Me pregunto qué ocurriría si la política española tuviera la misma repercusión que la estadounidense. Si, por ejemplo, el debate entre Feijóo y Sánchez de 2023 hubiera tenido el mismo seguimiento en otros países que el de Kamala Harris y Donald Trump. Si las tertulias de Estados Unidos, de Francia o de Alemania hubieran dedicado tramos enteros a analizar la estrategia del presidente del PP, el colapso del líder socialista. Si los analistas políticos de San Francisco o de Copenhague tuvieran ahora opiniones firmes sobre la evolución del PSOE, sobre la conveniencia de que los presidentes autonómicos del PP se reúnan con Sánchez, sobre los mensajes de la gala de los Goya. Si los columnistas holandeses o checos escribieran artículos contundentes acerca de nuestra financiación autonómica -«se van a enterar en Madrid»-. Si un español que entrara en un bar de Liverpool o de Leipzig estuviera expuesto a que algún autóctono le cogiese por banda y le explicara cómo ve él la figura de Ayuso. Qué ocurriría si, cada vez que celebramos elecciones generales, hubiera programas especiales en la CNN y la BBC y la RAI titulados «España decide»; si la realización siguiera el recuento hasta altas horas de la noche; si un panel de expertos explicara a los espectadores cuáles son las provincias bisagra -«mucha atención a lo que ocurra en Guadalajara»-.
¿Tendría esto algún efecto sobre nuestro país? Parece natural pensar que sí: quien se sabe observado tiende a ser más cuidadoso con lo que hace. A mayor escrutinio, mayor autocontrol. Quizá nuestra vida pública sería entonces más elevada, mostraría un mayor escrúpulo. Quizá Sánchez, por ejemplo, no se habría atrevido a aprobar la amnistía si el mundo realmente estuviera atento a lo que ocurre en España. Sin embargo, el ejemplo estadounidense es ilustrativo de lo contrario: nada indica que el congresista de Ohio, el concejal de Baltimore o el votante de Nebraska tienen en cuenta, al orientar su criterio, la extraordinaria atención que el resto del mundo presta a su país. Y así, esa atención parece limitarse únicamente a nuestro consumo interno; como cuando comentamos una película pese a que nuestra opinión no alterará el trabajo del director, el desempeño de los actores, el desenlace de la trama. Si el mundo nos dedicase la atención que dedicamos a Estados Unidos, es probable que todo pareciera distinto y que todo siguiera igual.