Cuentan que es un gran periodista económico, que vende millones de libros, varios de ellos adaptados al cine en superproducciones de éxito y que, según el periodista John Williams, de The New York Times, «leería 800 páginas sobre la grapadora si las escribiera él». Pero el estadounidense Michael Lewis (1960) es algo más: tal vez el mejor cronista de nuestra generación. Ha sabido siempre encontrar las mejores historias y contarlas como nadie, protagonizadas usualmente por tipos tan raros como listos que se rebelan contra lo establecido y acaban teniendo razón. Y forrándose por el camino.
Hasta ahora en España habíamos podido leer obras maestras como Boomerang, La gran apuesta, Flash boys, Deshaciendo errores o Hacia el infinito. Pero, increíblemente, no el que tal vez sea el libro más exitoso de Lewis, llevado al cine por Bennet Miller y con Brad Pitt en el papel protagonista: Moneyball: el arte de ganar con todo en contra. Hasta ahora. Península publica estos días la traducción a nuestra lengua de la historia del modesto equipo de béisbol, los Athletics de Oakland que venció a los equipos más ricos de la lista cuando su manager Benny Bean, asesorado por un friki de los números, decidió aplicar las matemática para fichar a estupendos jugadores que, por estúpidas razones, nadie quería.
- Escribió 'Moneyball' (2003) porque se enamoró de una historia, según suele decir. Más de dos décadas después de su publicación, ¿cómo cree que ha tratado el tiempo aquella historia de amor?
- La historia de la que yo me enamoré fue esa idea de cómo cometemos errores a la hora de valorar las aptitudes de las personas que, en este caso, eran jugadores de béisbol. Los Oakland Athletics no tenían dinero pero, en su lugar, dieron con una manera de evaluar a los jugadores prestando atención a los datos y las estadísticas y comprendieron que en el mercado de fichajes los equipos ricos cometían toda clase de errores de apreciación rechazando a gente muy valiosa. Tal fue el nudo de mi libro, la historia de la que me enamoré. Recuerdo que el equipo de la película me mandó un pisapapel precioso que tengo ahora en mi mesa con la leyenda: «Nos enamoramos de tu historia».
- El éxito de 'Moneyball' fue enorme, no sólo en el béisbol. Nació el 'moneyball' para la educación, para las finanzas, para la sanidad, para el Gobierno... ¿La sociedad se ha 'moneyballizado'?
- Siento que lo que ha pasado desde entonces es que no solo los deportes sino gran parte de nuestro mundo ha sido dominado por el análisis estadístico y algorítmico. Si tuviera que criticar esta tendencia, que creo que tiene mucho de bueno, diría que tal vez se ha llevado demasiado lejos y se ha convertido en otra fuente de ofuscación para muchos.
- ¿Por qué?
- No entendemos lo que ocurre pero confiamos ciegamente en unos datos y unos algoritmos que no son neutros y que en muchas ocasiones utilizan los fuertes en contra de los débiles para hacer cosas como engañarles en los pagos a sus aseguradoras. O para aplicar condenas judiciales teóricamente mejor que un ser humano. Pero no sabemos cómo lo hacen. Esta metástasis del movimiento Moneyball es perturbadora. Mi libro cuenta un grandísimo ejemplo de cómo usar las matemáticas y la estadística para llegar a un lugar mejor y más justo. Y creo que simultáneamente ambas se han utilizado en muchos otros casos para aumentar la injusticia y abusar de la gente que no las entiende. La devoción ciega a la toma algorítmica de decisiones es problemática y no hay duda de que Moneyball contribuyó a extenderla.

"Trump actúa con las tripas y se cree sabio"
- El caso de los Oakland Athletics demostró que la ciencia da estupendos resultados. Y, sin embargo, sólo pudo ponerse en práctica por la obsesión de un individuo, Billy Beane, apoyado en Paul DePodesta. ¿Incluso en el deporte, la resistencia al cambio puede ser más poderosa que la ambición de victoria?
- Gran pregunta. Si se fija en la situación en 2002, en el béisbol profesional, pero esto se aplica a todos los deportes profesionales, ya existía un cuerpo de conocimiento específico basado en la estadística. Maneras de evaluar a los jugadores y las estrategias. A cualquier equipo le habría ido mejor si los hubieran utilizado pero ninguno lo hacía. Practicaban una combinación de fe en la sabiduría recibida, el poder de los insiders para mantener a los outsiders fuera de su negocio y una incapacidad de pensar rigurosa y científicamente sobre las cosas. Así que sí, era muy fuerte el deseo de resistirse al cambio, de mantener las cosas como están, sin cambiar, porque el cambio es amenazador para las personas que tienen un puesto de privilegio y eso es más poderoso que el deseo de ganar.
- En sus libros sobre Wall Street ya señalaba ese miedo al cambio.
- Eso es, los gestores del dinero no tienen ningún problema a la hora de no recibir demasiados ingresos en su capital siempre y cuando todos los demás estén haciendo lo mismo. Es un rebaño. Cuando te metes en líos es cuando pruebas algo nuevo y fracasas. Hay una especie de impedimento natural a la hora de abrazar nuevos métodos, porque siempre son inseguros e inciertos y nadie quiere jugarse su empleo. Pero va más allá: una de las venas dentro de la historia de la cultura americana o de la vida política americana es la hostilidad al método científico a la hora de emitir juicios sobre lo que es verdad y lo que no. Y Donald Trump está sentado justo en el centro de esto. Si no es ciencia, ¿qué es eso? ¿Religión? ¿Mito? En béisbol eran ambas cosas y existía toda una cultura en torno a esa religión y a ese mito. En nuestra vida política ahora mismo observamos la religión y el mito de Donald Trump. Su más peligrosa oposición es la ciencia y por eso la erosiona allá donde va. El estilo de Trump es un poco como el del viejo béisbol. El problema es que la gente se siente más cómoda con la sabiduría recibida. Cuestionarla resulta siempre más incómodo.
- ¿Es verdad que a Billy Beane, a todo el club Oakland y en general al mundo del béisbol les horrorizó su libro?
- Moneyball fue recibido con muchísima hostilidad hace dos décadas. Me alegro de que mis hijos fueran pequeños entonces y no se enteraran de lo que estaba pasando, pero yo no podía encender la televisión literalmente sin escuchar a algún presentador hablar de lo estúpido que era yo y la hostilidad que recibí por parte de la industria fue increíble. Fuera de la industria hubo una respuesta diferente, pero dentro todo el mundo estaba de acuerdo en que yo estaba equivocado
- En su libro 'Deshaciendo errores', que cuenta la historia de los psicólogos Daniel Kahneman y Amos Tversky, buscó el origen profundo de las ineficiencias del mercado de béisbol en el funcionamiento profundo de la mente humana. ¿Era la pata que le faltaba a 'Moneyball'?
- Sí, de hecho, después de la publicación de Moneyball leí una reseña de Richard Feller en la que aseguraba que yo no tenía ni idea acerca de qué iba mi propio libro, porque en realidad de lo que yo trataba sin saberlo era de los sesgos de nuestra mente. Fue entonces cuando descubrí el trabajo de Kahneman y Tversky, tremendamente importante, que iluminaba mi Moneyball con una luz distinta y lo completaba. ¡Ahora veo sesgos por todas partes! Lo único que tienes que hacer es ir conduciendo por una autopista en Estados Unidos, donde todo el mundo excede la velocidad en 10 millas la hora, ves un accidente terrible y durante las siguientes 15 o 20 millas todo el mundo baja su velocidad. Piensan en el riesgo que su mente les dicta, no en lo que les dicta la realidad de la carretera. Hay algo profundamente crucial en el trabajo acerca de los sesgos.
- Desde entonces, la literatura sobre los sesgos ha sido muy abundante y popular. ¿Es posible que el énfasis en los datos y las críticas de los sesgos mentales, tan necesario en su momento, nos hayan conducido hoy al extremo contrario, a despreciar la intuición y el instinto?
- Se ha descontrolado mucho, sí, y se han sucedido los escándalos en los estudios de psicología. Hemos descubierto, por ejemplo, que muchos resultados fascinantes que parecían explicar tantas cosas, luego no éramos capaces de replicarlos. Es un problema que la ciencia genere resultados dudosos que, en ocasiones, nos inviten a pensar que estamos tratando más con literatura que con ciencia. Ahora en el mundo real no creo que la intuición esté siendo empequeñecida. Creo que la gente sigue guiándose inmensamente por su intuición. Si enciendes la televisión y ves a cualquiera hablando sobre su opinión, sobre política, finanzas, deportes, todo es intuición. Y eso es positivo en muchos casos como en lo que respecta a las condenas judiciales que antes comentaba. Se ha demostrado que los algoritmos que reemplazan la intuición de los jueces están a su vez llenos de sesgos, racistas o de otro tipo. Y no es que el juicio humano sea perfecto, pero a lo mejor me fío más, un poquito más del juicio humano a la hora de condenar a alguien. Pero repito que no creo que la intuición esté herida de muerte. Fíjese, acabamos de elegir a Donald Trump como presidente y ahí lo tenemos inventándose cosas siguiendo su intuición.
"No entendemos lo que ocurre pero confiamos ciegamente en unos datos y unos algoritmos que no son neutros y que en muchas ocasiones utilizan los fuertes en contra de los débiles"
- Su último libro, 'Who is the Goverment', es colectivo, se publicará en unos meses y canta las bondades de los buenos funcionarios públicos al mismo tiempo que el nuevo gobierno de Trump carga contra ellos, amenaza con despedirlos y barre toda clase de regulaciones. ¿A los libertarios tampoco les gustan los datos?
- Los libertarios se gobiernan por la idea de que podemos dejárselo todo al mercado. El problema es que hay muchas cosas que el mercado simplemente no hace bien. El mercado no va a proporcionar parques públicos, no nos va a arreglar nuestro sistema de autopistas, tampoco va a defender al país de una manera muy eficaz. Como demostramos en este libro, nuestras sociedades son tremendamente complejas. Hay gente trabajando en el gobierno por un motivo del que el mercado no se ocuparía. Me ocupo, por ejemplo, de la historia de un tipo que se pasó toda su carrera descifrando cómo prevenir que las minas de carbón se desmoronaran sobre los mineros. ¿Cuántas vidas ha salvado ese funcionario? Los funcionarios empiezan a trabajar en el gobierno de una manera diferente a la que propone Elon Musk. Él levanta la mano y dice: «Voy a recortar tres billones de dólares de esta democracia desperdiciadora». Pero no tiene ni idea de cómo hacer nada de eso. Los libertarios suelen recortar siempre algo que la gente realmente necesita. ¿No parece extraño que una democracia piense en su propio gobierno como el enemigo? Por cierto, es algo que ya hizo en su día Ronald Reagan. Pero también es una estrategia muy exitosa. En lugar de intentar entender la complejidad de lo que ocurre, exclamas: «¡Los impuestos roban mi dinero para hacer cosas que yo no quiero!». Y se sienten bien.
- Sin duda, defender a los funcionarios en la actualidad llamará la atención...
- El libro se publica en marzo y sé que voy a la guerra, la gente me va a gritar y yo voy a gritarles de vuelta. Porque creo que tengo razón, que el tipo de persona que encuentra su camino hacia el servicio del Gobierno suele ser gente que da más de lo que recibe y que podría hacer mucho más dinero en el sector privado. Deberíamos ayudarles, no atacarles. Me parece que un ataque al Gobierno es de manera efectiva un ataque a la democracia. Y si a Trump se le permite convertir el Gobierno en solamente un instrumento al servicio de sus necesidades e intereses personales, entonces no vamos a tener una sociedad funcional. Por supuesto, que podemos trabajar por una administración pública más eficaz y mejorar sus muchos problema. ¿Pero usted sabe los intrincadísimos cálculos que hay que hacer para conseguir la estadística de inflación de un país? ¿Vamos a dejar que se la invente Donald Trump?
- En 'El quinto riesgo' relataba su viaje, casi diría que piscodélico, a las entrañas de la Casa Blanca en la que nadie parecía responsabilizarse de nada. Parecía como si aquel primer Trump no hubiera querido ganar las elecciones. Pero el segundo Trump parece distinto, mucho más enérgico y combativo, ¿no le parece?
- Sí, estoy de acuerdo. Y la metáfora que me viene a la mente de la primera administración Trump es el perro que va persiguiendo los coches y que, sin quererlo, acaba conduciendo uno y entonces no sabe qué hacer. Pero esta vez parece que el perro cree que sí sabe conducir el coche. ¿Se trata de una comedia sobre un perro que conduce un coche o de una tragedia acerca de un perro que mata a muchísimas personas mientras intenta conducir ese coche? Yo aún no lo sé. Más allá de la avalancha de órdenes ejecutivas, me parece que Trump aún no sabe qué quiere hacer exactamente. No le importa nada, excepto él mismo. No tiene ideología, no es nada, solo le importa él. Y va a estar decidiendo constantemente lo que es mejor para sí mismo en cada circunstancia. No es Hitler, no tiene un plan. Escribiré algún día otro libro sobre esta nueva administración Trump, pero ahora mismo no tengo ni idea sobre qué tipo de libro puede ser.
- En 'Hacia el infinito' contaba la historia de San Bankman-Fried, el gurú caído de las criptomonedas. Parece que ha pasado mucho tiempo. Hoy el mundo cripto y los multimillonarios de Silicon Valley abandonan a toda prisa sus políticas de identidad y se echan en brazos de los republicanos. Y, sin embargo, ¿funcionará la alianza entre el alma conservador y el alma libertaria de MAGA o el enfrentamiento entre Trump y Musk es inevitable?
- No estoy de acuerdo con esa sabiduría aparentemente convencional. Si Musk puede mantener sus intereses alineados con los de Trump, entonces creo que van a estar bien juntos. Los dos son ególatras, los dos son narcisistas que necesitan atención, pero pueden reforzarse mutuamente de muchas maneras y siempre y cuando Musk no llegue a hacer nada que a Trump pueda ofender. Trump sí puede ofender a Musk pero no al contrario. La pregunta es cuánta corrupción real está aquí en juego, ¿Qué quiere Musk realmente de Trump? Pero me pregunto qué hubiera pasado si Bankman-Fried nunca hubiera caído y hoy siguiera valiendo cientos de miles de millones de dólares. ¿Habría estado en la misma sala de la investidura de Trump junto a Musk, Zuckerberg o Bezos? Recuerde que Bankman-Fried intentó pagar mucho dinero a Trump para que no se presentara a las elecciones. Tenían una negociación activa en la que habían hablado de 5.000 millones de dólares. Era muy hostil a Trump, pero creo que si no estuviera en la cárcel, sí habría estado allí. Si no podía ganar a Trump, sólo le quedaba unirse a él. Bankman-Fried habría estado en esa habitación ese lunes, en esa sala, porque todos han tirado por ese camino. Yo conozco personalmente a algunos de estos tech, a estos gigantes tecnológicos y apenas hace cuatro o cinco años, nadie era más liberal que ellos, nadie odiaba más a Donald Trump. Y ahora han abandonado completamente esa postura de la noche a la mañana. Da un poco de miedo.
- ¿El movimiento MAGA (Make America Great Again) sobrevivirá a la muerte de Donald Trump?
- Lo intentará. Creo que, en realidad, todo el movimiento es muy dependiente de Trump. Es un movimiento que tiene sus raíces en el enfado, en la ira y en el resentimiento. Y él tiene una habilidad única para representar el resentimiento y el enfado y hacer que la gente que tiene esos sentimientos se sienta bien. Y es persuasivo. Así que no creo que funcionara si lo llegara a intentar JD Vance. No es algo que vaya a desaparecer de la noche a la mañana, siempre habrá un 15% de la población o el 20% que se vea atraído. Si Trump sufriera un ataque al corazón, el movimiento MAGA se quedaría sin huevos y el país entero cambiaría. A cualquiera que intentara jugar el mismo papel que Trump se le vería como un fake.