- El brote psicótico de Ángel Martín "Volverme loco es lo mejor que me ha pasado en la vida"
-¿Está ya cuerdo, señor Martín?
-No sé si estoy cuerdo o no, pero por lo menos ya no se producen contradicciones entre mi cabeza y lo que hago. Estoy siendo coherente con lo que mi cabeza va diciendo que debo hacer.
Han pasado tres años justos desde nuestra última consulta. Entonces el cómico Ángel Martín (Barcelona, 47 años) se declaraba rotundamente loco. Estaba a punto de publicar su primer libro, Por si las voces vuelven (Planeta), en el que contaba con todo lujo de detalles el brote psicótico que sufrió en 2017 y que le instaló en una realidad paralela en la que todo, ABSOLUTAMENTE TODO, tenía un sentido y un mensaje oculto. En su Matrix particular, Ángel Martín charlaba a diario con el Ángel Martín del futuro, visitaba a los seres que se ocultaban al otro lado del espejo, pilotaba naves como si toda su existencia fuera un videojuego, dialogaba telepáticamente con los chuchos de la calle y millones de voces manejaban sus emociones como si en su cabeza se escondieran todos los regidores de la historia de la televisión hablándole por un pinganillo mágico. Si su novia vestía de azul, eso significaba algo. Si el vecino de enfrente se rascaba una oreja en el ascensor, también tenía un mensaje secreto. Si la cajera del supermercado sonreía, quizás era porque Ángel Martín tenía una nueva misión en su extenuante aventura esquizoide. Si el periodista hacía un gesto con la mano...
"Ese gesto que has hecho ahora, con el dedo estirado, eso habría significado antes que estabas tratando de mandarme un mensaje y que yo debía ver cómo reaccionar. Era realmente agotador".
Martín acabó atado con correas a la cama del Hospital Puerta de Hierro de Madrid y agarrado (literalmente) al último tornillo que le quedaba. Cuatro años después del inicio del delirio, el humorista decidió destripar su cerebro en un libro lisérgico y divertido a partes iguales que se convirtió en un fenómeno editorial sin precedentes en nuestro país. Una verdadera locura, con perdón. Por si las voces vuelven suma ya 22 ediciones en solo tres años y de su éxito salió un pódcast, un segundo libro, Detrás del ruido, y un monólogo. Más de 700.000 lectores han comprado sus dos títulos. Y casi 200.000 personas han visto Punto para los locos, el espectáculo con el que ha girado los dos últimos años, que le llevará al Wizink en diciembre y cuyo texto publica ahora. "Nunca fue sólo un monólogo", dice el autor. "Es una guía que, por lo menos a mí, me sirve para mantenerme cuerdo".

"Volverme loco es lo mejor que me ha pasado en la vida"
- ¿Alguna vez esperó un éxito así?
- Ni de puta broma. Yo no vengo de los libros y no tenía ni idea. Lo escribí única y exclusivamente por si le ayudaba a alguien. Si hay alguien que acaba de salir del puto hospital por un brote psicótico y está buscando algún testimonio de alguien que haya conseguido remontar, aquí va uno. Era mi única expectativa. Lo que pasó después fue totalmente inesperado.
- ¿En qué ha cambiado usted desde entonces?
- Creo que no soy muy distinto al de hace tres años. Hay un cambio muy brusco antes y después del brote, pero luego creo que he conseguido seguir siendo coherente con lo que mi cabeza iba diciendo que tenía que hacer.
- Dice en su monólogo que ahora tiene el cerebro "a prueba de bombas".
- Esto tiene que ver con una de las ideas que apareció durante el brote: tomarme las cosas que suceden como si fueran parte de un videojuego. Cada día tengo más claro que cuando te despiertas van a pasar cosas que no estaban previstas y ahora me sorprende mucho menos que algo escape de mi control o no salga como esperas que tenía que salir. Ahora es muy difícil que pierda la calma o la paciencia. Tengo el coco bastante ordenado.
- ¿Cuál es la principal lección que ha aprendido?
- Creo que escuchar es una clave. Y el poder de las palabras es una gran lección que he aprendido estos años.
- ¿Y cuál es su superpoder tras superar un brote psicótico?
- Probablemente, ser capaz de mantener la calma. La capacidad de no saltar a la primera de cambio. Es muy difícil que yo me enfade ahora mismo.
"Ahora es muy difícil que pierda la calma o la paciencia. Tengo el coco bastante ordenado"
- En su primer libro hablaba de lo lento que va todo cuando está medicado, y ahora dice que el gran problema de la humanidad es la velocidad. ¿Ha encontrado el equilibrio?
- Cuando estás medicado vas lento por cojones, no hay más. Todo se ralentiza por voluntad de otra cosa que no eres tú. Cuando decides tratar de ir con calma de forma voluntaria, es una lentitud muy distinta. Yo sí he encontrado el equilibrio entre una velocidad lenta impuesta y la voluntaria.
- ¿Toma alguna medicación ahora?
- Cero. Creo que sólo estuve seis o siete meses tomando medicación.
- ¿Y ha temido recaer en algún momento?
- No, pero porque el sentido común te lleva a pensar que si tu vida es totalmente distinta, si empiezas a hacer otras cosas, no tiene por qué repetirse algo que sucedió en aquel momento.
- ¿Qué ha dejado de hacer usted?
- Todo. Pero todo, todo... No hay una sola cosa. Desde hábitos o rutinas como dejar de beber alcohol o de no cuidarte nada de nada, a cosas un poco menos superficiales, como prestar atención a por qué tomas ciertas decisiones, poner en una balanza pros y contras, analizar situaciones. Es un cambio radical, soy otra persona.
- Hace tres años me dijo que había dejado las drogas... "de momento".
- Sigo así.
- También me dijo: "Sospecho que la locura sabrá encontrar nuevas herramientas si necesita volver". ¿Sigue al menos alerta?
- No estoy alerta, pero porque creo que tú puedes detectar algo por lo que ya has pasado, pero no algo que no has vivido nunca. Si sucede algo que yo no he vivido, sospecho que no lo veré venir ni de puta broma. Si de repente ahora empiezo a tener la sensación de que llevo dos días sin ducharme, que me están empezando a dar igual ciertas cosas, los colores tienen significados, charlo con mi yo del futuro y el universo me está hablando... Pues, hostia, habrá una alarma grande porque eso ya lo he vivido. Y, ante eso, creo que sí sabría reaccionar, al menos verbalizarlo. Cuando sufrí el brote no podía porque todo era un secreto. Sólo yo había descubierto que había encajado el universo y que había una nueva forma de vivir.
- ¿Le ha quedado alguna secuela, alguna cicatriz de ese periodo?
- Sin llegar al extremo del brote, creo que sí me ha quedado la sensación de que algunas señales sí son señales. Es decir, que hay cosas que suceden y que no siempre son casualidad, tienen cierto sentido. A veces no puedo evitar pensar que quizás sí hay algo ahí rondando que no estamos entendiendo. Y me ha quedado la idea de que todo lo que haya en mi vida tiene que tener algún tipo de valor, algún significado.
Cuando la editorial contactó con él para que escribiera un libro, Ángel Martín, conocido sobre todo por sus monólogos y por su papel en el ya mítico programa de televisión Sé lo que hicisteis..., estaba ya alejado de la tele, triunfando en las redes sociales con sus informativos matinales de dos minutos. "Supongo que querían un libro en plan cómo petarlo en redes, y esto no lo vieron venir", bromeaba entonces. La semana pasada, coincidiendo con el Día Mundial de la vasectomía, el cómico cortó de cuajo su particular telediario cuatro años después. "Esto termina porque me inquieta mucho sentir que a causa de las redes e internet estamos empezando a perder la capacidad de ver quiénes somos y qué queremos realmente", explicó, consciente quizás de que el planeta entero está al borde de la psicosis. "Sufrir un brote -cuenta- es como pasar media horita viendo vídeos en TikTok".
- ¿Hay algo de todo aquello que sufrió que hoy tenga más sentido?
- Todo. O sea, es mucho más soso un mundo que no está encajado. Es mucho más aburrido un mundo sin locura en el que hay cosas que dan igual que un mundo en el que todo tiene un significado. Hay cosas que se quedan ahí instaladas: sería guay que ciertas cosas fueran verdad, tener la sensación de que todo tiene un porqué, un significado y que si sabes leer entre líneas puedes lograr cosas que quieres. Es inevitable que digas: joder, pues era más guay tener la sensación de que el mundo te habla que tener la sensación de que no. Hablar con perros es más guay que no hablar con perros. Eso es así.
- ¿Ha echado de menos la locura alguna vez?
- Sí, claro. ¡Joder, es que he hablado con perros! Escuchar a los Beatles en directo creyendo que están tocando por primera vez un tema para ti es más guay que que no pase. Todas las emociones se disparan. Tú siempre echarás de menos la sensación de enamorarte salvajemente por primera vez. Da igual si era verdad o no era verdad. Eso no importa. Pues es igual. Lo ha sentido tu cerebro y ha creído que es verdad. Toda tu piel ha sentido que era verdad.
- ¿No le tienta volver?
- No, joder, ni de puta broma. Echas de menos sentir a ese volumen ciertas cosas, pero lo malo también lo sientes igual. El terror o el miedo también se disparan a un nivel que no tienen en el mundo real. Lo que me pasaba a mí es que había más ratos de buena onda que de mala onda. Cuando pasaba algo malo tenías que ponerte a resolverlo y entonces todo empezaba a jugar a favor. Sientes algo aterrador, te pones a trabajar, lo resuelves y entonces esa satisfacción por haber resuelto algo que era aterrador se dispara.
- ¿Y por qué tiene tan claro entonces que no querría volver?
- Porque es agotador. Es que era cada parpadeo. El color de tus gafas, el sofá blanco, las paredes son oscuras... Todo significaba algo. No había un puto segundo de respiro. Ese gesto que has hecho ahora, con el dedo estirado...
- ¿Cuánta gente no se ha creído una palabra de lo que ha escrito?
- No me ha llegado nadie que pensara que me lo he inventado. Ojalá tuviera esa imaginación.
- En su monólogo acusa a los medios de lucrarse con la salud mental.
- No, no. Yo digo que a los medios les importa una mierda tu salud mental, que es muy distinto.
- ¿Cuánta gente le ha reprochado a usted haberse lucrado con su problema de salud mental?
- No sé la gente cuánto cree que te llega de un libro, pero...
- Bueno, de 700.000 libros...
- Yo no he recibido muchas críticas, la verdad, pero es que al final yo no te obligo a consumir absolutamente nada. Si lo quieres consumir, fenomenal, y si no la quieres consumir, no lo consumas. Fin de la historia.
"Vivir un brote psicótico es agotador, cada parpadeo significaba algo, ni un puto segundo de respiro"
Hace un mes, el dúo cómico Pantomima Full, que también pasó por Sé lo que hicisteis... dedicó uno de sus célebres videos en la red a los famosos que han rentabilizado editorialmente sus trastornos. Casi al instante, Ángel Martín era tendencia en las redes.
- ¿Se ha convertido usted en un autor de libros de "autoautoayuda", como dice Pantomima Full?
- A mí me ha servido, sí.
- ¿Le molestó esa parodia?
- No, pero porque los conozco desde hace muchos años. Nos conocemos todos. Me resulta muy divertido y no me sentí aludido. Lo que pasa es que de repente vi que era trending topic. O sea, si tú eres popular y has sacado un libro sobre lo que te ha pasado a ti en el coco, pues formas parte de la parodia. Nos dedicamos a la comedia y sería muy idiota si yo me ofendiera porque hacen parodia de mí. Es absurdo.
- ¿No cree que hay un punto peligroso en que los famosos se conviertan en autores superventas de libros sobre salud mental?
- Es que nadie te obliga a consumirlos. Pasa igual con la comedia. Estás en tu derecho de no consumir. Ya está. Nadie te obliga a nada. No me parece peligroso, siempre y cuando uno deje muy claro lo que está haciendo. Me parecería mal si yo ahora me montara una consulta. Me parecería un subnormal de tres pares de cojones.
- ¿Y no teme encasillarse como el cómico de los locos?
- Es que yo ya estuve encasillado como el tío del zapping, el de la prensa del corazón, el de Sé lo que hicistéis..., el del programa de ciencia, el del informativo de Twitter... Cada vez que algo tiene cierta repercusión, estás un tiempo encasillado. Yo, desde el minuto uno he hecho monólogos, que es algo que no he dejado nunca.
- ¿Es mejor cómico ahora?
- Yo disfruto más, pero porque creo que disfruto más escribiendo con una intención detrás de las bromas, más allá de hacer reír.
- ¿Qué es lo más loco que le ha pasado durante estos tres años de éxito?
- Uff. De todo. Recuerdo una vez en Mallorca que vino un tipo muy inquietante a una firma de libros. Llevaba un gorro de montaña, gafas de sol y una braga. O sea, muy raro. Se acercó, me dio una bolsa y una bata del hospital en el que había estado ingresado para que la quemara en mitad de un informativo. Y luego me dio una bola de calcetines con un número de teléfono anotado y me dijo: "Llámame y hablamos".
- ¿Qué había en la bolsa?
- No la abrí, no te voy a engañar.
- ¿Se le ha acercado también mucha gente joven?
- Mucha. La sensación que yo tengo con las nuevas generaciones es que ya no tienen ningún tipo de problema en mencionar abiertamente que están en la mierda, pero no saben qué hacer. Y es aterrador. Les estamos jodiendo nosotros. No sé cuántos amigos tenías tú a los 17 años que se hubieran intentado quitar la vida, pero ahora no es nada sorprendente.
- Dice que uno de los problemas que tenemos es "el miedo a la verdad". ¿Cuál es la verdad más incómoda en estos tiempos?
- Que no estamos en el sitio que queremos estar ni con la gente que queremos estar. Probablemente esa sea la más común.
- ¿Usted está ahora en el sitio en el que quieres estar?
- Por suerte, sí.
- El titular de nuestra entrevista hace tres años decía que volverse loco era lo mejor que le había pasado en la vida. ¿Lo sigue pensando?
- Sí, sí. Si no hubiese pasado el brote psicótico, hubiese seguido construyendo la vida por inercia y sin pensar de verdad. No hubiese descubierto el valor del tiempo y la importancia de escuchar de verdad. Y creo que saber escuchar lo cambia todo.
- Por cierto... ¿Ha vuelto a ver 'Matrix'?
- Sí, sí. La he vuelto a ver. Pero ha envejecido regular...
- ¿Y todo bien esta vez?
- Sí, muy bien. Las voces no me hablaron. Nadie me habló.
Punto para los locos
Editorial Planeta. 192 páginas. 17 euros. Puede comprarlo aquí