OPINIÓN
Tribuna

Invertir en seguridad colectiva sin engaños

El Gobierno de España tiene que ser europeísta, sin tapujos ni vergüenza y sin engañar a todos. Debe decir la verdad en sede parlamentaria sobre las amenazas a la UE lanzadas desde EEUU y Rusia

Invertir en seguridad colectiva sin engaños
Ulises Culebro
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La idea de la autonomía estratégica europea y el aumento de la inversión en defensa no ha surgido por las decisiones disruptivas del presidente Trump. Ya la Comisión Europea presidida por Juncker aceptó en 2018 la propuesta francesa de una fuerza de intervención común, junto a un presupuesto de defensa común y un Fondo Europeo de Defensa que se mantienen en el Marco Financiero Plurianual (2021-2027). Sin olvidar, además, los avances propiciados por la retirada británica al erigir la UE un cuartel general europeo y casi un centenar de proyectos de cooperación estructurada voluntaria para aproximar las estructuras militares de cada Estado. Avances sí, pero sin resultados convincentes para la defensa material de la UE.

Esos avances parecieron casi un juego de niños cuando Rusia decidió invadir Ucrania. Concentrada en fuegos artificiales y planteamientos de salón frente al fuego real ruso que devastaba ciudades y masacraba a la población civil en Ucrania, la UE perdió su inocencia en 2022.
La idea de la autonomía militar europea era y es no depender de EEUU en caso de defensa de los intereses netamente europeos. Tener autonomía es tener capacidad para pensar y actuar como un poder geopolítico autónomo cuando nuestros intereses como UE se vean afectados. No rompe el vínculo transatlántico; es un plus para la OTAN en caso necesario y nos da vida propia separada de la OTAN. Se trata de invertir en nosotros mismos: garantizar una respuesta fiable si hubiera un ataque brutal como el perpetrado por Rusia sobre Ucrania disuadiendo a Rusia y a otros eventuales agresores.

Cuando Rusia atacó a Ucrania en febrero de 2022, varios Estados grandes de la UE se preguntaron cómo habrían podido responder a ese ataque masivo ruso si se hubiera producido en su territorio. Alemania no habría resistido, y así lo vio su ciudadanía echándose a las calles para exigir ayudar a Ucrania y tener capacidad militar material propia: sus fuerzas armadas no tienen ni la determinación emocional ni las capacidades materiales para defender la independencia e integridad de Alemania. Eso los llevó al punto de inflexión para un cambio tectónico: invertir en compra de armas (con reforma de los frenos constitucionales a la deuda), promocionar la investigación militar y espacial y la producción propia, y hacer del ejército alemán un seguro para la defensa de este país y de la UE. Pensar en todos.
Tanto Francia como también el Reino Unido –comprometido con Europa–, reconocieron en sus respectivos Parlamentos –son democracias parlamentarias– que no habrían tenido munición suficiente ni la preparación de Ucrania para una guerra de alta intensidad que no practicaban desde 1945.

Hasta la agresión rusa, la UE había construido su papel en el mundo como potencia normativa y comercial. En su Política Común de Seguridad y Defensa se limitaba a ser un «proveedor de seguridad» con acciones de carácter humanitario o de gestión de crisis para terceros Estados. Su política de seguridad fue una herramienta ajena a la protección inmediata y directa de su ciudadanía y de su integridad. A partir de 2022, la UE decide que debe trabajar para garantizar la defensa de su propia ciudadanía y de sus territorios.

La Unión ha descubierto que tiene grandes rivales y enemigos. Incluso EEUU puede ser nuestro agresor: sentado al lado del holandés Mark Rutte, secretario general de la OTAN, el presidente Trump le reiteró la voluntad de anexionarse Groenlandia (Dinamarca) y todo Canadá. Rutte no dijo nada ante Trump y sus mamporreros (el vicepresidente Vance) para evitar la trampa tendida al ucraniano Zelenski; pero Rutte pudo poner cara seria y no una mirada de complacencia ante el sheriff. Confiemos en que, en modo diplomático, dijera algo sobre el respeto a la soberanía de los aliados. Rutte me recordó cómo el presidente Delors denominaba a los secretarios generales de la OTAN: los «sí, señor».

La estrategia de EEUU, hoy, es tan irracional y alocada como cuando atacó en Afganistán e Irak: no sabía a quién atacaba ni de qué se vengaba. Hasta tal punto que la mayoría de los miembros de la UE del Este estimaban que la protección de EEUU era suficiente y se oponían a la autonomía estratégica europea. Hoy son sus ardientes defensores.
Al decidir los Estados en el seno de la UE que hay que alcanzar el 3% de gasto en defensa sobre el PIB, mejorando y ampliando las capacidades humanas y materiales del conjunto, lo importante es el problema colectivo en caso de un nuevo ataque de Rusia a uno de los nuestros. Se puede atender a carencias y flancos débiles individuales, pero lo fundamental es contribuir a la defensa del conjunto de la UE a sabiendas de que EEUU ha comunicado que no nos defenderá en caso de ataque ruso.

El Gobierno de España, por ser el cuarto país más grande de la UE, tiene que ser europeísta, sin tapujos ni vergüenza y sin engañar a todos. Debe decir la verdad en sede parlamentaria sobre las amenazas a la supervivencia de la UE lanzadas desde EEUU y Rusia dándose mutuo reconocimiento a sus potenciales conquistas. Trump le ha dejado a Putin la mitad oriental europea para su expansión y Putin sabe de nuestra debilidad militar tanto en capacidades humanas como materiales. Por eso, no se puede esperar años, y la Comisión Europea y varios Estados estiman que es una absoluta urgencia para este mismo año.

El Gobierno de España no puede contentarse con engañar a los españoles y a la UE con maniobras de distracción propias del estafador en una feria: Sánchez cree que lo soluciona con cambiar partidas del presupuesto que están en otros ministerios y pasarlas al de Defensa, o incluyendo la inversión en transición climática para asustar y persuadir a Rusia.


Ya en la Brújula Estratégica de la UE elaborada por el entonces Alto Representante, Josep Borrell, y aprobado por el Consejo Europeo (24.03.2022), se pone el énfasis en la base industrial de la defensa y en los dominios espacial y cibernético. A ver si se entera Sánchez de que en esa estrategia europea que dejó Borrell se reconoce abiertamente que «la Unión no tiene potencia militar». Que si nos ataca Rusia u otra gran potencia en el corto o medio plazo, estaremos muertos, seremos vasallos o nos veremos arrinconados en el oeste europeo.

Por tanto, no engañemos con los hackers y las partidas mal colocadas en un presupuesto español que no existe desde hace ya dos años. Todos sabemos que el gasto en España se produce por la sola voluntad de una persona con total oscuridad. Dinero hay para endeudarse, como muestra el hecho de que Sánchez haya decidido –por orden de otro– que la deuda de las comunidades autónomas, valorada en 82.000 millones de euros, la asuma el conjunto de los ciudadanos con sus impuestos. Mejor sería que cada región asuma responsablemente el pago de sus deudas propias, y que los 82.000 millones permitan a nuestros militares ser formados durante 5-7 años en tecnologías de guerra, investigar junto a los aliados europeos, comprar el material necesario junto a ellos, abrir las fábricas de producción que hicieron de España gran una potencia exportadora mundial, y garantizar una larga carrera profesional a muchos más soldados y oficiales, así como que sean pagados dignamente.

La seguridad y la defensa europeas no se garantizan de forma aislada haciendo piruetas de feriante. Todo el plan de la UE para financiar la base industrial de la defensa parte de acciones conjuntas en investigación, inversión y producción de armamentos. Nada en solitario en el cuarto oscuro del despilfarro y la corrupción sistémica española. Incluso, como la urgencia obligará en el corto plazo a comprar a terceros Estados, deben ser compras conjuntas con otros socios para obtener la ayuda financiera de la UE.

Los partidos Sumar y Podemos no pueden seguir en esa línea distópica de que Putin es Lenin y Rusia representa el comunismo con el que sueñan. La Rusia de Putin es extrema derecha pura, como los EEUU de Trump, o la inmadurez temible del ultra Abascal y de Vox. Europa quedará en manos de la extrema derecha si no nos dotamos rápidamente de un sistema de disuasión.

Araceli Mangas Martín es académica de Número de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas y catedrática de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales de la Universidad Complutense de Madrid