La poesía busca el rostro verdadero. Y lo viene buscando antes de que el mundo existiera. A la poeta Raquel Lanseros (Jerez, 1973) le obsesiona esa vieja cita del poeta irlandés William Butler Yeats y puede que su búsqueda sea la misma, la obsesión similar cuando frente al folio en blanco cuenta el mundo que tiene y siente. «No existe nada más heroico que una gesta emprendida aún a sabiendas de una derrota cierta», nos advirtió la poeta hace un par de años, cuando reunió en Visor su poesía de 2005 a 2022. Lanseros piensa que la poesía se halla en perenne cambio «mientras su esencia intemporal sigue y seguirá siempre intacta, virgen, inalterada».
El último poemario de Raquel Lanseros lleva por título El sol y las otras estrellas, está editado también en Visor y ha sido Premio de Poesía Generación del 27, que se concede en Málaga. El sol y las otras estrellas es un poema y un ensayo a la vez porque en sus versos la autora busca definir el amor desde las sensaciones que nos invaden, esclarecen y atormentan cuando queremos y nos sentimos queridos. Es un poema, pero es un ensayo también porque las páginas del libro están andamiadas por la sexualidad, el erotismo, la ternura, el cariño, los deseos, la admiración, la duda y los miedos, esos mimbres de los que está hecha la palabra que más nos obsesiona. Es un poema y un ensayo porque Lanseros ha buscado una teoría del amor que no solo se enfrenta a la pareja a la que se quiere y se desea sino al resto de 'amores' que sentimos hacia el padre, la hija o el amigo. Esa enmienda a la totalidad tiene cincuenta y ocho páginas, y termina con unos versos y una cita. Los versos dicen así: «Lloraban los amantes y sin aquellas lágrimas / no existiría el amor / ni tú ni yo ni el llanto / el sol no existiría / ni las otras estrellas». Y la cita es de Kafka y nos recuerda: «Todo lo que amas probablemente se perderá, pero al final el amor volverá de otra manera».
El título, el recuerdo a la Divina comedia, nos predispone a volver a Matria, otra de las cimas literarias de la autora jerezana. Si El sol... es el intento por definir el ancho y plano estuario del amor, Matria tiene algo de origen, embrión y natalicio porque Lanseros busca entenderse a través de la vocación que la ungido o la ha condenado.
Hay un libro suyo magnífico titulado Los poetas toman la palabra donde el lector más agudo cae en la cuenta de que para ser una extraordinaria poeta antes has debido ser una esclarecedora prosista. Es su caso. Este ensayo, de 2017, es un texto donde Lanseros indaga en la formación literaria de otros colegas suyos, mayores que ella, nacidos todos en la posguerra: Eloy Sánchez Rosillo, Antonio Hernández, Clara Janés, Joan Margarit, Juana Castro y Antonio Colinas. Lo que Lanseros hace en este texto es arañar en los márgenes de cada uno de ellos, buscar en las entrelíneas por qué una mirada y no otra, tratar de comprender qué mundo han perseguido con el propósito escondido (o quizá no) de llegar a la certeza de saber cuál es el de ella.
Por cierto: En Sin ley de gravedad, en su poesía reunida, Raquel Lanseros cambió el título de uno de los poemas. Se trata de 2069 que en el poemario titulado Pronóstico reservado había aparecido titulado 2059. Aquel primer poema era una premonición de su muerte —me moriré en Madrid con sol, un día del que tengo ya el recuerdo— y con aplastante determinación decidió no morir en 2059 sino en 2069, año en que moriremos el resto. De modo que nos quedan muchos versos suyos con los que alimentarnos.