En la esquina del centro de salud de Paiporta, justo enfrente de un restaurante chino reconvertido en banco de alimentos, están Rosa y Rosa. Las dos cubiertas con una mascarilla porque el pueblo ya apesta a residuos. En la solapa llevan una pegatina que dice que las dos son psicólogas.
La gente viene aquí a por bocatas de salchichón, pero no a hacer terapia. Casi nadie ha acudido a ellas estos días, pero casi todos los que se han acercado al centro de salud las han acabado necesitando. "La gente viene porque le duele algo, a curarse alguna herida, pero en cuanto les preguntas cómo están, se desmoronan", explica Rosa Soriano, psicóloga de la unidad de Salud Mental del Hospital General de Valencia. "Las personas aún no son conscientes de lo que les ha pasado, están en shock, idas, desubicadas... Llegan con los traumas de los gritos, de los momentos que han vivido, de las escenas de estos días... Gente que ha estado a punto de ahogarse, que ha escapado buceando de sus casa...".
"Han vivido algo catastrófico", comparte Rosa Romero, de la unidad de hospitalización domiciliaria del mismo hospital. "La gente tiene todo tipo de reacciones, se asustan, algunos se sienten culpables por haber sobrevivido, se han sentido muy abandonados y todas estas reacciones son normales dentro de toda esta absoluta anormalidad.
-¿Y ahora mismo cómo se les puede ayudar?
-Escuchando. La gente ahora mismo no es capaz ni de mirarte a los ojos, pero conforme les vas escuchando, levantan la cabeza. Y entonces descansan y descargan.
"Ahora mismo sólo se puede acompañar a las víctimas. No sirven las palabras mágicas", insiste otra especilista al otro lado del teléfono. A 2.500 kilómetros de distancia del fango de Paiporta. "Ahora sólo se puede escuchar y acompañar porque el consuelo ahora es imposible".
Si alguien sabe de lo que habla es ella. Se llama Noelia García, es psicóloga y durante dos etapas a lo largo de una década fue alcaldesa del municipio canario de Los Llanos de Aridane, en La Palma. Cuando hace ahora tres años entró en erupción el volcán de Cumbre Vieja que devastó buena parte de su isla, ella estaba al frente del Ayuntamiento y -qué remedio- del dispositivo de emergencia que se puso en marcha entonces.
"Lo más duro es acompañar a los vecinos a sus casas a vaciarlas", contaba ella en este periódico en octubre de 2021 bajo una lluvia de ceniza. "Ves a hombres como castillos llorando desconsolados. Y los evacuados... Ves a la gente por la calle y distingues perfectamente quién ha sido evacuado y quién no. Se me parte el alma. Gente que lo ha perdido todo... Y los momentos de agonía del principio, de incertidumbre...".
Las escenas se repiten ahora en la otra punta del país. La lava ahora es lodo. "Es tremendo", lamenta García al otro lado del teléfono desde su isla. Y llora literalmente. "Todo se remueve de nuevo, la sensación de vulnerabilidad, las ganas de volar hasta Valencia para ayudar con lo que sea. Recibimos tanto cariño en su momento que ahora nos sentimos impotentes. Nosotros, afortunadamente, no vivimos la agonía de perder tantas vidas humanas pero son catástrofes similares por la sensación de indefensión, de vulnerabilidad, de no saber hacia dónde tirar en medio del caos".

"Hay que aceptar que seguirán sucediendo estas barbaridades, la naturaleza es más potente que nosotros"
-¿Qué es lo más urgente en un momento como el actual?
-Dar paz y tranquilidad a las familias. Que la información que se les dé sea lo más clara posible para paliar en la medida de lo posible la ansiedad y la incertidumbre. Cuantas más certezas haya ahora, mejor.
"Al principio se trata sobre todo del acompañamiento y la orientación porque la psicología clínica ya tendrá su momento más adelante", comparte Íñigo Vila, director de la Unidad de Emergencias de Cruz Roja Española. "Hay cosas muy sencillas que ayudan a cualquier cuando está esperando noticias de sus familiares, como que pueda cargar su teléfono móvil; le orientamos y le recordamos que tiene que descansar y comer, aunque haya perdido el apetito".
"Habrá personas que jueguen con la idea de que todo ha sido una fantasía, una pesadilla de la que van a despertar"
Apenas una semana después de la DANA las víctimas se adentran en la primera fase de un duelo que se puede prolongar durante años. "Cada persona debe afrontar distintas tareas y la primera es aceptar la realidad de la pérdida", asegura Sara Losantos, responsable del Área de Psicología de Duelo de la Fundación Mario Losantos del Campo. "Es quizás la tarea más difícil porque estamos ante un episodio imprevisto, que nadie esperaba. Al ser tan abrupta la pérdida se pueden abrir ahora períodos de conmoción, de incertidumbre, de negación de la realidad... Habrá personas que jueguen con la idea de que todo ha sido una fantasía, una pesadilla de la que van a despertar. Y no se puede forzar a nadie a asumir lo que está pasando, cada uno tiene su tiempo".
"La mayoría todavía no son conscientes del dolor y el sufrimiento que van a vivir", advierte Rosa Romero. "La rabia de ahora se convertirá en tristeza".
Las imágenes que se multiplican estos días en televisión, prensa y redes sociales, que parecen sacadas de un capítulo de serie apocalíptica, tampoco son terapéuticas. "La sobreexposición mediática nunca ayuda", advierte Losantos. "Las imágenes de personas arrastradas por las riadas, los coches hundidos, las inundaciones, son profundamente perniciosas".
Y de poco sirve que muchas de esas fotografías estén archivadas ya en nuestra memoria colectiva. La sociedad valenciana estaba acostumbrada a episodios de lluvias torrenciales, igual que en la historia de La Palma asomaba siempre la amenaza del volcán, pero la sensación de incredulidad es idéntica. "Nosotros convivimos con los volcanes igual que los valencianos lo han hecho con las riadas. Hablas con naturalidad de ello, pero nunca imaginas que pueda pasar o al menos no con esta envergadura", explica Noelia García.
"Aunque puedas esperar una DANA, nadie puede prever algo tan horrible", comparte Helena Pascual, coordinadora del grupo de urgencias del Colegio de Psicólogos de Madrid. "Y lo importante ahora es normalizar cualquier tipo de reacción ante una situación que está fuera de la normalidad. Pueden darse reacciones por exceso, como agresividad, ansiedad, miedo... O conductas inhibitorias como el estado de shock, la negación o la disociación. Cada persona reacciona de una manera y todo es entendible. Se ha roto la cotidianidad de estas personas, ha desaparecido la certeza del día siguiente. La gente pierde de un día para otro a un familiar, su casa, su trabajo. Y lo que era seguro de repente está patas arriba. Se produce una ruptura con el mundo y hay que tratar de devolver a las víctimas el control de sus vidas porque ahora mismo no lo tienen".
"Se ha roto la cotidianidad de estas personas, ha desaparecido la certeza del día siguiente. Lo que era seguro de repente está patas arriba"
Explican los psicólogos que tras asumir la realidad de algo aparentemente tan irreal, tocará elaborar las emociones relacionadas con la pérdida. "Estamos en el momento de impacto, pero luego cada uno sigue con su vida y es cuando uno puede ser consciente de lo que ha sucedido", apunta Losantos. "A partir del sexto o séptimo mes, se suele producir un duelo agudo, un repunte del dolor. Ocurre cuando lo que parecía una pesadilla se percibe ya como real".
La tercera fase pasará por aprender a vivir con la pérdida, a redefinirse de nuevo y a reconfigurar la identidad de cada víctima. Y la cuarta, la más complicada, por volver a poner energía en la vida. "En nuestro cerebro hay un mapa emocional que se tiene que recolocar. Igual que cuando haces obras en casa necesitas un tiempo para dejar de darte golpes con los muebles, con la pérdida afectiva sucede lo mismo", añade Losantos.
-¿Cuánto tiempo necesitamos para eso?
-No es el tiempo el que cura las heridas, sino lo que cada uno haga con su tiempo.
-¿Y qué es lo más importante en este momento?
-El amor. Sé que suena cursi, pero hay pocas cosas que contagien de manera tan descarnada como el amor. Es mucho más poderoso que la devastación.
La hemeroteca nos dice también que en unos meses, años como mucho, casi nadie se acordará de esta DANA, mucho menos de las víctimas y pasaremos a la siguiente pantalla de una actualidad que no gana para catástrofes e impactos. En La Palma lo saben bien. "Si hoy volviera a entrar en erupción el volcán, seguiríamos sin las herramientas para actuar", reconoce Noelia García. "La realidad nos dice que debemos estar preparados para situación de estrés. Nunca podremos acostumbrarnos a algo así, pero sí aprender a vivir estas situaciones con otro tipo de herramientas. Si algo podemos decir a las víctimas de la DANA desde aquí es que estamos con ellos y que al final se sale".
En la calle de detrás del centro de salud, donde están Rosa y Rosa, muy cerca del chino que ahora reparte bocatas de salchichón, alguien ha hecho un grafiti con el barro. Se ven las palmas de dos manos estampadas en la pared y una frase: "Ya queda menos".