Ha empezado la primavera y, por fin, el buen tiempo se asoma al horizonte madrileño. En el Paisaje de la Luz se disponen a celebrarlo. El Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía reabre al público las terrazas del edificio Nouvel, con la instalación al aire libre de tres esculturas que permanecían en la sombra.
Para disfrute de los amantes del terraceo, desde la institución madrileña proponen un chute de arte contemporáneo. Para degustarlo, solo hay que subir hasta la sexta planta del emblemático edificio, donde lucen tres obras adscritas a las vanguardias artísticas de los pasados 60 y 70, que nunca han sido exhibidas en sus salas.
Jesús Rafael Soto, Edgar Negret y Martín Chirino son los creadores de estas esculturas geométricas, integradas en la exposición Un orden distinto. Geometría utópica y arte cinético en las terrazas de Nouvel, título críptico que no dará demasiadas pistas a muchos de los que asciendan a la techumbre del Reina Sofia.
Aclaran desde el museo que "no se trata simplemente de una serie de esculturas en la terraza, sino que esta se concibe como una nueva sala de la colección que presenta un tipo de escultura inédita".
Conformadas por formas geométricas elementales, las esculturas que a mediados del siglo XX sucedieron al minimalismo, establecieron nuevas formas de relación entre las obras de arte y los espectadores. Se buscaba la participación e interacción con ellas. Estas piezas son exponentes del cambio.
"Hoy se continúan haciendo esculturas urbanas al estilo barroco del XVI. Conviven con otras de conceptos modernos como estas geométricas, que buscan establecer un nuevo orden" explica Manuel Segade, director del Museo Reina Sofía.
Además de mostrar este movimiento artístico contemporáneo, en el Reina quieren que su terraza sea algo más que una terraza. "Queremos hacer accesibles los espacios abiertos del museo en un barrio como este de Lavapiés que no tiene jardines", subraya Segade. La terraza del Nouvel puede visitarse gratis, con una entrada que se solicita en la entrada del museo.
Penetrable, 1982, del venezolano Jesús Rafael Soto, es la pieza más llamativa del trío. Más instalación que escultura, consiste en un bastidor metálico del que cuelgan centenares de tubos de PVC de varios metros de altura, que se mueven con el aire o con el paso de quien camine a su lado.
Mutante con el paso de las horas, el conjunto luce en tonos mates por la mañana y brillantes al atardecer.
El enorme cubo invita a introducirse en su interior, para enredarse entre la maraña de macarrones plásticos, en una interacción lúdica. "Si no hay espectadores que las activen y se relacionen con ellas, estas piezas no existen. Están hechas para ser intervenidas por el público. Su importancia está en la evolución del papel que adopta ese público en el arte", postula Segade.
Vigilante rojo, 1979, del colombiano Edgar Negret, es la segunda pieza. Regresa de su exilio luxemburgués, donde ha estado la última década emplazada en el Tribunal de Cuentas Europeo. Esta obra también se transforma, en este caso utilizando la perspectiva en vez de la luz. Mil y una esculturas, por tanto, según el lugar del que el espectador contemple su abigarrado conjunto de volúmenes metálicos teñidos de púrpura.
Alejada de la techumbre del Nouvel, en una plataforma que cuelga sobre la Ronda de Atocha, luce Mediterránea (10), pieza chapada en acero laminado de Martín Chirino. Por el lugar donde se expone y por su brillo se la compara con una gárgola o con un automóvil, según el lugar desde el que se mire. A bordo de esta pieza, el artista canario transporta su arte atlántico al Mediterráneo en una singladura de curvas y elipses, que finalmente fondea en las alturas del Reina Sofía.
Señalan desde el museo que la exposición es el primer paso de una reestructuración que se va a efectuar en su colección de esculturas, integrada por unas 8.000 piezas. Es la avanzadilla de unos cambios que tendrán su momento álgido en 2026, con la reforma del espacio donde se expone la obra emblemática por excelencia del museo, el Guernica de Pablo Picasso.
Mientras llegan estos cambios, las esculturas de Jesús Rafael Soto, Edgar Negret y Martín Chirino montan guardia en la cima del Reina Sofía. Son tres piezas que no tienen demasiado que ver entre sí. Su instalación puede que busque atraer a un público algo desligado de los últimos planteamientos que rigen en el Reina Sofía. Como sea, un terraceo con tanto arte nunca está de más, ahora que por fin llega la primavera.