A finales de los años 90, dos empresas californianas en pérdidas competían para hacerse un hueco en el incipiente mundo del negocio de pagos online. De un lado, X.com, el banco creado por Ed Ho, Harris Fricker, Christopher Payne y un sudafricano llamado Elon Musk. Del otro, Confinity, una start-up fundada poco antes por Max Lvchin, Luke Nosek y Peter Thiel.
La competencia era feroz, la rivalidad también, el odio, inmenso. Ambas acabarían fusionándose poco después bajo el nombre Paypal, haciendo inmensamente ricos a todos. Pero entonces, lo único que buscaban entre conspiraciones y acusaciones mutuas de plagio e imitación era destruirse. Literalmente.
"Nuestro objetivo era derrotar a X.com. Uno de nuestros ingenieros diseñó incluso una bomba para este propósito; cuando presentó el esquema en una reunión de equipo, prevalecieron las mentes más tranquilas y la propuesta se atribuyó a una falta extrema de sueño", cuenta Thiel en su libro De cero a uno: Cómo inventar el futuro.
La historia podría quedar como una anécdota tan inquietante como extraordinaria. Pero hay un detalle que revela algo mucho más profundo y esclarecedor: de los seis fundadores de Paypal, cuatro de ellos habían diseñado o incluso medio construido bombas mientras estaban en el instituto.
Paypal es un unicornio, pero no en el sentido utilizado en el universo de los emprendedores, sino como de algo de fantasía, difícil de creer, una mezcla de genialidad y locura, pero también sociopatía. Personajes únicos, sin miedo a romper convenciones y sin mesura.
Nosek estaba obsesionado con la criogenización, el congelarse al morir para confiar en ser resucitado con la tecnología del futuro. Thiel, el más famoso e influyente más allá de Musk, dice en ese mismo libro cosas como que "se podría esperar que el estilo de escritura de Unabomber mostrara signos obvios de locura, pero su manifiesto es inquietantemente convincente", casi palabra por palabra lo que dejó escrito hace unos meses Luigi Mangione, el hombre detenido por el asesinato de Brian Thompson, directivo de una de las principales aseguradoras del planeta, con una pistola construida con piezas fabricadas por una impresora 3D.
Cinco de los cofundadores tenían menos de 24 años. Cuatro de ellos habían nacido fuera de Estados Unidos y tres de ellos habían huido de dictaduras comunistas. La cultura empresarial era tan singular que cuando Ebay se la quedó con un enorme desembolso, pocos de los primeros 50 empleados permanecieron en sus puestos. Algunos fueron en solitario, otros se asociaron, pero de ese primer grupo acabaron saliendo algunas de las empresas más importantes del sector tecnológico, de Tesla a YouTube, de LinkedIn a Palantir.
En 2007, la reviste Fortune retrató a muchos de ellos, figuras como el propio Nosek, Thiel, su amigo y también donante de Trump David O. Sacks, Jawed Karim, Steve Chen, Russel Simmons o Levchin. El posado hizo que desde entonces sean conocidos como la Paypal Mafia.
Acumulan un poder inmenso en tres niveles que rara vez se han combinado como ahora: la tecnología, la política, pero también las ideas
Esa 'Mafia' es hoy uno de los lobbies más poderosos del mundo, con un poder inmenso en tres niveles que rara vez se han combinado como ahora: la tecnología, la política, pero también las ideas. La primera línea es obvia, ya que las alianzas y cooperaciones, pero también las inversiones cruzadas, han propiciado el nacimiento y consolidación de proyectos exitosos, básicos en el día a día de cientos de millones de personas de todo el planeta.
La segunda dimensión ha quedado todavía más clara en las últimas elecciones de EEUU. Elon Musk se ha convertido en la mano derecha, la sombra de Donald Trump. Es el hombre más rico del mundo y en ciertos aspectos, el copresidente de la primera potencia del planeta. David Sacks, que ayudó junto a Chamath Palihapitiya, otro miembro del grupo de Paypal, a recaudar millones de dólares para la campaña del republicano, será el 'Zar de la Inteligencia Artificial y las Criptomonedas de la Casa Blanca' en la nueva legislatura. Peter Thiel, que en el pasado apoyaba a los libertarios de Ron Pol y es el 'creador' de J.D. Vance como político y ahora vicepresidente del país, se ha convertido en parte esencial del engranaje republicano. En el ciclo electoral de 2022, por ejemplo, donó más de 35 millones de dólares para las campañas de hasta 16 candidados al Congreso o el Senado, 12 de los cuales acabaron logrando el escaño.
Jim O'Neill, ex director ejecutivo de la fundación personal de Thiel, ha sido elegido subsecretario del Departamento de Salud y Servicios Humanos en el nuevo Gobierno. Según el Wall Street Journal, Trae Stephens, socio de Founders Fund (que pertenece a Thiel) está siendo considerado para el cargo de subsecretario de Defensa. Y Michael Kratsios, exjefe de gabinete de Thiel Capital y director de Scale AI, una empresa respaldada por Founders Fund, es el responsable de la política tecnológica en el equipo de transición de Trump.
Pero la tercera dimensión, la de las ideas, es quizás la más interesante y menos conocida. No se trata sólo de un discurso de emprendedores liberales, escépticos del Estado, amantes del universo cripto, partidarios de impuestos bajos y regulación. La Mafia de Paypal, con Musk y Thiel a la cabeza, han revolucionado a un nivel más profundo. Musk se ha convertido en el soñador, el inventor, el visionario por excelencia. Con un ojo en su fortuna y otro en objetivos imposibles porque nunca se intentaron, desde cohetes que aterrizan sin problema a la colonización de Marte, de chips neuronales a que la mente trascienda el cuerpo
Las historias sobre el grupo original de Paypal hablan de conversaciones completamente delirantes, hobbies frikis, pero también mentes extraordinarias. Thiel tiene un papel intelectual en todo ese mundo, con constantes apariciones en podcast para hablar de Aristóteles, Nietzsche o Adam Smith. Ha invertido en iniciativas para "curar" el envejecimiento y en el proyecto del nieto de Milton Friedman para crear ciudades flotantes anarcoliberales en aguas internacionales, o pagado (literalmente) a estudiantes brillantes para que dejen la universidad y se dediquen a sus proyectos soñados. Por no hablar de financiar los abogados de Hulk Hogan para destruir una publicación crítica. Publica best sellers y ensayos sobre globalización, economía y la naturaleza humana con Santo Tomás de fondo o las teorías de su mentor y amigo, el antropólogo René Girard, Leo Strauss o Carl Schmitt.
Thiel, más que nadie, es el responsable de un marco teórico "antiutópico" cada vez más fuerte, que defiende que el progreso tecnológico debe buscarse a toda costa, sin miedos, límites ni tampoco pensar demasiados en las posibles consecuencias para la sociedad. O que "libertad y democracia ya no son compatibles". Que abraza las ideas del "formalismo", una teoría sobre cómo el Gobierno debería parecerse más a una empresa con un todopoderoso consejero delegado al frente.
Para sus muchos fans, amigos y seguidores es el gurú de referencia, el que ha logrado aunar bajo el paraguas liberal y contrarian (esa expresión usa su biógrafo Max Chafkin, que al mismo tiempo lo considera demasiado cercano al autoritarismo antidemocrático, "bordeando el fascismo") un corpus que combina la libertad individual, el progreso de las empresas, el avance científico y el futuro tecnológico con un solo destino posible: la salvación. Antes, como aspiración. Ahora, como programa desde el Gobierno.