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Las iglesias se reinventan ante la ruina económica: del cepillo al Bizum

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La recaudación de las parroquias ha caído un 50% por la crisis del coronavirus. Una de cada cuatro ya tiene el sistema de pagos instantáneos para que los fieles hagan sus donativos con el móvil.

Una creyente, en La Almudena (Madrid).
Una creyente, en La Almudena (Madrid). JAVIER BARBANCHO

En la catedral de La Almudena, apenas 10 personas acuden a la misa de 12.00. Lo mismo sucede en la parroquia de Santiago y San Juan Bautista. O en la colegiata de San Isidro.

Las iglesias del centro de Madrid languidecen durante la pandemia del coronavirus. A la escasez de fieles se suma que no se puede pasar el cepillo para que los creyentes echen sus limosnas, con lo que los donativos han caído un 50%.

«Existe una preocupación por el descenso acusado de los ingresos. Durante el confinamiento, no había culto y las parroquias están sufriendo. Pedimos a los fieles que se comprometan para garantizar su sostenimiento», aseguran desde el Arzobispado de Madrid.

La situación es especialmente dramática en la catedral de la capital, donde la recaudación ha bajado un 80%. «Tenemos tres fuentes de ingresos: los donativos de los fieles, las visitas al museo y la venta de souvenirs. Pero todas se han desplomado porque los turistas no han venido: ni los externos ni los internos», explica Cristina Tarrero, directora del Museo de la Catedral de La Almudena.

Ante esta situación, las iglesias están buscando cómo reinventarse para recuperar los ingresos perdidos a causa de la pandemia del Covid-19. Así, el cepillo ha dejado de ser un cesto de mimbre para pasar a ser electrónico y de las 479 parroquias que hay en la diócesis de Madrid, una de cada cuatro ya tiene Bizum para que los fieles puedan hacer sus pagos a través del móvil.

Un joven hace un donativo con el cepillo electrónico.
Un joven hace un donativo con el cepillo electrónico.J. BARBANCHO

Este sistema permite enviar dinero de manera instantánea utilizando solamente el número de teléfono del destinatario. El usuario tan sólo necesita descargarse la aplicación desde su banco, luego selecciona entre sus contactos la persona a la que quiere enviar una cantidad y, después, indica el importe que desea realizar.

Además, Bizum cuenta con un apartado para donativos sin ánimo de lucro, que permite generar un código más corto, que es el que facilitan las iglesias para que los creyentes donen su limosna de la manera más cómoda posible.

No sólo se ha disparado el uso de esta aplicación, sino que las iniciativas para fidelizar a los creyentes se suceden: campañas de crowdfunding, suscripciones, misas por streaming, oraciones por Skype...

Rezos por Zoom

«Hay iglesias que estaban llenas y ahora no va nadie. Si los feligreses no vienen a tu casa, tienes que meterte en la suya. La Iglesia tiene que replantearse una pastoral nueva y reinventarse. La gente está más necesitada que nunca de oraciones. Yo puedo rezar el Ave María mientras que los fieles me contestan en su casa», argumenta el padre Ángel.

Desde su Iglesia de San Antón, el presidente de la ONG Mensajeros por la Paz tiene un canal 24 horas que retransmite las misas en directo y realiza oraciones a través de Zoom.

Fulgencio Espa, en la parroquia de La Gavia, en Vallecas.
Fulgencio Espa, en la parroquia de La Gavia, en Vallecas.J. BARBANCHO

La excepción a esta sequía de ingresos y de feligreses es la iglesia Nuestra Señora de Nazaret. Situada en un barracón en el Ensanche de Vallecas, cerca de 30 personas escuchan la misa a las 9.30 de la mañana.

Al terminar el culto, muy pocos se detienen a echar la limosna en el cepillo electrónico que permite pagar con tarjeta bancaria. Sin embargo, en esta parroquia los ingresos no han menguado durante la pandemia del coronavirus y, de hecho, las contribuciones a Cáritas se han multiplicado por 10.

El cura Fulgencio Espa saluda a sus fieles y les conoce a cada uno por su nombre.

- A éste le digo que colabore para comprar los bancos de la Iglesia, pero se me resiste.

- Achucha, ¿qué tal te va? Me hace mucha gracia tu nombre- le dice el cura a una mujer marroquí, que acude al templo a por comida.

En Nuestra Señora de Nazaret no sólo se imparte misa, sino que esta parroquia de La Gavia es un hervidero de actividades: desde recogida de alimentos pasando por cursos de formación para niños y adultos o catequesis para grupos de jóvenes.

El cura ha hecho de la necesidad virtud e incluso ha logrado sacar algo positivo de la reducción del aforo en las iglesias. «Antes no se nos veía. Ahora, como no puede entrar todo el mundo, la gente se queda fuera y así se nos ve. Hemos puesto megafonía para que puedan seguir la misa desde el exterior», afirma.

Yo abro la Iglesia aunque no venga nadie. Es un símbolo

Fulgencio Espa

Según su testimonio, su iglesia nunca ha dependido del cepillo, ya que tiene una red de colaboradores que contribuyen con donaciones fijas a través de cuentas bancarias: «Tenemos mucha gente joven que viene a la iglesia y que está acostumbrada a tener suscripciones a Netflix o Spotify. Entienden el concepto de la colaboración periódica. A la gente mayor le cuesta más».

Cuando llegó a esta parroquia de Vallecas, procedente de Roma, en el año 2012 tan sólo acudían a misa tres creyentes, pero a base de mucho trabajo, Espa ha logrado crear una comunidad de fieles en la que todos se ayudan y donde predominan las personas de origen inmigrante.

Este cura lo tiene claro: para él la crisis es una manera de buscar oportunidades. Nuncó cerró la iglesia. Ni tan siquiera en los tiempos más duros del confinamiento. Durante el Estado de Alarma, puso en marcha una campaña de crowdfunding para comprar alimentos: «Yo abro aunque no venga nadie. Es un símbolo. Durante el confinamiento, repartimos 250 comidas diarias».

Se muestra orgulloso de que, pese a los terribles momentos que se han vivido durante la crisis del coronavirus, la solidaridad no ha hecho más que crecer.

Volver a la Iglesia

El sacerdote empieza a enumerar los casos de camaradería que ha vivido y no termina nunca. Como el de la asistenta boliviana a la que su jefe dio el doble de paga en agosto y decidió entregar ese dinero a la parroquia o como el de un joven latino que siempre está echando una mano en el templo, aunque no haya hecho la Primera Comunión.

En su opinión, la crisis ha sido como una catarsis para muchos creyentes que han vuelto a la Iglesia: «A diario, tenemos mucha más gente que antes de la pandemia. Es un público que no va a las misas, pero sí que viene a orar. Son creyentes a su manera y tenemos un goteo continuo de gente que viene a rezar a cualquier hora del día», concluye.

Sin embargo, lo que sucede en la parroquia de La Gavia no es lo habitual en la mayoría de las iglesias del centro. La pandemia también ha dado la puntilla a los actos de religiosidad popular, muy arraigados en muchos templos de Madrid. Durante el pasado mes de marzo, el Arzobispado tuvo que recomendar a los fieles que no besasen los pies del Cristo de Medinaceli.

Vamos tirando como podemos porque vivimos de la religiosidad popular

Ángel Luis Miralles

Así, las populares peregrinaciones para pedir deseos a San Judas Tadeo, el santo de las causas imposibles, o para ver el Cristo del Gran Poder se han esfumado.

Ángel Luis Miralles, párroco de la Colegiata de San Isidro, antigua catedral de Madrid, relata su particular calvario.

«En esta iglesia se encuentra el cuerpo incorrupto de San Isidro, que atrae a muchísima gente. También tenemos las esculturas del Cristo del Gran Poder y de la Esperanza Macarena, pero la afluencia ha caído un 60%. Muchas personas venían desde los barrios de la periferia, y durante el confinamiento de las zonas del sur, no podían hacerlo. Vamos tirando como podemos porque vivimos de la religiosidad popular», asevera.

Cesto en la catedral de La Almudena.
Cesto en la catedral de La Almudena.J. BARBANCHO

El mismo lamento se repite desde la catedral de La Almudena, dónde han visto cómo se suspendían todas las visitas de grupos de colegios o de mayores. «El centro de Madrid está muerto. No hay turistas y la gente no sale de su barrio», se queja la directora del museo.

Cristina Tarrero recuerda que La Almudena no tiene feligreses propios, sino que sus fieles solían ser los turistas o madrileños que ya tienen su parroquia, pero acudían a rezar a la catedral en ocasiones especiales. Desde el museo de la catedral han lanzado unas visitas al atardecer, que permiten ver la colección y, luego, contemplar la puesta de sol desde la cúpula de la catedral, una fórmula que está teniendo mucho éxito.

Pese a todas las adversidades que nos ha traído el Covid, el cura Fulgencio Espa quiere lanzar un mensaje de esperanza: «La vida no está para reservarla celosamente, sino para darla amorosamente. A los adultos les digo que no se conviertan en viejos. Hay que cumplir con las medidas, pero vivir sin miedo».

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