LUCES PARA LA CONSTITUCIÓN

Luces para la Constitución

Lara Lázaro: "Los eventos climáticos extremos serán cada vez más severos y más frecuentes"

Investigadora principal del Real Instituto Elcano y doctora por la London School of Economics, es una de las expertas más influyentes en cambio climático y aceptación social de la agenda verde, que se halla ante un momento decisivo para España y la UE

Lara Lázaro: "Los eventos climáticos extremos serán cada vez más severos y más frecuentes"
Alberto Di Lolli
PREMIUM
Actualizado

Acabamos de sufrir el peor desastre meteorológico que se recuerda, que ha arrasado numerosos territorios en Valencia y Castilla-La Mancha. No sé hasta qué punto considera que estos episodios trágicos pueden cambiar la percepción social sobre el clima.
Lo primero que hay que decir es que, hasta que la ciencia de la atribución no confirme que este evento en particular es más grave o es más probable que haya ocurrido por el efecto del cambio climático, no podemos hacer esta afirmación sin más. Lo que sí indica la ciencia es que los eventos climáticos extremos serán más frecuentes y más severos a medida que avance el cambio climático, especialmente si no limitamos la emisión de gases de efecto invernadero. No hay dudas en la ciencia de que problema al que nos enfrentamos está causado por el hombre y está ocurriendo. Respondiendo a la pregunta, yo creo que es inevitable pensar que una mayor experiencia personal con este tipo de fenómenos hará que la conciencia aumente. Otra pregunta es si esta conciencia se traduce en intenciones para actuar y se traduce en acciones. Lo que vemos con nuestras encuestas es que sigue habiendo una brecha bastante significativa entre conocimiento, preocupación, intenciones y acciones.
¿En qué sentido?
En nuestra última encuesta, que publicamos este 2024, el cambio climático aparece como la segunda mayor amenaza a la que se enfrenta el mundo, después de los conflictos armados. Cuando le preguntamos a los españoles si el cambio climático existe, el 93% dice que sí. Esto es la práctica totalidad, pero es importante resaltar que en nuestra encuesta anterior, en 2019, el dato era del 97%. Es decir, el negacionismo climático es muy residual, pero ha aumentado. Por otro lado, el 90% cree que los impactos del cambio climático ya se notan en todo el mundo y el 78% señala que ya siente personalmente sus efectos. Ya no es como hace 10 o 15 años, algo del futuro, sino que la gente ya percibe esos impactos en su vida.
¿España está especialmente expuesta por ser un país de clima mediterráneo?
Correcto, España es uno de los llamados hot spots o puntos calientes del cambio climático, y eso provoca que las tendencias preexistentes se exacerben. Es decir, aquellas zonas que son secas, que son áridas, serán más secas y más áridas. Aquellas zonas que tienden a sufrir más inundaciones verán estas exacerbadas: las tendencias preexistentes se hacen más prevalentes.
¿Estaremos preparados?
Tenemos un objetivo global de adaptación, con indicadores que se tienen que acordar en las negociaciones climáticas internacionales. Evidentemente, cuando la capacidad de adaptación se ve superada, siempre tenemos la sensación de que no hemos hecho lo suficiente. La adaptación, históricamente, ha sido más más reactiva que anticipatoria. De todos modos, lo que nos indica la ciencia es que va a haber impactos a los que no nos vamos a poder adaptar. Es decir, la capacidad de adaptación tiene límites, sobre todo si no continuamos con las políticas de mitigación.
Pese a todas la cumbres del clima y acuerdos internacionales, estamos peor que nunca en cuanto a emisiones globales.
Es cierto que las emisiones son significativamente mayores que en 1990, pero el contrafactual es: ¿qué habría pasado si no hubiéramos tenido esas cumbres y esos acuerdos? Es importante poner en una balanza el coste de la acción y el coste de la inacción. Si no hacemos nada, ¿qué pasa? Es cierto que vamos mucho más lentos de lo que deberíamos. En 2022, había un 54% más de emisiones que en 1990, pero también es cierto que, en la UE, el PIB ha aumentado en un 66%, mientras las emisiones se han reducido en casi un tercio, según la Agencia Internacional de la Energía. Es decir, se puede desacoplar el crecimiento de las emisiones, y este es el objetivo del Pacto Verde Europeo. Aunque tenemos un problema a nivel global, eso está claro.
¿Es posible que esas políticas europeas no hayan ido acompasadas de la mentalidad del público? ¿Que hayan querido ir por delante de la educación social y hayan producido cierto rechazo?
Sí se observa ese rechazo en algunos casos, y yo entiendo que, a medida que las políticas vayan siendo más exigentes, es absolutamente necesario acompañar a aquellos sectores, aquellas personas y aquellas regiones cuya transformación del sistema productivo, de nuestra distribución y nuestro consumo se vayan a ver afectados. De ahí que tengamos mecanismos y fondos de transición justa en la UE, y en España tenemos una estrategia de transición justa, que se tiene que revisar este año, y 300 millones del fondo de recuperación previstos para ello... Es necesario acompañar a la gente.
Ese acompañamiento tendrá un coste, claro.
Claro. En nuestra encuesta incluimos una afirmación que decía: «Parte de lo que gasta el Estado todos los años tiene que dedicarse a la acción climática y el Gobierno debe invertir en zonas afectadas por el cambio climático y por las políticas para hacerle frente, aunque esto suponga menos dinero para otras cosas». Y una gran mayoría, el 69% de los encuestados, nos decía: «Sí». Yo creo que esta es la base. Si queremos cumplir con los objetivos, estas medidas de acompañamiento son fundamentales.
¿Se han cometido errores en ese sentido? ¿Se ha dejado atrás a gente?
Hay sectores que se sienten más expuestos que otros. También es cierto que tenemos un mecanismo de transición justa y que ahora vamos a tener el fondo social para el clima. Errores se cometen en todos los ámbitos, pero nos jugamos mucho con ese acompañamiento. La pregunta es cómo podemos diseñar políticas que cumplan con nuestros objetivos, que están en la Ley Europea del Clima y en los acuerdos climáticos internacionales, de forma que acompañemos a la gente y generemos un consenso, porque no podemos hacer la transición ecológica en contra de los sectores y en contra de las personas. Tendremos que hacer la transición negociando y acompañando.
Desde el negacionismo se explota a veces el argumento de que da igual lo que haga Europa si los asiáticos y EEUU siguen contaminando.
Efectivamente, este es un problema de un bien público global, un clima estable, cuya provisión requiere el concurso de todos. Pero esta no es solo una conversación sobre quién hace más, sino sobre quién aprovechará las oportunidades y la economía del futuro. Desde luego, si uno mira los planes quinquenales de China, hace ya muchos años que indicaron su interés por liderar en el vehículo eléctrico y las energías renovables. O estamos o no estamos en la economía del futuro. Hay que preguntarse en qué sectores queremos estar.
No es solo quién contamina ahora, sino quién se está preparando para lo que viene.
Y queremos estar en esa carrera, claro. Nosotros tenemos una rivalidad muy clara con China en materia del vehículo eléctrico, por ejemplo. Lo que dice el Banco de España es que los costes de las baterías, que suponen el 40% del precio del vehículo, son un 17% menores en China. Esto les da una ventaja significativa, además de los subsidios. El informe de Mario Draghi propone que se plantee una política diferenciada por sectores. No es lo mismo competir en sectores donde el diferencial de costes es menor o donde somos más innovadores. En sectores en los que la diferencia de precios sea muy significativa, Draghi propone importar. Pero, en sectores emergentes en los que la UE tiene capacidad de innovación y ve un crecimiento importante, Draghi plantea protegerlos.
¿Ha cambiado, ha suavizado o ha virado la Comisión Europea tras las últimas elecciones europeas su posición sobre el clima?
Un elemento fundamental de la guía de políticas de Von der Leyen en 2019 era el Pacto Verde, y ahora tenemos el pacto industrial limpio. Eso da un poco la medida de cómo vamos a enfocarnos, pero sin abandonar el Pacto Verde Europeo. El Pacto Verde marca la agenda, marca el punto final, que es la neutralidad climática que exige la ley. Ahora se plantea una política climática acompañada de una política industrial. En el informe de Draghi se habla también de la necesidad de ser más competitivos, de reducir los precios de la energía, de aprovechar nuestro tamaño, de las ventajas que tenemos en lo relativo al sistema educativo, de salud, de bienestar... Y de la necesidad de aumentar la competitividad.
Por lo que explica, la nueva política europea es en cierto modo continuista, pero también cambia el marco.
El marco y el objetivo final vienen de la antigua Comisión, aunque ahora la idea es: pongamos el foco en una competitividad industrial limpia. Seamos conscientes de que tenemos dependencias que se han convertido en vulnerabilidades. Aprovechemos ese poder de compra conjunta, integrémonos más, llevemos a cabo un análisis de nuestra regulación para ver qué se puede simplificar. Pero, ojo, es necesario que esa simplificación de las regulaciones no vaya en detrimento de los objetivos ambientales y climáticos, porque entonces estaremos yendo en contra de los objetivos que ya nos habíamos marcado.
Teresa Ribera, como vicepresidenta de Competencia y Transición Limpia, va a estar al frente de gran parte de las políticas verdes. ¿Cómo va a ser la interacción con las otras carteras, con ese equilibrio de intereses contrapuestos? ¿Lo va a tener complicado? ¿Va a tener que renunciar a parte de sus ideas?
Hombre, no es un trabajo fácil. Si queremos cumplir con nuestros objetivos de neutralidad climática en 2050, en 2040 tenemos que reducir las emisiones en un 90%, entre un 90% y 95%, que es lo que dice el Consejo Científico Consultivo Europeo sobre Cambio Climático. Y la propuesta de la Comisión del año pasado fue apoyar esta reducción del 90%. Pero eso ahora se va a tener que negociar, y esa negociación seguro que va a entrañar dificultad. ¡Cómo no! Estamos hablando de cambiar toda la estructura económica.
¿Corre riesgo ese objetivo de ser eliminado o suavizado?
Hemos visto tantas cosas últimamente... Yo creo que, si queremos hacer gala de escuchar a la ciencia -y eso la UE creo que lo ha hecho-, deberíamos ser coherentes y apostar por esos objetivos.
¿Habrá que quitar o reducir algunos objetivos?
Si quitamos objetivos, puede ser que demos señales contradictorias al sector privado, y la incertidumbre no es buena para las inversiones planificadas y en ejecución. Hay que ser finos en qué es lo que se hace, qué es lo que se simplifica, cómo se acompaña, cómo se mantiene la señal a los mercados: si ya has dado una señal, lo que nos pide normalmente el sector privado es que haya una previsibilidad.
Si generamos incertidumbre, ahí sí que nos adelantan por la derecha los competidores.
Habrá que conjugar todos esos intereses, todas esas limitaciones. Desde luego, no parece que otros competidores vayan a bajarse de la carrera por las energías limpias.
Hay mucha gente, y seguro que nuestros lectores lo comentan a raíz de la entrevista, que opina que España pierde competitividad al no apostar por la energía nuclear, que Europa considera verde desde hace dos años.
El debate político en España se centra más bien en la extensión de la vida útil. Yo de lo que puedo hablar es de aceptación social. Nosotros hemos consultado, tanto en la encuesta de 2019 como en la de 2023, sobre la extensión de la vida útil de las centrales nucleares. El apoyo sigue siendo minoritario, pero es cierto que ha aumentado de un 24% a un 43%. Es un aumento muy significativo.
Entonces, ¿hay cada vez más apoyo a las nucleares?
A la extensión de la vida útil de las nucleares. Y también hay más apoyo del que había antes, pero sigue siendo minoritario, a que podamos seguir utilizando los vehículos actuales de gasolina y diésel. Ese apoyo se duplica, aunque sigue estando en el 36%. Lo que sí hay es un apoyo muy generalizado a la expansión de renovables, en línea con lo que se ha acordado a nivel internacional de triplicarlas en 2030 y duplicar la eficiencia energética. Y en lo que hay un enorme consenso es en tener un comité científico que ayude a los políticos a tomar decisiones. Un comité que está previsto en la Ley de Cambio Climático y Transición Energética, y que está pendiente de desarrollar.
Mencionaba antes las inmensas inversiones que está haciendo China en renovables. ¿Cómo está España en ese sentido? ¿Vamos a cumplir los objetivos? ¿Vamos a ser una potencia en renovables, como permitiría nuestro clima?
En 2023, más de la mitad de la generación eléctrica provino de fuentes renovables. Desde luego, si cumplimos con los objetivos del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima, el 81% de la energía eléctrica provendrá de fuentes renovables en 2030. Eso nos convierte en una potencia renovable. Eso sí, para ello es necesario acelerar. Las inversiones necesarias son muy cuantiosas, y hay que ver qué pasa cuando ya no tengamos los fondos Next Generation. Dentro del plan, el 80% de las inversiones previstas provienen del sector privado, y eso hay que tenerlo en cuenta también.

DNI

Nació en Madrid en 1976. Es profesora de Teoría Económica en el Centro de Enseñanza Superior Cardenal Cisneros.

Tras ser becada por el Departamento de Estado de EEUU, ha colaborado con las universidades Carlos III y Complutense de Madrid para estudiar la respuesta de los españoles a las políticas climáticas.