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En Vida. Mi historia a través de la Historia, libro a modo de memorias de Francisco publicado el año pasado, el Papa admitía que "es verdad que el Vaticano es la última monarquía absoluta de Europa", a la vez que apelaba a "abandonar los esquemas cortesanos". No se suele ver al Santo Padre como uno de los monarcas que aún reinan en el globo, pero la realidad es que es una de las dimensiones del pastor de la Iglesia católica. Y, tanto en su calidad de guía espiritual de unos 1.400 millones de fieles en todo el mundo como en virtud de un liderazgo moral y también geopolítico de indudable importancia, la relación del Santo Padre con los mandatarios de los cinco continentes es un aspecto de gran relevancia en cualquier pontificado. Lo es también, qué duda cabe, en el de Francisco, quien ha cultivado lazos con la práctica totalidad de las monarquías hoy vigentes.
Y no sólo han sido estrechos sus contactos con soberanos católicos o de religiones cristianas. En el Papado de Francisco, que desde hace 15 días tiene en vilo a la población mundial mientras se recupera en el Hospital Gemelli de Roma, han destacado sus encuentros con miembros de dinastías árabes y de países de mayoría musulmana, entre otras razones porque ha hecho del diálogo interreligioso una de sus banderas.
Casualmente, la reina Rania de Jordania -consorte de Abdalá II- es el último miembro de la realeza con quien el Papa compartió una jornada pocos días antes de su ingreso hospitalario, ya que la consorte hachemita participó en la Cumbre Mundial sobre los Derechos del Niño, organizada por la Santa Sede en el Vaticano. La reina y Francisco coincidieron en denunciar que la humanidad se esté volviendo insensible al sufrimiento de los menores, sobre todo en zonas de guerra, en clara alusión a conflictos tan desgarradores como los de Ucrania o Palestina -de donde son las raíces de la reina Rania-.
Ha coincidido muy poco Francisco con los Reyes de España, entre otros motivos por el hecho de que no se haya producido en estos 12 años la esperada visita del Pontífice a nuestro país. Y, sin embargo, por más que a Bergoglio no le guste mucho el protocolo, ha sabido guardar bien las formas y el cuidado de las relaciones institucionales, y en sus encuentros en el Vaticano primero con Don Juan Carlos y Doña Sofía aún como Monarcas y después con Don Felipe y Doña Letizia, tuvo gestos de deferencia que no pasaron por alto. No podía ser de otro modo dado que, no se olvide, nuestros Reyes ostentan desde hace siglos el título de Católicas Majestades por cuenta de la Santa Sede.
Así, en la visita que Juan Carlos I y su mujer hicieron a Francisco en abril de 2014 -pocas semanas antes de la abdicación del primero-, el Papa se mantuvo reunido con ellos casi una hora, mucho más de los estrictos 30 minutos que suelen ser habituales. Esos detalles no son baladíes. Los Reyes habían acudido a Roma con motivo de la impresionante ceremonia de canonización de Juan XXIII y Juan Pablo II, en la que compartieron puestos de honor junto a numerosos mandatarios, incluidos muchos miembros de la realeza. Y Doña Sofía, naturalmente, hizo uso de la dispensa papal que le concedía el privilegio de vestir de blanco. La anécdota del encuentro privado de los Reyes con un Francisco que llevaba aún poco tiempo como Papa se produjo al encontrarse cerca del Aula Pablo VI del Palacio vaticano, cuando el argentino cedió el paso a Don Juan Carlos con la broma de que "los monaguillos pasan primero".
Don Felipe y Doña Letizia se encontrarían también con el Papa en julio de aquel mismo 2014. Apenas 15 días antes, el Rey había sido proclamado ante las Cortes, tras la histórica abdicación de su padre, y el Vaticano fue el lugar escogido como destino de la primera salida oficial al extranjero de los nuevos soberanos. Doña Letizia se presentó ante el Pontífice de blanco, asumiendo así ella también el privilège du blanc, pero no se puso mantilla ni tocado alguno. Generó aquello un gran debate público, aunque la Reina ha mantenido su decisión en tantísimos otros eventos posteriores.
Don Felipe y Doña Letizia ya habían tenido la ocasión de saludar a Francisco en 2013, ya que en los entonces Príncipes de Asturias recayó la representación de la Corona en la misa solemne de inicio de su Pontificado. Y aún se encontraría la Reina, en solitario, con el Papa a finales de 2014, cuando participó en la segunda Conferencia Mundial sobre la Nutrición en la sede de la FAO en Roma.
Son muchas las tradiciones de la Familia Real española que se han roto tras la llegada al trono de Felipe VI. Y, en el asunto que nos ocupa, sorprende que no se haya producido en todos estos años la presentación de la Princesa heredera, Leonor, y su hermana, la Infanta Sofía, al Papa. Es algo que siempre había sucedido en las generaciones anteriores.
Reino Unido
Especialmente simbólica ha sido la relación del Papa Francisco con los Windsor. La reina Isabel II, recordemos que también cabeza de la Iglesia de Inglaterra, recompuso las relaciones con el Vaticano a lo largo de su largo mandato de 70 años, con históricos encuentros con los sucesivos pontífices. Con Francisco se reunió en abril de 2014. Fue aquella una mera visita de cortesía a Bergoglio, aprovechando que la soberana británica y su marido, el príncipe Felipe, concluían una visita de Estado a Italia. Aquello tuvo más de encontronazo que de encuentro, por mucho que las dos partes quitaran hierro al asunto. Porque Isabel II llegó media hora tarde a la Santa Sede, ya que se había demorado su despedida del presidente del país transalpino. Y, además, lejos de acudir ante el Papa de negro, como es habitual, se presentó con un vestido floreado y colorista muy primaveral -bien es cierto que el protocolo es menos rígido cuando se trata de audiencias privadas, sin carácter oficial-. El caso es que, a saber si para devolverle los feos, Francisco despachó el encuentro en apenas 17 minutos, 13 menos de lo estipulado normalmente. En el intercambio habitual de regalos, Isabel II obsequió al Pontífice con una canastilla de productos que incluía miel y whisky escocés.
No se puede hablar en todo caso de mala relación entre el Papa de Roma y la familia real británica. Al contrario. Como príncipes de Gales, Carlos y Camila visitaron al Papa en 2017. Y es el Palacio de Buckingham uno de los lugares más pendientes estos días de la evolución de Francisco, porque en fechas recientes se anunció una importantísima visita de Estado de Carlos III en abril a Italia y a la Santa Sede, ahora lógicamente en el aire a la espera de acontecimientos.
Son incontables los encuentros del Pontífice con miembros de todas las dinastías, como decíamos. Y una de las novedades en el protocolo que se han introducido en los últimos años en el Vaticano es la de relajar casi hasta lo anecdótico el mencionado privilegio de blanco que se estableció hace más de un siglo como reconocimiento a las Casas Reales fieles a la Iglesia católica, frente a las que a lo largo de la historia habían abrazado credos protestantes. En este sentido, hemos visto cómo las reinas Paola y Matilde de Bélgica, la princesa Charlene de Mónaco, la gran duquesa María Teresa de Luxemburgo, o las mencionadas Sofía y Letizia de España, han hecho valer orgullosas su privilegio en encuentros con el Santo Padre. Sin embargo, en fechas recientes también se han producido visitas al Papa Francisco como la del rey Mswati III de Eswatini, junto a su prometida Momcebo Zuma, que se plantó en la sede apostólica de blanco níveo, con el acuerdo del Vaticano, según se dijo, a pesar de que el último monarca absoluto de África no profesa la religión católica, sino que pertenece a una Iglesia episcopal cristiana local. Qué pensarán dinastías como la muy catolicísima familia principesca de Liechtenstein, que, sin embargo, nunca fue agraciada con esta bula tan significativa.
El Papa ha cultivado también excelentes relaciones con monarcas que son cabeza de otras religiones, como el emperador Naruhito de Japón. En su pontificado también se ha reunido con el entonces príncipe Federico de Dinamarca -hoy rey y primado de la Iglesia del Pueblo Danés- o con el príncipe Rahim, convertido desde hace semanas en el nuevo Aga Khan, líder de los ismaelitas nazaríes.
Viaje histórico
Francisco protagonizó un hito en 2019 al convertirse en el primer Papa en la historia que pisaba la Península Arábiga. En su viaje a Abu Dabi, se encontró con las máximas autoridades locales, incluidos el emir Mohamed bin Zayed bin Sultan Al Nahya, presidente de los Emiratos, o el emir de Dubai, el jeque Mohamed bin Rashid Al Maktum. El Papa, muy volcado en el diálogo interreligioso y, en especial, en un acercamiento continuado al islam, ha tenido incontables encuentros con monarcas musulmanes, como el rey de Bahrein, Abdalá II de Jordania o Mohamed VI de Marruecos -país que el Pontífice visitó en 2019-. Con Arabia Saudí, uno de los pocos países del globo con los que la Santa Sede sigue sin mantener relaciones bilaterales, Francisco ha proseguido con los gestos de acercamiento hacia su dinastía reinante, ya iniciados en tiempos de Benedicto XVI, quien recibió en el Vaticano al rey Abdalá, el entonces titular de la Casa Saud, en un gesto de cortesía histórico.
Uno de los episodios más controvertidos del pontificado de Francisco afectó a uno de los monarcas más singulares reconocidos por el Derecho Internacional, al príncipe de la Soberana Orden de Malta. Y es que, en 2017, al Papa no le torció la mano hasta lograr la renuncia de Matthew Festing, a pesar de que su cargo como príncipe soberano era vitalicio. Todo ello a raíz de una comisión creada por la Curia tras conocerse que una ONG colaboradora de la Orden de Malta había distribuido preservativos en África y Asia. Aquello fue considerado por el príncipe como una inaceptable injerencia del Papado, pero, finalmente, tuvo que ofrecerle en bandeja su cabeza.
En la inabarcable relación del Papa Francisco con las Monarquías del orbe, destaquemos por último su reconocimiento, como el de todos sus predecesores, a la familia real italiana encabezada hasta su muerte el año pasado por el controvertido Víctor Manuel de Saboya, y hoy por su único hijo, Filiberto. El Pontífice agradeció a la dinastía que el último rey de Italia, Umberto II, donara a la Iglesia católica la custodia de la Sábana Santa. Y los Saboya se sienten especialmente orgullosos de contar con el apoyo vaticano en sus cuitas dinásticas. Así se constató, por última vez, cuando en el funeral por Benedicto XVI, en enero de 2023, ocupó un lugar de honor, muy cerca de la Reina Sofía de España, la princesa Victoria de Saboya, primogénita de Filiberto y Clotilde, llamada algún día a ser la jefa de la dinastía más ligada al Papado por razones históricas.