OPINIÓN
La sombra del burro

Sánchez tropieza en el exterior

La diplomacia española se ha deslizado por la misma pendiente presidencialista, disruptiva y polarizadora que Sánchez aplica a la política interna. El movimiento hostil de México hacia el Rey se produce en este contexto de desgaste de nuestro ascendente

Sánchez tropieza en el exterior
GABRIEL SANZ
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Durante la semana de la Asamblea General de la ONU, el mayor cónclave de líderes mundiales que tiene lugar en el planeta, la prensa internacional ha publicado dos artículos terriblemente críticos con nuestro Gobierno que de nuevo subrayan las debilidades estratégicas que está acumulando España en su política exterior.

Lo hizo el viernes Bloomberg, una de las biblias norteamericanas en información financiera, que describía la «creciente lista de errores e incursiones incómodas en el escenario internacional» de Pedro Sánchez, subrayando que sus «múltiples tropiezos en América Latina» perjudican las inversiones españolas y destacando la «sorpresa» que provocó su cuestionamiento de los aranceles europeos a los coches eléctricos chinos. Y lo había hecho el martes Financial Times, en un largo artículo sobre la crisis con Venezuela, en el que sobresalía un término acusatorio: «complicidad».

Especialmente desde que hace tres años José Manuel Albares se hiciese cargo de Exteriores, la diplomacia española se ha deslizado por la misma pendiente presidencialista, disruptiva y polarizadora que Sánchez aplica a la política interna. En ese tiempo, España ha echado a perder tres fortalezas singulares precisamente por tomar partido de forma abrupta y quebrar con motivaciones inexplicadas, personalísimas o exclusivamente sectarias o ideológicas la neutralidad y la visión de Estado que conferían a nuestro país prestigio y autoridad en esas posiciones estratégicas.

Ocurrió con el giro sorpresivo en el Sáhara, cuando Sánchez decidió bajo absoluto misterio entregar la antigua colonia española al país ocupante, Marruecos, malogrando así nuestra condición particular de balance con Argelia, al mismo tiempo proveedor principal de gas. Después con la epatante provocación a Israel en el paso de Rafah durante la liberación de rehenes, que arruinó nuestra proyección de influencia en el Mediterráneo como interlocutores autorizados entre árabes e israelíes, adquirida por lazos históricos pero forjada en la Conferencia de Madrid de 1991.

Y, finalmente, con la desproporcionada e irreflexiva respuesta a Javier Milei, que tras una escalada de invectivas iniciada por el propio Sánchez terminó con una afrenta de aquél a la esposa del presidente, y el vergonzante episodio de las coacciones a Edmundo González en la residencia del embajador español en Caracas: no hay en América Latina quien no considere que España ha tomado así finalmente partido ideológico en el continente, no por casualidad después de que José Luis Rodríguez Zapatero introdujese a Sánchez en el Grupo de Puebla, y las consecuencias podremos verlas en la próxima Cumbre Iberoamericana de noviembre.

El movimiento hostil de México hacia el Rey se produce en este contexto de desgaste de nuestro ascendente, aunque era conocida la obstinación de Andrés Manuel López Obrador con el discurso indigenista contra España. La respuesta habría sido la adecuada si Sánchez no se hubiese empeñado en confirmar que España, de su personalísima mano, efectivamente ha tomado partido, como hizo al mencionar su sintonía «progresista» y al consentir que Sumar y Bildu sí asistan a la toma de posesión de la nueva presidenta.
México concentra una fortísima inversión norteamericana y española, pero se adentra en una deriva muy preocupante y el problema se llama Claudia Sheinbaum. Quien esperase a una moderada tecnócrata se encontrará con la ideóloga leal. El victimismo nacionalista es una característica de los populismos y su investidura es su carta de presentación. La invitación extendida a Nicolás Maduro y a Vladimir Putin es toda una declaración de intenciones después de la reforma de la Justicia que aniquila el Estado de Derecho y naturaliza la corrupción política en un país sometido a la violencia y el narco. Que nadie se engañe: Sheinbaum cuenta con la mayoría necesaria para transformar México en una democracia plebiscitaria.

Que la política exterior de España está sometida al personalismo de Sánchez lo prueba que el presidente trasladase a la ONU su ultimísima íntima obsesión. Ante un puñado de asistentes que, probablemente, desconocieran el contexto familiar de la intervención, Sánchez denunció a «los activistas de la mentira» como si no estuviese hablando de sí mismo. La pulsión intimidante hacia quienes sí entendíamos lo que estaba diciendo se concentró en una frase: «La democracia no puede defenderse con una mano atada a la espalda». El presidente que quiere gobernar sin el Poder Legislativo ha llegado a un punto en el que su denuncia de la mentira es, por sí sola, otra mentira. Y Hannah Arendt decía que «mentir constantemente no tiene como objetivo hacer que la gente crea una mentira, sino garantizar que ya nadie crea en nada».

La retirada del techo de gasto evidencia la debilidad extrema del Gobierno, dependiente de una humillante negociación con un prófugo, de la tiranía de las minorías radicalizadas que decidirán en los congresos de Junts y, atención, el de ERC, y de promesas imposibles de desvertebración del país. Y, sin embargo, hay al mismo tiempo síntomas de que la legislatura no será corta y de que la determinación de ocupar todos los resortes del poder mientras dure es mayor que nunca. Es así porque no hay una mayoría alternativa, pero es así sobre todo porque aún no se percibe una alternativa concluyente. Lo muestran las encuestas en las que el PP no crece respecto a la anterior pese a tanta penuria gubernamental. Las iniciativas sobre conciliación o vivienda son el primer paso para que Alberto Núñez Feijóo abandere una ilusión transformadora que represente una forma de entender la vida. Con ambición de ganar y apoyándose en sus liderazgos autonómicos. Falta todavía, eso sí, identificar un hilo programático coherente porque las ocurrencias penalizan. Pero así se empieza.