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Javier Cercas, en puertas de la RAE: "Si fuera presidente, lo primero sería cuadruplicar el sueldo de los maestros de escuela"

El escritor leerá el domingo su discurso de entrada en la Real Academia Española: "La mayor riqueza que tenemos los españoles, con muchísima diferencia, es el idioma"

Javier Cercas, escritor y, desde el próximo domingo, miembro de la RAE.
Javier Cercas, escritor y, desde el próximo domingo, miembro de la RAE.
Actualizado

Javier Cercas (Ibahernando, Cáceres, 1962) leerá este domingo su discurso de entrada en la Real Academia Española.Será un día importante para él, pero también para la RAE, que incorpora a un escritor con lectores en todo el mundo (sólo Mario Vargas Llosa, Arturo Pérez-Reverte y Antonio Muñoz Molina tienen audiencias similares o mayores entre sus nuevos colegas) y a una voz relevante en el debate público. A menudo, Cercas se expresa en él con un tono bondadosamente escéptico y cervantinamente irónico. ¿Será ese el lenguaje del discurso del domingo? Los códigos de la Academia prohíben dar a conocer nada sobre ese texto antes de leerlo. Mientras llega el domingo, el escritor contesta en varios correos un cuestionario sobre su visión del idioma español como un bien común.

Cuando pasen 10 años y ya sepa por dentro cómo trabaja la RAE, ¿de qué cree que dependerá que esté satisfecho con el trabajo hecho?
De que consigamos que la gente entienda que la RAE es un servicio público, y que la mayor riqueza que tenemos los españoles, con muchísima diferencia, es la lengua universal que nos ha tocado en suerte. Ojalá consiguiéramos que lo entendiesen los políticos, y que obrasen en consecuencia.
¿Es pesimista respecto al idioma? ¿Diría que hay un deterioro en la manera en la que hablamos y escribimos? ¿Que es inevitable ese deterioro, entendido como un uso del idioma menos propicio para expresar ideas con precisión?
El deterioro, si existe, no es en absoluto inevitable: todo depende de nosotros. Pero yo no tengo ninguna prueba de que se hable o escriba hoy peor que hace 50 o 100 años; sé, en cambio, que hay hoy muchísima más gente alfabetizada y leída que hace 50 o 100 años. No soy partidario de las jeremiadas; basta ya de calumniar a Jorge Manrique: él nunca dijo que todo tiempo pasado fue mejor; lo que dijo es que, «a nuestro parecer», todo tiempo pasado fue mejor; es decir: no que lo fue, sino que nos lo parece. Es muy distinto.
Para saber más

Esa frase que decimos siempre, eso de que «todo el mundo escribe ahora», el hecho de que hayamos pasado de tener un número limitado de periodistas y escritores a un mundo en el que millones de personas publican sus textos... ¿es un cambio que da vitalidad a la lengua o la lleva al caos?
¿Por qué va a ser malo que todo el mundo escriba? A escribir se aprende escribiendo, así que, si todo el mundo escribe, eso debería significar que, en general, se escribe mejor. Claro que a escribir también se aprende leyendo, sobre todo leyendo a los buenos escritores (que a su vez son buenos lectores: no hay un buen escritor que no sea al mismo tiempo un buen lector). Sea como sea, sigo sin entender que lleve al caos el hecho de que haya mucha más gente que escriba y publique. Otra cosa es que pensemos que todo lo que se escribe o se publica sea bueno. Por supuesto que no lo es: ni lo es ahora ni lo ha sido nunca.
Si los ministros de Educación y Cultura lo invitaran a darles consejos sobre lo mejor que podrían hacer por el idioma, ¿qué les diría?
Soy bastante bueno recibiendo consejos, pero muy malo dándolos. De todos modos, a esos señores les repetiría mil veces la evidencia de la que antes hablaba: que la lengua española es, con muchísima diferencia, la mayor riqueza que poseemos los españoles (o los hispanohablantes), que hay que poner los medios para prestigiarla y difundirla y que, por dar un ejemplo, el instituto Cervantes debería disponer de un presupuesto tres o cuatro veces superior al actual. Y, ya puestos, les recordaría a nuestros ministros que casi todas las calamidades históricas de nuestro país pueden cifrarse en un solo refrán: «Pasarás más hambre que un maestro de escuela». Los maestros de escuela deberían ser la élite de la élite en nuestro país y, si yo fuera presidente del Gobierno (líbrenos Dios de semejante calamidad), lo primero que haría sería cuadruplicar sus sueldos.

Al ver a Cercas en puertas de la Real Academia Española, la tentación inevitable es animarlo a que cuente su vida a través de su relación con el idioma. Con los idiomas que habla.

Tengo una curiosidad: ¿tiene buen oído para los idiomas?
Aparte del castellano y el catalán, hablo tres lenguas: inglés, francés e italiano. Y leo algunas más. No sé si tengo buen oído lingüístico, pero desde muy joven quise aprender otras lenguas: la razón es que me parece muy difícil ser un buen escritor si uno vive encerrado en la propia lengua. Las lenguas son la llave del conocimiento.
¿Y tiene alguna habilidad artística fuera la literatura? ¿Toca el piano o pinta acuarelas o algo así?
No tengo ninguna habilidad artística; de hecho, yo diría que no tengo ninguna habilidad a secas. Giorgio Manganelli escribió que él era escritor porque ni siquiera sabía atarse los cordones de los zapatos. Yo sí sé atármelos, pero no me pida mucho más.
Se lo pregunto porque me interesa saber si, alguna vez, en un concierto o en una exposición, piensa que le hubiese gustado expresarse con otros materiales que no fuesen las palabras, con lenguajes más abstractos como la música o más matéricos como la pintura. Si alguna vez piensa «qué gran escritor hubiese sido si me hubiese escrito en italiano».
Lo único que pienso -y lo pienso a diario- es en lo difícil que es escribir bien.
¿Fue un niño redicho, un niño que hablase prematuramente con complejidad, que es lo que siempre atribuimos a los escritores?
Fui un niño estupendo: alegre, deportista, buen estudiante, religioso y muy sociable, que leía mucho. Luego, a los 14 años, todo se estropeó: aquel verano me enamoré como un verraco, leí a Unamuno, perdí la fe, empecé a fumar y a beber cerveza y entré en un período de confusión moral del que todavía no he salido. En resumen: un desastre. Pero, que yo sepa, nunca he sido redicho.
Me gustaría que contara cómo hablaban y escribían sus padres y abuelos, si cree que había algo que los retratara en su manera de hablar.
Mis abuelos eran campesinos extremeños; mi padre pertenecía a la primera generación de su familia que estudió una carrera (fue veterinario), entre otras razones porque mi abuelo estaba obsesionado con que sus hijos fueran a la universidad. Esto era común en esas generaciones de españoles, me parece: el respeto reverencial por la educación, por la cultura, por la ciencia. Por lo demás, tanto mis padres como mis abuelos -víctimas de la falta de autoestima crónica de tantos extremeños- creían que hablaban de cualquier manera el castellano. la verdad es que hablaban un castellano extraordinario.
Cuando hacía COU y tenía que elegir carrera, ¿cuál fue el principal motivo para elegir Filología Hispánica?
El motivo es que soñaba con ser escritor y pensaba que era imposible ser un buen escritor sin conocer a fondo la tradición literaria. Sigo pensándolo.
¿Le gustó la carrera? ¿Se veía como profesor de Literatura en un instituto o en una facultad?
Durante años fui profesor, primero en Estados Unidos y luego en España, aunque nunca fui un profesor que de vez en cuando escribía novelas sino un novelista que se ganaba la vida en la universidad. Eso es lo que siempre pensé que sería; jamás imaginé que me ganaría la vida con la literatura. En cuanto a la Filología, me encantó estudiarla, no hubiese escrito lo que he escrito sin ella y todavía me considero un filólogo, aunque sea in partibus infidelium.
¿Suele usar la palabra belleza y en relación a un texto? ¿Es frecuente que piense «este es un texto bellamente escrito» al leerlo?
Aplicada a la literatura, la palabra belleza me pone nervioso. Quizá es un prejuicio. Sea como sea, para mí escribir bien es lo contrario de escribir bonito; detesto la literatura ornamental. «La belleza es verdad y la verdad es belleza», dice un verso celebérrimo de Keats. Yo lo que busco cuando escribo es la verdad del poeta inglés, que es eso que llamamos verdad literaria (una verdad que no es la verdad factual de la historia o el periodismo, sino una verdad moral, universal); que otros la llamen belleza, si quieren.
Entonces, ¿qué sería un texto bellamente escrito?
No lo sé. A mi juicio un buen texto es un texto escrito de la manera más nítida, precisa y concisa posible. Juan de Mairena llevaba razón: queda mucho más lejos de la literatura escribir «los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa» que escribir «lo que pasa en la calle».
Estaba pensando en Las Leyes de la Frontera. Intuyo que ahí hubo una parte de investigación lingüística en los códigos quinquis.
No tuve que investigar nada: esos códigos son los de mi juventud. Me encantaría decirle que yo también atraqué bancos, como los bandidos adolescentes de esa novela, pero no es verdad; lo que sí es verdad es que conviví con la forma de hablar de los chavales que los atracaban, y creo que no la conozco mal.
¿Se enfada con los textos patosos, con los tópicos, con los latiguillos tontos que se encuentra escritos?
Me dan ganas de estrangular a quien los emplea, sobre todo si soy yo.