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Mioquinas, las 'moléculas de la esperanza' que nos ayudan a ser más felices, reducir la inflamación y reforzar el sistema inmune

Las mioquinas se liberan cuando hacemos ejercicio físico, especialmente en sesiones de cardio de alta intensidad y de una cierta duración

Mioquinas, las 'moléculas de la esperanza' que nos ayudan a ser más felices, reducir la inflamación y reforzar el sistema inmune
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Se las conoce como 'moléculas de la esperanza', un sobrenombre que lo dice todo sobre el terapéutico efecto benefactor que desencadenan en nuestro organismo. "Las mioquinas son moléculas bioactivas, lo que quiere decir que tienen funciones biológicas 'per se', que son producidas y liberadas por el músculo. El término viene de 'mío', prefijo de músculo, y 'quina', que es esa sustancia que favorece la comunicación entre células", cuenta Helios Pareja Galeano, profesor en la Universidad Autónoma de Madrid, experto en ejercicio, nutrición y metabolismo.

Para entender mejor de qué estamos hablando, Pareja Galeano explica que, "originalmente, lo que se conocían eran las citoquinas, cuyo prefijo, 'cito', viene de célula". Las citoquinas, prosigue, son "todas esas moléculas bioactivas, fundamentalmente proteínas, que liberan las células, en especial, las inmunológicas, que son las que comunican tejidos". ¿Qué quiere decir esto? "Pues, por ejemplo, que si hay una respuesta inflamatoria, las citoquinas se activan, se liberan, pasan al torrente sanguíneo y, por ahí, comunican con otros tejidos para ponerla coto".

Hasta los años 80, "tal y como podemos recordar por lo que aprendimos en Ciencias Naturales y Biología, se explicaba que el músculo servía para posibilitar el movimiento; tenía cierto rol metabólico -ya que quema mucha energía-; y ejercía de escudo protector físico, mecánico y térmico de nuestros órganos vitales frente a los agentes externos por los órganos vitales por protección física o mecánica y también por temperatura". No obstante, a pesar de todo ello, "se le consideraba, algo así, como una especie de tejido u órgano tonto, lo cual no tenía mucho sentido evolutivamente, porque en el cuerpo no tenemos nada que no sirva para nada". Cada 'elemento' de nuestro organismo, continua, está 'diseñado' "para mejorar nuestra supervivencia y buscar la máxima eficiencia, sobre todo, si gasta tanta energía como el músculo que, de hecho, pesa más o menos el 40% de la masa corporal. O sea, que tenía poco sentido pensar que solo sirviese para esas funciones tan pasivas y básicas, como la locomoción".

Sin embargo, a partir de la década de los 80, cambio el paradigma: "La doctora Bente Klarlund Pedersen, profesora de Fisiología del Ejercicio en la Universidad de Copenhague y directora del Center for Physical Activity Research (CFAS) descubrió que el músculo, cuando se estimula, produce una serie de sustancias que le permiten mandar señales para comunicarse con otros tejidos".

Entonces, partiendo del estudio de estas citoquinas, la ciencia empezó a reparar en que "estas células inmunológicas no eran las únicas que liberaban estas sustancias bioactivas, sino que también las producían otros tejidos". Pareja Galeano relata que "el descubrimiento de que el músculo también libera estas citoquinas -denominadas, en este caso, mioquinas-, supuso un cambio muy significativo".

Este especialista recuerda que "el músculo no es una glándula, sino un órgano endocrino capaz de liberar sustancias que hacen posible que los órganos hablen entre sí; que envíen señales para generar respuestas concretas a una necesidades específicas". Como, por ejemplo, que "el hígado empiece a liberar glucosa -glucógeno hepático- que tiene almacenada en respuesta a la acción de muscular o que el cerebro sintetice BDNF (Brain-Derived Neurotrophic Factor), una de las bioquinas más estudiadas por su importantísimo papel en los procesos fisiológicos vinculados a la plasticidad y el desarrollo del sistema nervioso".

¿Qué estímulos concretos nos ayudan a producir estas 'moléculas de la esperanza' que tanto bien nos hacen? "Salvo en el caso de la miostina, cuyos niveles se elevan cuando estamos parados promoviendo la hipertrofia del músculo, la gran mayoría de las mioquinas se producen cuando hacemos ejercicio físico, especialmente, en sesiones de cardio de alta intensidad y de una cierta duración (aquí, los entrenamientos interválicos de alta intensidad no tendrían tanto peso)".

Helios Pareja Galeano se vale de una metáfora muy gráfica para que visualicemoscon más claridad de qué va todo esto. "El músculo es una gran farmacia que tiene almacenado una gran cantidad de fármacos que nos ayudan a tratar distintas patologías crónicas, de diferentes orígenes". El secreto para aprovecharnos al máximo de esta 'botica natural' radica en "llevar a 'esa farmacia' la receta que necesitamos".

Consideradas una 'medicina natural' con un extraordinario poder de sanación, los beneficios de las mioquinas van mucho más allá de lo que nos podemos imaginar. "Estimulan la neurogénesis, la neuroplasticidad, la reparación de las neuronas, el metabolismo cerebral, etcétera. De hecho, hay dos estímulos que generen este impacto de esa manera en el cerebro y produzcan neurogénesis: algunos antidepresivos -como los inhibidores de la recaptación de serotonina- y el propio ejercicio físico, cuyos efectos son similares a los fármacos, pero sin sus efectos secundarios".

Pero aún hay más. "Además de proteger el cerebro y mejorar nuestra salud mental, las mioquinas ayudan a controlar los niveles de azúcar en sangre, a reducir la inflamación y a reforzar nuestro sistema inmune". Es decir, que, "cada vez que entrena le estamos haciendo un regalo maravilloso a nuestra salud desde adentro. No solo nos vemos mejor: ¡también nos sentimos mejor!".