YODONA
Moda

"Si me la pongo es porque puedo asumir las miradas por la calle": cómo la corbata, el complemento de los hombres de negocios, se ha apoderado del armario femenino

En trajes ochenteros, en un puzle de proporciones o convertida en maxijoya, la corbata coge impulso y, subida a los hombros de Hailey Bieber, Max Mara o Ralph Lauren, se instala en el tocador femenino. La reivindicación y la corriente vintage se ocupan de mantener la tendencia en movimiento.

Actualizado
"Si me la pongo es porque puedo asumir las miradas por la calle": cómo la corbata, el complemento de los hombres de negocios, se ha apoderado del armario femenino
Montaje: Blanca Serrano

Entre el invierno y la primavera, el péndulo amenaza con desencajarse y salir disparado por los aires. Lo que con el buen tiempo se ondula sobre el escote en forma de volante, transparente y boho chic, en invierno se anuda alrededor de la camisa. En los últimos cinco años, al cuello de las mujeres el calor ha traído el movimiento y el frío, la solemnidad. En las pasarelas que anunciaban las tendencias de este invierno, la corbata presumía del poder de la omnipresencia. En las propuestas de Max Mara, se materializó en un modelo finísimo, de color rojo sobre beis; en las de Schiaparelli, como un trampantojo creado a partir de una trenza de pelo artificial; en las de Ralph Lauren, combinada con una pelliza. Para pasear por las alfombras rojas, el traje de chaqueta también ha sido para ellas. En los Globos de Oro, Ayo Edebiri completó el suyo, ideado por Loewe, con una corbata rígida en forma de pluma dorada. Un par de meses antes, Hailey Bieber se mostró ante las cámaras con un traje gris, rematado por una corbata burdeos, de Saint Laurent. La corbata era, es, el nuevo collar.

El tiempo verbal parece perder su relevancia. En 2023, Valentino la transformó en leitmotiv e Inditex la incluyó entre su selección de accesorios. Con ellos, las imágenes que nutren, con cada bandazo del péndulo, la inspiración de los diseñadores y los anhelos de las consumidoras. La chaqueta que Lady Di completaba con una corbata resurgía junto a la fotografía de Julia Roberts, vestida con traje gris y la melena rizada, durante la noche de 1990 en que ganó su primer Globo de Oro. Marlene Dietrich, con sus ondas al agua y su corbata oscura, volvía a popularizarse de la mano de Diane Keaton en algún fotograma de Annie Hall. En todas ellas, el complemento queda enmarcado por el cuello pulido de una camisa y las hombreras recias de una chaqueta. La estética ejecutiva se antoja, cuando la corbata se desenrolla, irremediable.

Ralph Lauren, otoño-invierno 2025.
spotlight launchmetrics

Las lazadas se apartan para que el complemento que algunos historiadores señalan como característico de la indumentaria de los guerreros croatas (voilà su etimología) capture el protagonismo. Como a finales del siglo XIX, cuando los volúmenes se comenzaron a reducir para facilitar el movimiento corporal de la mujer, la ornamentación se desembaraza del romanticismo. A medida que sus derechos se sintonizaban con los de los varones y en sus rutinas las obligaciones expulsaban al ocio y la holganza, su estética comenzaba a incorporar elementos masculinos. Primero el pantalón; después, entre las más reivindicativas, la corbata. En los años 80, con la integración de la mujer occidental en el mercado laboral consumada, el traje de chaqueta de las oficinistas se convirtió en uniforme.

Frente a las propuestas recargadas de la próxima primavera, en las que se aliarán estampados y texturas sobre un solo estilismo, la corbata juega a dos bandas. Se reinventa confeccionada desde el ingenio más lúdico, como el de Loewe y Schiaparelli, o, renace en maxitrajes ochenteros, como los de Saint Laurent, que se apropian de la seriedad asociada a la estética de los hombres de negocios. Aquella sensación de poder tras el nudo de la corbata, contaba a la edición estadounidense de la revista Elle, era la que permitía a la cómica Hannah Berner sentirse "poderosa, como como si me pudiera poner a hacer mansplaining a cualquiera sobre algún tema del que no tengo ni idea". Le garantizaba la entrada a "un espacio tradicionalmente masculino". La transformación de María José Pérez, fundadora de la plataforma especializada en moda Dmodaio, al anudarse la corbata es similar. "Me hace sentir fuerte, porque soy consciente de la carga visual que implica y de que puedo asumirla. Creo que ahí está la clave: en que me recuerda que quiero confiar en mí misma. Y esto puede pasar con más complementos, prendas y colores, porque depende de la vinculación personal con cada uno de esos elementos, pero ahora le toca el turno a la corbata. (...) Para que me percate de las miradas por la calle, tienen que ser muchas más o más intensas de lo habitual. Si me he puesto una corbata es porque puedo asumir esas miradas y quiero poner el foco en mí y en mi mensaje en vez de camuflarme con el entorno".

Hailey Bieber, con traje y corbata de Saint Laurent, el pasado otoño.
Hailey Bieber, con traje y corbata de Saint Laurent, el pasado otoño.GTRES

El contexto, sin embargo, también ha cambiado. Junto a las calles más turísticas del centro de las ciudades, las cafeterías de especialidad y las heladerías estrafalarias se alternan los bajos comerciales con tiendas de segunda mano. Los cárdigans y las chaquetas de cuero se ordenan junto a corbatas de seda aterrizadas desde armarios confeccionados en las últimas décadas del siglo XX. Sus precios se sitúan por debajo del de un billete de AVE. En las plataformas vintage, los diseños de las grandes firmas de moda buscan y encuentran una nueva vida. El lujo con historia se incorpora al estilismo sin sajar el monedero. La fluctuación estética, la revalorización del consumo de segunda mano y la intención política se anudan en un solo complemento. A Silvia Nieto, redactora jefe de Yo Dona y portadora de corbatas reincidente, el accesorio por antonomasia masculino le "gusta por su dualidad formal/desafiante. Porque es curioso como a nadie le extraña ver a una mujer con pantalón y blazer, pero la corbata es un detalle que aún llama mucho la atención en una mujer (y en ese sentido representa un desafío). Subraya el look, su personalidad (y la mía, claro); transmite una cierta rigidez, pero al mismo tiempo una cierta gamberrez; indica una intención, pero es difícil encontrarle las cosquillas".