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Jeff Bezos, humillar al 'Post' para satisfacer a La Bestia

El fundador de Amazon y uno de los hombres más ricos del mundo pasó de ser enemigo de Trump a socio VIP. En 2013 compró el diario 'The Washington Post' y prometió no intervenir en la línea editorial. Doce años después y el doble de millonario, desactiva la mítica cabecera en favor de La Bestia en Jefe

El empresario Jeff Bezos.
El empresario Jeff Bezos.AFP
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En un tiempo remoto, hace 12 años, Jeff Bezos adquirió el Washington Post y prometió respetar la historia y la integridad del periódico. Invertir en un diario de toda la vida, de papel, pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera que se diría todo de algodón, que no lleva huesos, como el burrito de Juan Ramón Jiménez, era una extravagancia. La gente del periodismo se puso nerviosa. La desconfianza rocosa de la gente del periodismo porque algo desafinaba. El director del diario era entonces el buen Martin Baron y traía calma contra la suspicacia. Bezos prometió dejarlos trabajar, sin aclarar en qué dirección. En 2024, el mismo Baron jubilado ya, dispensó a Jorge Benítez en estas páginas una razón eufórica de la bondad del dueño de su ex periódico: "Jeff Bezos jamás nos censuró un artículo sobre su vida personal o crítico con Amazon". Bellas palabras. Quizá no necesitó censurar nada íntimo porque bien sabrían los redactores, los jefes y el director hasta dónde llegar. Las líneas infranqueables de las empresas son las primeras que aprenden a no pisar los asalariados.

A lo que vamos, Jeff Bezos se hizo con el Washington Post y en un intento de acallar los rumores tremendos dijo la verdad: tan sólo le interesaba experimentar con el periódico después del imponente éxito de Amazon. Y la vida pasó como pasan las cosas que no tienen mucho sentido. Todo iba bien, la digitalización del periódico cuajó. Bezos polinizó tecnológicamente su nuevo cuarto de jugar y desarrolló un proyecto adaptado para empujar en las pantallas la mercancía periodística. Ganaba muchísimo dinero, también fue por un rato el hombre más rico del mundo y el periódico ganó ocho premios Pulitzer con Martin Baron al frente de la redacción. Un diario de línea clara, robusto en la investigación, con la historia mítica del Watergate en lo alto, demócrata de ánimo, dispuesto a ponerse del lado de Obama, y hacerlo hasta el final, sin esquivar dulcemente los errores de Obama... Pero algo cambió un mediodía de enero de 2017. Era viernes y Donald Trump, La Bestia, juró su investidura como 45º presidente de Estados Unidos.

La Bestia odiaba el periodismo y, por coherencia, también al Washington Post. Durante los cuatro años execrables de su mandato mantuvo una batalla abierta contra los diarios, contra las televisiones, contra los profesionales. A Jeff Bezos, como propietario de un periódico adverso, lo rapó en el viejo Twitter varias veces por semana. También hizo que lo llamaran a consultas a la Casa Blanca, le echó una bronca de jefe de planta y Bezos lo mandó a tomar por culo. Más o menos. Trump mantuvo la batalla con una terquedad ketamínica, hasta que al final se largó escupiendo cuando perdió las elecciones. La Bestia es La Bestia por algo. Así que Bezos, en la primera oleada de Trump, era un empresario sideral que resistía las goriladas y en su periódico se podía escribir contra algunos asuntos cuando era necesario. Bezos tenía una empresa de distribución de cosas (Amazon) valorada en 135.000 millones de dólares y el Post le había costado 250. Para él, viruta. Pero una empresa de noticias importa. Desde dentro se destruye mejor.

Con Biden no pasó nada, como todo el mundo sabe. Pero mientras nada sucedía, los evangelistas tecnológicos de Estados Unidos empezaron a mutar. Una metamorfosis colectiva. Una emboscada. Otra ventana de oportunidad. Consistía en alinearse con La Bestia en su histérica revuelta. Era el momento de repartirse el mundo, ahora sí. Lo primero que hizo Bezos a plena luz del día es dar orden de eliminar una tradición del periódico: exhibir el apoyo a uno de los dos candidatos a la presidencia durante la campaña electoral. En su caso iban con Kamala. Después prohibió dar estopa a La Bestia en la misma campaña. Y por último pidió fumigar al jefe de Opinión para contentar a su nuevo cómplice. Eso es cargarse el Post. Vaciarlo de sentido. Entregarlo. La redacción junta a 1.000 periodistas. En este largo camino reaccionario ha perdido más de 200.000 suscriptores. Qué más da.

El día de la toma de posesión de La Bestia como el 47º presidente de EEUU, Bezos estaba en la tribuna más selecta junto a Elon Musk, Mark Zuckerberg y Sundar Pichai. Entre los cuatro y algún otro suman un botín de 1,3 billones de dólares y varias naves espaciales. (Escribir cifras de dinero por encima de lo asumible es una vulgaridad). El dueño del Post envió una carta a sus empleados para explicarles lo que había que hacer a partir de ahora: "Os informo de un cambio que se producirá en nuestras páginas de Opinión. Vamos a escribir todos los días en apoyo y defensa de dos pilares: las libertades personales y el libre mercado. Por supuesto, también trataremos otros temas, pero los puntos de vista opuestos a esos pilares serán publicados por otros". ¡Caña aquí!

La Bestia está satisfecha. Ellos también. La misma Bestia que llamó a Zelenski a la Casa Blanca para humillarlo a gritos delante del mundo exigiéndole gratitud, sin pudor por retratarse tan lacayo de Putin. Lo ocurrido en ese encuentro es otra bengala de alerta. La Bestia es un presidente legítimo porque millones de estadounidenses lo votaron. Así somos como especie. Los bárbaros están avalados por la democracia. Jeff Bezos es una de las torres de alta tensión del salvajismo político. Experimentar con el periódico significaba someterlo y desactivarlo para engolosinar al que odia el periodismo. Quién lo iba a decir. ¡Uno de los gurús tecnológicos del mundo no respetaba este oficio! Normal: parte del éxito de su negocio no está en tener una empresa de comunicación, sino en echarla abajo.