MADRID
Del moro al Foro

Todos los toreros bipolares

Mientras Roca Rey es una leyenda aupada por el gafapastimo secular, Morante convoca un órdago de simpatía.

Rafael de Paula, el torero de las rodillas de cristal, en 2015
Rafael de Paula, el torero de las rodillas de cristal, en 2015Antonio Heredia
Actualizado

Las rodillas de Rafael de Paula fueron, hasta la llegada de los toreros obvios, los toreros influenciados por Paco Ojeda y los toreros del boom inmobiliario, el único accidente en la condición humana de los matadores de toros que interesaba a los aficionados. Hacían de base al título de jarrón chino de la torería. Era otra manera de hablar del tiempo. Los meniscos del genio de Jerez de la Frontera, ese hombre atribulado por su personalidad desquiciada, eran los nubarrones que acechaban la expectativa generada por la impresión de su nombre en un cartel. Después hubo quien empezó a tomar medidas a los muslos de El Fandi, el torero de Granada que cambió los esquíes por las banderillas, y rodando, tropezando, cayendo, el nuevo escalafón, el escalafón parido en un mundo antitaurino, acomplejado por la falta de referencias y estrellado contra el muro levantado ante la sociedad, esta primera generación condenada a ser comerciales del espectáculo, digo, los toreros nuevos, ha encontrado en los cronistas un diván y, como si presentara un justificante de tara, coloca la salud mental en su colección de estampitas sagradas.

Rebañar cuatro o cinco minutos de empatía parece ser la nueva tendencia entre quienes ponen en juego su vida. Morante de la Puebla ubicó su problema en Portugal, lo envolvió de la decadencia atmosférica, puso en juego la comparación con Pessoa y, desde entonces, este torero que había cultivado la incomprensión, capaz de enfadar a la masa con su indiferencia, recibe ánimos y carga con el cliché de la nueva era. Mientras Roca Rey es una leyenda aupada por el gafapastismo secular, Morante convoca un órdago de simpatía.

Por suerte, el viernes, en el Club Matador (Jorge Juan, 5), Juan Ortega recogió un premio sin dar ninguna explicación. Y todas las simas, resonancias, rarezas y limitaciones articularon una conversación honesta sobre toros - «Pensé que no iba a cuajar al toro de Sevilla»-. Que ya no se habla de toros.