinas cuando Máxima apareció en escena".
Pasó el verano, Máxima consiguió trabajo en Credit Suisse y encontró una habitación disponible en Chelsea para compartir con dos amigas: Vicky y María. "Por intermedio de Vicky conoció a Orlando Muyshondt, un banquero exitoso, sumamente atractivo, surfer y proveniente de una familia salvadoreña de gran prestigio y añejo abolengo. Empezaron a salir antes del verano de 1996". Sin embargo, la relación no duró más que unos meses. "Los Muyshondt no creyeron que la argentina fuera una candidata que estuviera a la altura de su hijo. Desde ese momento, siendo una mujer de carácter, Máxima le dio la espalda a Orlando y dejaron de frecuentarse".
"Su objetivo se mantuvo a lo largo de los años. Quería llegar lejos. Por eso, cada vez que se sintió estancada en una posición laboral emprendió una búsqueda exhaustiva. Así fue como dejó Credit Suisse para ocupar el puesto de vicepresidenta de ventas institucionales para Latinoamérica en HSBC James Capel Inc. Después pasó a Dresdner Kleinwort Benson, donde aprendió a fondo sobre microcréditos, porque su puesto era el de vicepresidenta de la División de Mercados Emergentes. Su último puesto en Nueva York lo obtuvo a fines de 1999, en Deutsche Bank, para ejercer el mismo rol que había ocupado en HSBC, pero consiguiendo una paga mucho mejor por su vasta experiencia".
Última imagen de la Familia Real de los Países Bajos
Así conoció a Chrisfopher, un aristócrata inglés muy cercano a la Familia Real. Pero al poco de comenzar su noviazgo, ya sabía que aquello no prosperaría. "Ya había visto cómo los nobles que estaban de visita en Nueva York tenían romances fugaces y después regresaban a sus países dejando corazones rotos".
Pero Máxima recordaba su carta astral, sus consultas esotéricas, y sabía que su momento tenía que llegar. Y llegó, con una llamada en la primavera de 1999. Aunque era tarde, Máxima atendió porque quien llamaba era Cynthia Kaufmann, una de sus compañeras del Northlands de quien se hizo íntima cuando se reencontraron en Manhattan. "Max, ¿te divierte irte conmigo a Sevilla unos días? Tengo unos amigos que me gustaría presentarte", preguntó excitada Cynthia. "Me encantaría, pero ando un poco justa de guita. Entre mis gastos fijos y las rebajas, me gasté casi todo mi sueldo", le respondió la economista con una voz tristona. "¡No te preocupes por eso! Todos los gastos corren por mi cuenta. No podemos perdernos este viaje porque tengo dos candidatazos para presentarte...". "¿Cómo? ¿Quiénes son? ¡Decime ya!", respondió a los gritos Máxima. "Uno es muy guapo, pero el otro es muy rico", replicó su compañera de colegio. "¿De dónde son? ¡No puedo creerlo!", le dijo Máxima que ya se sentía con un pie en el avión. "Uno es el príncipe Guillermo Alejandro de Holanda y el otro es el príncipe Federico de Dinamarca. ¿Qué tal?", dijo Cynthia entre risas. Esa noche Máxima no pudo dormir de solo pensar que su vida podría dar un vuelco y no subiría simplemente otro escalón social, sino que ingresaría directamente al Gotha.
Máxima cumplió sus sueños, su noviazgo con Guillermo fue aprobado pese a la vinculación del padre de la novia con la dictadura militar. El 2 de febrero de 2002, Máxima se convirtió en princesa.
La serie sobre su vida no es la única biografía que hay. En 2020, os periodistas Rodolfo Vera Calderón y Paula Galloni publicaron Máxima, la construcción de una reina (Plaza y Janés). Una biografía no autorizada a la que ha tenido acceso LOC en exclusiva y en la que repasan los aspectos más desconocidos de su vida, con especial atención en los años antes de formar parte de los Orange.