Un gigante irlandés de casi dos metros avanza con dificultad bajo la furia de una ventisca en el desolado infierno blanco de la Antártida. Exhausto, congelado y hambriento, ha recorrido en solitario 52 kilómetros con apenas tres galletas y dos chocolatinas como sustento. Sabe que sus posibilidades de sobrevivir son ínfimas, pero la vida de un compañero moribundo, consumido por el escorbuto, depende de que llegue al campamento base y recabe ayuda para volver a recogerlo. Al divisar por fin los perros y los trineos junto al refugio, Tom Crean se permitió un gesto de alivio y se zampó su última galleta.
La historia suele ser rácana a la hora de rendir tributo a sus mayores héroes. Un campesino irlandés de incomparable fuerza y resistencia participó en las tres grandes expediciones a la Antártida de principios del siglo XX, las de los célebres Scott y Shackelton, protagonizó excepcionales actos de valentía que salvaron las vidas de muchos de sus compañeros y regresó finalmente a su natal condado de Kerry para llevarse su increíble historia a la tumba.
La vida de Tom Crean, Ice Man, fue olvidada durante décadas hasta que el escritor y periodista británico Michael Smith (Londres, 1956) logró reconstruirla tras años de arduo trabajo en una biografía espectacular que sacudió Irlanda en el año 2000. El libro convirtió a Crean en un héroe nacional honrado en calles y escuelas de todo el país. Ahora, por fin, se publicaen castellano por la editorial Capitán Swing: Un héroe olvidado: La historia de Tom Crean, el hombre que sobrevivió a la Antártida.
¿Cómo dio Smith con este tesoro biográfico? «Siempre me han interesado los exploradores», confiesa cuando nos citamos con él por videollamada. «La exploración antártica es un periodo muy breve, de apenas un siglo, repleto de drama, triunfo y tragedia. Es como una épica griega, aunque sin mujeres, claro. Y, al leer sobre figuras como el capitán Scott, Shackleton y Amundsen, me sorprendió que Crean apareciese una y otra vez, no como un personaje secundario, sino como parte del reparto principal. Me intrigó tanto que busqué un libro sobre él, pero no existía. Así que decidí escribirlo yo mismo. Fue un desafío enorme, ya que Crean no tenía educación formal, apenas sabía leer y escribir, y nunca dejó un diario ni concedió entrevistas. Incluso su familia sabía poco sobre él. Tuve que basarme en lo que otros escribieron sobre él. Consulté libros y archivos y documentos inéditos. Fue como armar un rompecabezas».
Tom Crean nació en 1877 en Gurtachrane, una perdida y hermosa región rural de la península de Dingle, en el condado irlandés de Kerry. Pronto huyó de la pobreza y el hambre que atenazaba a sus padres y a sus once hermanos y se presentó en un puerto cercano, como tantos otros chicos de su tiempo, ante el encargado de enrolamiento de la Marina Real Británica. Bregó allí con toda clase de penalidades mientras iba ascendiendo de grumete a suboficial hasta que un buen día, a los veintidós años, conoció por casualidad al hombre que iba a cambiarle la vida: el capitán Robert Falcon Scott.
La Antártida es una isla-continente completamente aislada del resto de las tierras emergidas por el turbulento océano Austral. Casi la totalidad de su superficie está cubierta por el hielo, los vientos pueden alcanzar velocidades de más de trescientos kilómetros por hora y allí se ha medido la temperatura más baja jamás observada en nuestro planeta: -89,6ºC. El ser humano ha poblado y sometido la Tierra entera, hasta el indómito Polo Norte en el que habitan los inuits, menos la Antártida. Bienvenidos al entorno más inhóspito y gélido del planeta.
Las tres grandes expediciones a la Antártida de principios del siglo XX fueron el último y desesperado coletazo del imperialismo inglés, que convirtió a los súbditos de la reina Victoria en los amos del mundo, antes de iniciar su declive al son de los cañones de la Primera Guerra Mundial.
Así lo explica Smith: «El siglo XIX había sido la era de la exploración, con países avanzados explorando tierras desconocidas. En la década de 1890, las sociedades geográficas comenzaron a apuntar a los tres polos: el norte, el sur y el Monte Everest. Los británicos, la potencia más fuerte del momento, organizaron las mayores expediciones. Sin embargo, estas marcaron también el final de una era, pues en 1914 la Gran Guerra puso fin al expansionismo imperialista. Cuando aquellos intrépidos británicos llegaron a la Antártida, se dieron cuenta de que allí no había nada que conquistar».
La primera fue la Expedición Discovery, entre 1901 y 1904, donde Crean demostró por primera vez su valía ante Scott y Shackleton cuando el barco quedó atrapado en el hielo en la zona de Hut Point, durante el terrible y oscuro invierno antártico. Se sucedieron entonces toda clase de exploraciones científicas que cartografiaron la imponente Gran Barrera de Hielo y se probó la novedosa eficacia de los trineos de perros.
La Expedición Terranova, entre 1910 y 1913, fue la segunda, la que ha nutrido la cultura popular durante todo un siglo, la de la derrota y muerte de Scott en su regreso del polo Sur tras ser vencido por el noruego Roald Admunsen, la de la épica caminata de Crean para salvar al almirante Edward Evans -no confundir con el malogrado Edgar Evans que falleció junto a Scott, Bowers y Wilson.
«Para entenderlo bien, hay que recordar que nuestro irlandés ya había recorrido casi 2.500 kilómetros en condiciones extremas, sufriendo hambre y las secuelas del clima», recuerda el biógrafo. «Esa es una distancia como la que media entre Londres y Moscú. Aun así, decidió emprender la marcha con una pequeña ración de galletas y chocolate. Ese pequeño gesto simboliza su fortaleza interna y su creencia en la supervivencia. Al llegar a su destino, colapsó, pero logró salvar a Evans».
Tras el rescate, fue también Crean quien volvió en busca de los desaparecidos Scott y sus compañeros y fue también él quien descubrió sus cuerpos. En el interior del pequeño refugio de lona verde había tres cadáveres. Scott en el medio, flanqueado por Wilson y Bowers. Todo estaba limpio y ordenado. Una nota de despedida firmada por el capitán acompañaba los restos mortales de los tres desdichados exploradores (Edgar Evans se había dejado morir días antes): «Resistiremos hasta el final, pero estamos cada vez más débiles, como es lógico, y el fin no debe estar lejos. Parece una lástima, pero no creo que pueda seguir escribiendo. Por el amor de Dios, cuidad de nuestra gente. R. Scott».
Y la tercera y última expedición, la Imperial Trasatlántica entre 1914 y 1917, fue aún más épica si cabe. El Endurance fue primero atrapado y luego destruido por la banquisa en el mar de Weddell, y Shackleton y sus hombres quedaron a la deriva sobre un témpano de hielo durante meses hasta llegar por fin a aguas abiertas en tres frágiles botes salvavidas hasta dar con sus huesos en la inhóspita isla Elefante, un peñasco sacudido por el viento y medio sumergido por la marea. Y fue allí donde Tom Crean protagonizó la que fue, según la historiadora Caroline Alexander, «una de las hazañas más extraordinarias de la marinería y la navegación de la historia jamás registrada». Al timón de un lanchón reforzado, condujo a Shackleton y otros cinco marineros durante 17 días y 1.300 kilómetros, a través de vendavales y tormentas de nieve, hasta Georgia del Sur para pedir ayuda. «Nunca dejó de cantar».
El océano Austral se retuerce sin control en el vastísimo espacio que media entre la Antártida y las orillas de América del Sur, Oceanía y el Sur de África. Olas indómitas de 15 metros de altura arrollan todo cuanto encuentran a su paso. La cubierta de aquella lancha de salvamento se congelaba constantemente y había que picar el hielo una y otra vez antes de que zozobrase. La temperatura se hundía más y más cada día. Crean cantaba y cantaba. Y cantó hasta divisar tierra.
Una tierra isleña, por cierto, desolada, que tres de aquellos hombres tuvieron que recorrer de punta a punta, durante más de 50 kilómetros de glaciares y campos de hielo, hasta la estación ballenera de Stromness, en condiciones atroces, sin tiendas de campaña ni equipo de ningún tipo.
«Se mire por donde se mire, la magnitud de la hazaña de Shackelton, Wosley y Crean es impresionante. De hecho, resulta prácticamente increíble, teniendo en cuenta que aquellos hombres estaban muy mal equipados para un viaje de 1.300 kilómetros por el océano Austral en un bote abierto y para la posterior marcha forzada por el inexplorado interior de la inhóspita isla de San Pedro. Cuando el explorador Duncan Carse siguió su misma ruta cuatro décadas más tarde, en 1955, quedó estupefacto ante lo que aquellos tres valientes habían conseguido».
Por supuesto, rápidamente iniciaron los preparativos para volver a por sus compañeros que agonizaban en Isla Elefante, tarea que cumplieron con éxito, pese a las complicaciones, 128 días después. Al aproximarse a la orilla, Shackleton lanzó un grito: «¿Estás todos bien?» «Estamos todos bien, jefe». Los veintidós fueron rescatados.
La Edad Heroica de la Exploración Polar tocaba a su fin. Tom Crean regresó en 1916 a una Gran Bretaña en plena Gran Guerra con el pelo encanecido y allí le fue concedida su tercera Medalla Polar de plata. Nunca alardeó de nada. Fundó un hogar. Fundó una familia. Abrió un pub en su pueblo, en Annascaul: la Posada del Polo Sur que hoy aún sigue abierta. Otra guerra, la de Independencia, sacudió el país. Cuentan que, durante la contienda, hombres armados irrumpieron en la casa familiar del héroe polar con intención de saquearla, pero que desistieron de su empeño cuando vieron una foto de Crean colgando de la pared.
Tom Crean murió el 27 de julio de 1938, a los 61 años. Al hombre que le había doblado tres veces el brazo a la Antártida se lo llevó por delante una vulgar apendicitis. Hoy, el glaciar Crean, con seis kilómetros y medio de longitud, en la isla de San Pedro, y el monte Crean, que domina con sus 2.550 metros de altura las vastas extensiones de la Tierra de la Reina Victoria, en pleno Antártico, perpetúan para siempre la memoria del gran héroe olvidado, y recobrado, de la exploración polar.
La publicación en el año 2000 de Un héroe olvidado, devolvió a Tom Crean a uno de los puestos principales del panteón de los grandes héroes de la historia. «Antes de mi libro, Crean era prácticamente desconocido, incluso para su familia. Hoy, gracias a la popularidad de la obra, su historia forma parte del currículo escolar en Irlanda. Para mí, eso es lo más importante: transmitir esta historia a las nuevas generaciones. Los historiadores somos custodios del conocimiento, y nuestra labor es compartirlo. Creo que en Irlanda, como en España, la historia suele enfocarse en reyes, generales y figuras aristocráticas. Quise narrar la historia de la exploración antártica desde la perspectiva de un hombre común, en este caso, un hijo de granjeros sin educación que logró grandes cosas».
El género de las exploraciones polares es uno de los más populares entre los lectores y su atractivo perdura hoy, como reconocen en Capitán Swing. El sello publicó el pasado año otro gran libro de expediciones antárticas, Un manicomio en el fin del mundo: la odisea del Belgica en la Antártida, de Julian Sancton, el alucinante descenso a la locura en 1897-99 de un puñado belgas atrapados en el hielo que se convirtieron en los primeros en experimentar las crueldades del continente austral.
Allí estuvieron, por cierto, unos jóvenes Roald Amundsen y Frederick Cook. Más tarde, Amundsen alcanzaría alturas de gloria desconocidas al ser el primero en llegar al Polo Sur. Por no hablar de su hallazgo del ansiado paso del Noroeste en el que tantos, como su admirado John Franklin al frente del Erebus y el Terror, habían fracasado antes.
«La Antártida», concluye Smith, «es un lugar prístino, más grande que toda Europa, protegido por tratados internacionales. Las fotografías y registros de exploradores como Crean son evidencia de un valor incalculable sobre el impacto del cambio climático. Comparando imágenes de hace 120 años con las actuales, vemos cómo los glaciares han retrocedido. Su historia no solo es fascinante, sino también un recordatorio de lo que está en juego».
UN HÉROE OLVIDADO
Editorial Capitán Swing. 528 páginas. 28 euros. Puede comprarlo aquí.