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A simple vista

El mejor plan infantil del mundo

Escribo con fiebre. Sobre la fiebre. De niño tenías 38,5 y era como si nada y ahora tienes 37,3 y es como si todo

Arrabal con Broncano, en 'La revuelta'.
Arrabal con Broncano, en 'La revuelta'.RTVE
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De crío no había nada mejor que amanecer en día escolar con algo de fiebre. A lo mejor habías pasado mala noche, se lo decías a tu madre al despertar, esta te ponía sus labios en la frente y, a continuación, iba a por un termómetro de cristal lleno de mercurio que -primero- agitaba como si tuviese el demonio dentro y -luego- te colocaba bajo el sobaco.

Alguna vez se te rompió un termómetro de aquellos, ¿te acuerdas? Tu madre te recordaba que aquella especie de líquido metálico era veneno y a ti lo mismo te daba: jugabas con las bolitas que se habían desparramado por el suelo y las ibas juntando fascinado, haciendo otra más grande.

Pero volvamos a aquella cama. El termómetro estaba frío al contacto con la piel y tú decías «uy» al sentirlo. Si tenías suerte y marcaba más de 37,5 o así, te quedabas como un marajá amachambrado en el catre y tus hermanos iban desfilando a clase.

-Menudo morro -escuchabas.

Y ellos se marchaban abufandados y tú te mullías la almohada en la espalda, el embozo bien alto, la mañana entera como una manzana por morder.

Te decían: suda. Cerrabas los ojos un rato para ver si dormías, pero aquello no era divertido. Al rato venía tu madre y te daba todos los caprichos: podías pedir agua o un zumo, que te volviera a rehacer la cama o que te acercara el orinal. Que, como estabas enfermo, todo lo tenías.

Y después el silencio: un niño, en una cama, un lunes o un miércoles, mientras los demás estaban estudiando quebrados en el colegio, rodeado de tebeos que te habían arrimado tus padres como conjuro contra el aburrimiento. Mortadelo y Zipi y Zape, los héroes de la Marvel y Carpanta, el 13 Rúe del Percebe y Pepe Gotera y Otilio.

Era uno de los mejores planes infantiles del mundo.

(...)

Escribo con fiebre. Sobre la fiebre. De niño tenías 38,5 y era como si nada y ahora tienes 37,3 y es como si todo.

Si envejecer es dejar de hacer cosas que antes podías hacer y ya no (que decía Pérez-Reverte), uno ya empieza a sentir el paso del tiempo.

Me ocurrió el otro día en el gimnasio de boxeo de Jero García, en el barrio del Lucero, cuando me tocó emparejarme con un tipo que podría ser mi hijo. Empezamos con la escuela de combate y tal.

-Oye, ¿te puedo decir una cosa?

-Dime, chaval.

-Que para la edad que tienes... te mueves muy bien. Que yo, cuando tenga tu edad, querría estar como tú...

Fue entonces cuando me entraron ganas de agarrarlo de los brazos como hizo el otro día Fernando Arrabal con Broncano en La revuelta y gritarle aquello que le dijo el escritor: «¡Soy mas fuerte que tú! Yo hice el maratón de Nueva York con un torero español... corriendo los 300 últimos metros».