«En la política española lo que predomina hoy son las historias dentro de historias. Hasta el punto en el que no es fácil distinguir lo que es pura realidad de ficción electoral».
Entre diciembre de 2015 y agosto de 2017, Iván Redondo, un joven veterano de la consultoría política, publicaba un blog semanal en EL MUNDO. Se llamaba Moncloa confidencial y lo presentaba con una leyenda: «La política es el arte de lo que no se ve».
En el último artículo que firmó pronosticaba una posible alianza política en España a la izquierda del tablero que acabó sucediendo y dejaba la primera frase de este reportaje. Ya saben: «No es fácil distinguir lo que es pura realidad de ficción electoral».
Sólo 10 meses después, Iván Redondo cambiaba el blog sobre La Moncloa por un despacho en La Moncloa misma y se convertía en el influyente director de Gabinete del presidente del Gobierno. En el protagonista de una de esas historias dentro de otras historias.
El suyo es el ejemplo más evidente de un fenómeno que existe desde los manuales de Cicerón, antes incluso de Maquiavelo, pero que en los últimos tiempos ha convertido a los asesores políticos en figuras mediáticas, en poderosos personajes de la actualidad y en estrellas -ya lo decía Redondo- de esta ficción electoral.
Ninguno de ellos se presentó a las elecciones, nadie les votó jamás, ni siquiera han trabajado siempre para el mismo partido. No responden antes los medios, no rinden cuentas en el Parlamento, pero ocupan los sillones más influyentes, justo al lado del presidente. Todos, a su manera, nos gobiernan.
«Yo he asesorado a 14 partidos políticos distintos a lo largo de 40 años. Desde el Partido Popular al Partido Comunista pasando por el PSOE, el PNV o el CDS», recuerda hoy José Luis Sanchis. Seguro que no le ponen cara, pero está considerado uno de los padres de la asesoría política en España. «Durante cuatro años estuve con el presidente Suárez y creo que no debí salir ni una vez en los periódicos. Hoy nada ha cambiado, pero todo es distinto».
Dice Sanchis que la esencia de su trabajo sigue siendo la misma, aunque los consultores hayan cambiado la tramoya política por los focos y la purpurina.
Durante cuatro años estuve con el presidente Suárez y creo que no debí salir ni una vez en los periódicos
Hace sólo unos días, Dominic Cummings, asesor estrella del primer ministro británico Boris Johnson e ideólogo de la campaña a favor del Brexit, abandonaba el número 10 de Downing Street tras ser despedido con la sobreactuación propia de estos tiempos, cargando una caja de cartón con sus pertenencias, una mochila a la espalda y la acreditación aún colgada del cuello. Con la cara de quien acaba de romper con su pareja, como si todo fuera una escena de Love Actually. Su foto dio la vuelta al mundo y las crónicas repetían eso de que cuando un asesor se convierte en famoso deja de ser útil como asesor. Cuando la noticia es él, es que algo ha fallado.
Hoy, cualquiera que vea un rato las noticias sabe quién es Iván Redondo, ha visto al actor Benedict Cumberbatch hacer de Cummings en HBO, conoce las recetas populistas de Steve Bannon, asiste al renacimiento de Rudy Giuliani, sudando tinte como consiliario de Trump, o reconocería a ciegas la voz aflautada de Miguel Ángel Rodríguez, el viejo gurú de Aznar que hoy diseña las estrategias de Isabel Díaz Ayuso en Madrid. Son asesores, consultores, estrategas, jefes de gabinete. Lo que la mercadotecnia yanqui llama spin doctors desde los años 80 tiene hoy nombre y apellidos en todo el mundo.
«El spin doctoring se ha convertido en el quinto poder», escribía la doctora en Comunicación Política Reyes Cala hace seis años en una formidable tesis que retrataba la profesión y que fue premiada, precisamente, por el Congreso de los Diputados. «Nunca han tenido tanto peso los asesores como ahora», dice hoy.
Hubo un tiempo en el que la misión de un consultor duraba lo que duraba una campaña electoral. Luego recogía sus bártulos y desaparecía de la escena del crimen. «Como mucho se quedaba en los aledaños del partido, pero nunca se trasladaba a Moncloa», recuerda un antiguo jefe de Gabinete de Presidencia.
Hoy cualquier asesor pasa de la trastienda de un mitin a un despacho del Gobierno como si todo fuera lo mismo, como si todas las jornadas fueran jornada electoral. Todo se resuelve a corto plazo, todo es competición, todo se supedita a la construcción del candidato. «Si a un presidente le preocupan las instituciones del país y su funcionamiento, no llena la Moncloa de expertos electorales. Si por el contrario lo que centra su interés es eso que llaman relato, evidentemente los proyectos de ley no entrarán entre sus aficiones», lamenta el mismo alto cargo.
La primera vez que se utiliza el término spin doctor, recuerda Reyes Cala, es en un editorial de The New York Times el 21 de octubre de 1984 para referirse al trabajo del equipo de comunicación que revoloteaba alrededor del hollywoodiense Ronald Reagan en un debate con Walter Mondale. Eran quienes hacían girar (spin) una información hasta encontrarle la arista más favorable a su líder o quienes, como si fueran una araña, hilaban (spin también) su propia red de influencias para atraer y seducir a los medios de comunicación. «Ese juego siempre ha existido, desde antes de Reagan, pero es a partir de entonces cuando se empieza a desarrollar de manera más insistente y cuando los medios, primero en EEUU y luego en el resto del mundo, empiezan a prestar atención», explica Cala.
Cuando pasamos de la comunicación del poder al poder de la comunicación todo cambió para siempre.
Vivimos en un contexto de democracia de audiencias, en el que los políticos ya no se dirigen a ciudadanos sino a espectadores
«La supervivencia de un asesor pasaba antes por estar a la sombra del poder, pero ese telón que era opaco empezó a ser translúcido cuando la comunicación política se profesionalizó y sus estrategias ganaron relevancia», insiste Cala. «Hoy vivimos en un contexto de democracia de audiencias en el que los políticos ya no se dirigen a ciudadanos sino a espectadores que votan de manera emocional y a los que hay que atraer a través del control del relato, el discurso y la imagen».
Es decir, la política convertida en una serie de Netflix.
«Hoy todo es campaña electoral desde el mismo día de la toma de posesión», asegura Miguel Barroso, secretario de Estado de Comunicación y asesor en el gabinete de la Presidencia del Gobierno de Zapatero, el político que hizo de su nombre una marca y hasta de sus cejas un spot electoral. «Cuando se instala la idea de que la campaña no dura 15 días, sino cuatro años, todo cambia. Y no es que los asesores tengan más poder, sino que los medios le empiezan a hacer más caso porque todas las decisiones pasan por el filtro de la comunicación y se recurre a profesionales intercambiables, que valen lo mismo para un partido que para otro».
La urgente necesidad de conquistar cada día una cuota de electorado nos encierra en lo que los expertos llaman ya la «campaña permanente».
Hoy todo es campaña electoral desde el mismo día de la toma de posesión
Barroso pone un ejemplo fácil de visualizar. En 1977 se firmaron los llamados Pactos de la Moncloa, un acuerdo fundamental entre todos los partidos políticos y los sindicatos para garantizar el proceso de transición al sistema democrático. Las imágenes en bruto de ese acto se encuentran rápido en YouTube. Están todos los líderes del momento sentados en la misma mesa, rodeados de fotógrafos, se escucha un ruido constante de fondo, la iluminación es apenas la de las lámparas del salón y las cámaras recogen todo lo que Adolfo Súarez habla sin disimulo con sus asesores:
«¿Falta alguien?», pregunta el presidente. «Falta Manolo Fraga», le chivan al oído. «No, Manolo no viene. Así que, si les parece, procedemos».
«Esas imágenes serían impensables hoy», dice Barroso. «Ahora se teatraliza hasta el acto más nimio, hasta la presentación de los Presupuestos tienen su propio acto coreografiado».
-¿Cuál diría que debe ser la máxima de un buen asesor político?
-Respetar la inteligencia de la gente a pesar de todo, y el contenido y la propuesta política de tu cliente. Y no tratar de meterte en un terreno que no es el tuyo. Lo que no sé es si esta es la receta más exitosa...
Mucho antes de que Iván Redondo se mudara con él a La Moncloa, vimos a Pedro Sánchez escalar con Jesús Calleja en televisión o llamar en directo a Sálvame. Era antes de sus posados a lo Top Gun a bordo del Falcon. Detrás estaba la estrategia de Verónica Fumanal, una de las mayores expertas en comunicación política de este país. «Hoy tenemos circuitos de información política 24 horas al día, siete días a la semana. En la tele, en internet, en las redes... La política está más mediatizada que nunca y eso ha hecho que la comunicación y la estrategia tengan más peso», explica Fumanal. «Los asesores tienen hoy más relevancia, pero que nadie dude que el poder real siempre es el del presidente».
«El poder te lo da el BOE», comparte José Luis Sanchis. «Lo que tienen hoy los consultores es demasiada exposición».
Durante cerca de 30 años, José Enrique Serrano se movió en la maquinaria del Gobierno. En los círculos periodísticos se le conocía como «el fontanero mayor del reino». Fue director del Gabinete de Felipe González y años después, también de Zapatero. Entonces casi todos en el ala oeste de La Moncloa eran altos funcionarios. «Teníamos el convencimiento de que la única persona relevante era el presidente y los demás no teníamos entidad propia», cuenta ahora. Apenas hay fotos suyas de esa época en el archivo de EL MUNDO. «Creo que salí una vez en la tele», bromea.
Antes teníamos el convencimiento de que la única persona relevante era el presidente y los demás no teníamos entidad propia
«Ha habido un gran cambio en la forma de hacer política. Ya no hay grandes debates ni se habla de leyes, lo importante son las decisiones que se toman en Twitter. Desde el momento en el que se impone que la comunicación política pase por los 19 segundos del canutazo en televisión y los 140 caracteres de las redes sociales, se renuncia a intentar exponer en serio una idea compleja. Todo se resuelve en titulares y eso obliga a cambiar el perfil de tu equipo y el significado de lo que es un gabinete», se lamenta Serrano. «Al final puedes buscar a alguien que te ayude a gestionar la economía del país o alguien que te ayude a ganar las elecciones».
-¿Se imagina hoy a los asesores de antes convertidos en celebrities?
-Rubalcaba siempre decía que en política lo que parece es. Nosotros éramos todos bastante anónimos. No teníamos necesidad de salir en los medios. Yo estuve 13 años en Moncloa y lo que me satisface es haber estado en el ojo del huracán, en el puente de mando, todo lo que he aprendido...Y no que me hagan un reportaje en Vogue.
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