Tiene razón Arcadi en que expresar mi creencia en la culpabilidad de un ciudadano absuelto pudo ser inoportuno. Pero aclaro que ni la expresión responde a la intimidación ni la creencia a una revelación espiritual. Una creencia es un estado mental por el que aceptamos algo como cierto. Algunas vienen determinadas por la educación, la cultura o la presión de María Jesús Montero, pero otras son fruto del razonamiento (Sapolski diría que estas también están determinadas, pero ese es otro tema). Y mi creencia sobre la culpabilidad de Alves se justifica a partir de una inferencia a la mejor explicación de los hechos conocidos.
Pero lo medular del argumento de Arcadi va más allá. En su perplejidad ante la condición cuántica del reo -la posibilidad de ser culpable e inocente al mismo tiempo- incurre en un error conceptual: no distinguir entre verdad judicial y verdad fáctica. Imaginen que Alves y Arcadi coincidieran en un restaurante de Barcelona, y aquel confesara que efectivamente agredió a esa chica en el baño del Sutton. Arcadi tendría la creencia justificada de que Alves es culpable, pero judicialmente seguiría siendo inocente. (Pregunten a la familia de Morris Black sobre la culpabilidad de Robert Durst). La condición cuántica del absuelto se da, por ejemplo, cuando existen pruebas concluyentes de culpabilidad que son inadmisibles por su origen ilícito.
Finalmente, se sorprende Arcadi de que celebre una sentencia que deja en libertad a un violador. Diría que celebro que la Justicia haya honrado el escrúpulo que se le supone. Las creencias, decíamos, exigen justificación, y cuanto más está en juego, mayor justificación requieren. Si pregunto si una salsa tiene cacahuetes, el camarero puede responder «creo que no». Si añado que soy alérgico a los cacahuetes, buscará una justificación más sólida a su creencia: si existe un 5% de riesgo no lo asumirá, aunque sepamos que hay una altísima probabilidad de que la salsa no esté contaminada. Del mismo modo, para enviar a un hombre a la cárcel es importante que no haya fisuras en el relato de la víctima ni fallas en el razonamiento probatorio.
El cineasta Allan Parker sostenía que, para hacer una crítica honesta de la pena de muerte, era imprescindible que el acusado fuera culpable. Del mismo modo, el compromiso con la presunción de inocencia se demuestra defendiendo la absolución, si el razonamiento es sólido, de quien creemos culpable. No hay contradicción en creer que Alves sea culpable y considerar que es correcto que haya sido absuelto. Gracias a las salvaguardias legales, todos vivimos en un estado cuántico.